Cap. III

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Contemos las estrellas.

Capitulo 3.

Sálvame.

27/10/2017

Lydie

Todo había pasado tan rápido que todavía no asimilaba las cosas.

Mi familia había muerto y yo era la culpable.

—¡Para!

Le grite despertando a Allanys.

—¡¿Para que maldición?!.—Gritaba eufórica.—¡¿Para que vuelvas?!, ¡¿para que te arresten?!

—¡Que me bajo eh dicho!.

Trate de salir del auto, sin éxito por el seguro.

—¡Solo quiero lo mejor para ti!.

Me miraba fijamente, yo odiándola y ella enfurecida.

—¡Vete a la mierda Julieta!.

Sus mejillas se tiñeron de rojo, por lo enfurecida que estaba.

—¡No volveremos esta claro!

Golpee la ventana con tanta fuerza que el vidrio se rompió.

—¡Maldición Julieta! ¡Te odio!, te odio con todas mis fuerzas.

Le grite tratando de quitarme el cinturón de seguridad.

Perdón.

Después de eso todo se volvió negro, y sabes que era lo peor; que fue lo ultimo que le dije. Dije que la odiaba con todas mis fuerzas aun cuando la verdad era otra, aun cuando era mi madre y me amaba. Ahora mi cuerpo dolía mucho más que antes, pero lo que más me dolía era el corazón ¿Por qué?, simple mi madre o la Sr. Julieta estaba muerta, su cabeza impacto con el poste con el chocamos y la mitad de su cuerpo se encontraba afuera del auto; lloraba en silenció, por mi padre, por mi madre, por mi hermana, por la familia que nunca pude conocer.

Y que tal vez solo tal vez, pensé en que ellos fueran unas buenas personas, y aunque no fueran buenas personas yo no decidía si acabar con su vida o no. Un golpee a la puerta con todas mis ganas y dolor, otro y abrió. Con la fuerza que no tenía salí del vehículo con mucho dolor, ya que mi pierna se encontraba un poco atascada con la pieza del carro. Camine un poco arrastrando la pierna derecha y con una fuerza sobrehumana abrí aquella puerta que me impedía alcanzar a mi hermana.

Allanys, perdóname por no ser una buena hermana.

Tomando el pequeño cuerpo de una niña de cuatro años, una vida que no pude proteger. Una que dolía y me destrozaba el alma, la acerque más a mi cuerpo mientras caminaba. ¿A dónde caminaba? Andaba sin rumbo destrozada, ahora mismo me encontré vacía, rota y sin esperanzas, no sabia que era lo que tenia que hacer. Abrasase más rápido a el pequeño cuerpo en mis brazos, cuando sentí una leve respiración de su parte y el miedo se apodero de mi cuerpo.

(...)

Toque desenfrenadamente la puerta de madera repetidas veces y con tanta fuerza que mis nudillos dolían.

—¡Ya voy!.

Gritaron desde adentro.

Y fue cuando me oculte en la pared de ese orfanato donde deje a mi pequeña hermanita.

Me imagine la escena, mi hermana acostada en el frio suelo inconsciente con sangre que tal ves no le pertenecía, al frente de ella una enorme puerta de madera vieja donde una monja le recibiría atónita de aquella escena a sus pies.

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