2 | Amigos

20 2 5
                                    

     Miércoles, 17 de junio de 2020.

     Orel era una persona callada y reservada que normalmente se abría con las personas más cercanas a él, Bastian era casi todo lo contrario; a él se le hacía muy fácil hacer amigos y entablar conversaciones con cualquier persona. Orel siempre se mantenía bajo perfil e intentaba no llamar mucho la atención en cualquier lugar donde vaya. Pero, sin embargo, Bastian brillaba y descollaba... y sorprendía a cualquiera y en cualquier sitio.

     Orel le decía que le tenía envidia, porque presumía el privilegio de verse bien todo el tiempo y que la ausencia de timidez le favorecía en extremo y Bastian le respondía con un: «No digas eso, tu forma de ser es lo que te define como persona. Si quieres ser como yo o como los demás significa que no serás una persona honesta, porque vivirás atascado en una mentira.»

     Orel se sorprendía cada vez que Bastian le soltaba consejos a diestra y siniestra para dejarlo todo el día pensando. Sonreía porque el pelirrojo, a pesar de ser una persona un poco inmadura, siempre hallaba la respuesta correcta a cada pregunta. No sabía cómo lo hacía, pero para Orel, Bastian era una persona admirable.

     El padre de Orel lo había contratado el mismo día de la entrevista, el mismo en que se conocieron. Después de eso, fue inevitable que entre los dos surgiese una amistad tan sana que era hasta envidiable incluso para los clientes de Daisy Flowers. El pelirrojo demostró su proactividad en el negocio y sus dotes sociales y particular forma de ser hizo que los clientes se sintieran a gusto, quienes prometían volver más a menudo. La clientela subió considerablemente en menos de un mes y Orel y su padre pensaban que Bastian era un amuleto de suerte.

     Fue un miércoles que Bastian, después de un arduo día de trabajo, decidió salir un rato al parque junto a Orel, quien acababa de llegar de la universidad. El más bajo de estatura había llegado exhausto, pero el pelirrojo le había rogado tanto que terminó por aceptar, con la condición de que le comprase un helado de chocolate porque era su sabor favorito.

     —¿Aún recuerdas la primera vez que nos conocimos? —le preguntó Bastian a Orel haciendo que este, mientras comía con desesperación su helado de chocolate, asintiera—. Fue en este mismo lugar y fue hace exactamente un año —terminó, con un brillo extraño en los ojos.

     Orel se quedó pensativo, sintiéndose mal de repente.

     Dejó el helado hacia un lado y le miró con pena, para luego decir: —Perdón por no recordarlo.

     Bastian le miró confundido, directamente a los ojos.

     —No es para tanto.

     —Claro que sí, soy de las personas que valoran las amistades. Tú, más que nadie, lo sabes —le dijo, con el ceño fruncido y sin titubear—. Eres muy importante para mí.

     Bastian se relamió los labios aun mirando a los ojos cafés del muchacho a su lado y se acercó un poco más a él, tomando el envase de helado para comer un poco.

     Orel tragó saliva y la sensación de nervios comenzó a esparcirse por todo su cuerpo cuando Bastian empezó a mirar su rostro cada vez con más intensidad. Bastian no evitó estudiar su rostro en silencio, buscando una pequeña imperfección, sin tener éxito de encontrarla y se convenció a sí mismo de que Orel era completamente de porcelana, aunque sonase muy ridículo. El intenso color carmín que indicaba el fuerte sonrojo del pelinegro hacía que las pecas se notaran más que de costumbre y Bastian no evitó formar constelaciones aleatorias alrededor de los pómulos del muchacho que, en estos momentos, parecía ser una obra digna de ser expuesta en todos los museos de arte. La mirada inocente de Orel, sus labios delgados y rosados, la mandíbula que parecía haber sido moldeada por las manos de los mismos ángeles y dioses... perfecta; y esas mejillas sonrosadas que llamaban la atención de Bastian cada vez que lo contemplaba.

The purest loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora