Manchas de curiosidad [Égida de las sombras #1]

1. Conociendo

Soy Lucy, ¿una chica normal? Tengo 17 años, una contextura delgada, cuerpo esbelto, tez blanca que combina a la perfección con mi cabello liso de color dorado, iris azul aguamarina y metro 60 de estatura.

Vivía en un pueblo llamado Cixilios, conformado por 16 bloques de casas. La mía estaba en el bloque 10 con el número 1048. El pueblo estaba distribuido de esta manera: el bloque uno era de puras tiendas, en el dos quedaban los servicios (bomberos, hospitales, oficiales, etc.), en el tres estaba la escuela, en el cuatro se encontraban los hostales de comida, el bloque cinco era el único que tenía una sola casa, rodeada de varios árboles grandes, y del seis al 16 eran bloques de 99 casas cada uno. El pueblo no tenía ningún edificio y entre el bloque dos y tres había una calle que se extendía hasta llegar al aeropuerto.

Un miércoles 20 de abril ingresé al último año de la escuela. Manejaba mi bicicleta bajo el radiante sol durante 30 minutos, lo que duro de ir de mi casa a la escuela, algo que hago todos los días de clases debido a la flojera de mi madre. Al llegar noté que en el anclaje de bicicletas faltaban las de mis mejores amigos, Esteban y Luis; pensé que llegarían más tarde, así que dejé la mía en uno de los puestos e ingresé a la escuela. En la entrada había dos pasillos, uno a la izquierda y otro a la derecha, no sabía dónde era mi nuevo salón, pero mi intuición me indicó que era el de la derecha, y no estaba equivocada. Al caminar frente a nueve salones vi a mi mejor amiga Mariana dentro de su salón, una chica de cabello negro y ondulado, que combina muy bien con su tez morena e iris castaño, mide cinco centímetros más que yo para ser menor. Luego encontré el mío, el 1103.

Al llegar a la puerta me quedé esperando a Esteban y a Luis. Me mantuve allí unos minutos, pero al ver que no venían, procedí a buscar puesto y guardarles uno a cada uno. Al poco rato ingresó la directora de grupo, anunciando la llegada de un chico nuevo, algo que me dejó desconcertada porque estábamos en último año, pero no lo llegué a localizar. La directora salió e ingresó la profesora de Español, una de las clases más aburridas junto a la siguiente, Inglés, y justo no estaban ahí mis alarmas, las personas que me mantenía en alerta. Luego de tres abrumadoras horas el timbre sonó, anunciando la hora del descanso, dejé mis cosas en el pupitre y saqué mi celular con afán mientras salía del salón. Me sentía asustada, por primera vez Luís y Esteban habían faltado a la escuela y temí lo peor.

—Luis, ¿se les olvidó el inicio de clase? —pregunté nerviosa.
—Lucy «me dijo Luis con tono decaído», mi madre y mi padre recibieron una importante llamada de trabajo hace cuatro días y no dudaron en aceptar. En estos momentos estamos de camino al aeropuerto, regresamos el próximo año de vacaciones.

Al escuchar eso último se me secaron las cuerdas vocales, me empezaron a temblar las manos y lo último que pude decir fue un seco y temeroso «Ok». Con eso dicho presioné el botón rojo de colgar y mis ojos empezaron a lagrimear, caminé desanimada por los pasillos de la escuela y preferí ir a encerrarme en el baño hasta que el descanso acabara. Mi apetito desapareció, corrí al baño, pero de repente choqué con un chico.

—Perdón —dije sin verlo.

Sin voltear mi vista sentí como si me observara, pero estaba muy metida en mis pensamientos que solo me enfoqué en seguir mi camino al baño. Al llegar me encerré en uno de los cubículos. Ahí esperé a que el timbre sonara y solo hasta ese momento decidí salir, cuando de pronto escuché la puerta abrirse.

—¿Viste al chico nuevo que ingresó hoy a clase? —dijo Beatrice, la chica popular de la escuela.

Cerré la puerta del cubículo sin generar ruido para que no percataran mi presencia.
—Sí, es como rarito, ¿cómo dijo que se llamaba? —le contestó Tatiana, su mejor amiga.
—No me acuerdo, creo que empezaba con O de Oscuro y raro —se empieza a reír.
—Haces chistes malos, Beatrice —se ríe.
—Cállate, Tatiana, más bien apúrate que llegaremos tarde al salón.