↻Nɪsʜɪᴍᴜʀᴀ Kᴏɴᴏɴ↺
Riki estaba seguro de que Konon podría llegar a ser muy pesada e insistente cuando quería algo, por eso se le escuchó decir, más de una vez, que hubiese sido mejor que se quedase en Berlín.
Konon, era 1 año mayor que Riki y desde que él tenía uso de razón, sabía que su hermana era una gran bailarina, obviamente no tan buena como él, pero estaba por ahí. Podría ser una pesada, algunas veces, pero así la quería. Después de todo, era su hermana, le enseñaba muchas cosas, como los refranes que utilizaba. Sin embargo, Konon no solo era una gran bailarina y todas las cosas buenas del mundo, ella tenía un hábito bastante "raro", en palabras de Riki.
Muñecas de porcelana. Una colección de 125 muñecas de porcelana, cada una con una ropa diferente, cabellos de colores y ojos. Esos ojos a los que Riki tanto temía
¿Cómo puede dormir con esas cosas mirándola?
Esa pregunta rondaba la mente de Riki día y noche. Intentó preguntarle a Konon, pero siempre cambiaba el tema.
Algo bueno de la mudanza era que ya no vería más a las amigas de Konon. La pelinegra tenía algunas amigas algo antipáticas y hasta se podría decir que eran algo creídas. Molestaban a Riki siempre que podían, obviamente cuando Konon no estaba presente, ya que pese a ese extraño hábito, la pelinegra siempre lo defendía de todos, era la típica, "Hermana mayor protectora", en el buen sentido obviamente.
Konon bailaba danza contemporánea, lo hacía muy bien, sus movimientos tenían gracia, podía expresar las emociones magníficamente. Podría interpretar una danza alegre y sonreír como si no hubiera mañana y de repente cambiar a un tema triste y hasta lagrimear un poco. Lo más sorprendente, era que al interpretar canciones tristes, sus expresiones de dolor eran simplemente realistas, muchas veces, su madre y hasta el mismo Riki, aunque él lo negaba, derramaban alguna que otra lágrimas por el dolor, tristeza o emoción con la que bailaba Konon.
—Konon...
—¿Qué haces aquí?—le dijo algo fastidiada—¿No sabes que no se entra en la habitación de una dama sin llamar a la puerta?
—¿Trajiste todas tus muñecas?—solía hacer eso, responder las preguntas de Konon, con otras preguntas, no siempre obviamente, no quería que se enojara de más, solo quería molestarla un rato.
—Pues claro, ¿Que querías que hiciera, dejarlas en casa? Podrían pasar semanas antes de que volvamos allí.
—¿Semanas?—repitió el rubio fingiendo decepción, aunque por dentro estaba feliz, después de todo, volverían en algunas semanas—¿Estás segura?
—Se lo he preguntado a Padre y ha dicho que nos quedaremos aquí en el futuro inmediato.
—Futuro inmediato...
—Significa las próximas semanas
—Sé lo que significa futuro inmediato, tengo 15
—Unas tres semanas—agregó ignorando el comentario de su hermano—Este lugar no es bonito, ¿verdad?
—Es horrible-contestó Riki.
—Bueno, sí. Ahora puedes ser horrible. Pero cuando arreglemos un poco la casa seguro que no nos parecerá tan mal. Le oí decir a Padre que quienes vivían aquí en Auschwitz antes que nosotros, perdieron su empleo muy deprisa y no tuvieron que arreglar la casa para nosotros.
—¿El nombre de la casa es "Auschwitz"? Pero ¿por qué ese nombre?
—Auschwitz era la familia que vivía aquí antes que nosotros, supongo. El padre no debía hacer bien su trabajo y alguien dijo: "Lárguense, ya buscaremos a otro que sepa hacerlo mejor"
—Te refieres a Padre.
—Claro—le dijo Konon, la pelinegra siempre hablaba de Padre como si nunca se equivocara ni enfadara.
—Entonces, ¿estamos en Auschwitz porque alguien echó a la familia que vivía antes en esta casa?
—Si, Riki. Y ahora, sal de mi cama que la estás arrugando—Bajó de la cama y se sentó en el piso.
—Esto no me gusta—repitió por milésima vez.
—Ya lo sé—le respondió su hermana—Pero no podemos hacer nada, ¿no?
—Echo de menos a Ta-Ki, Jungwon y Daniel.
—Yo también extraño a mis amigas.
—Esos niños no parecen nada simpáticos—comentó Riki. Konon quién ponía a sus aterradoras muñecas, se dio la vuelta y lo miró fijamente.
—¿Qué has dicho?
—Dije que los otros niños no parecen nada simpáticos.
—¿Los otros niños?—repitió Konon, desconcertada-¿Qué otros niños? Yo no he visto ninguno.
Riki miró alrededor. En la habitación de Konon también había una ventana, pero como estaban del otro lado del pasillo, frente a su habitación, la ventana daba a la dirección opuesta. Intentó mantener ese aire de misterio, se dirigió a la ventana. Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones cortos e intentó silbar una melodía, mientras esquivaba la mirada de la pelinegra.
—Riki...¿Se puede saber que haces? ¿Te has vuelto loco?
Él siguió andando y silbando sin mirarla, hasta que llegó a la ventana. Se asomó y vio el coche en que habían llegado, así como tres o cuatro coches más de los soldados de Padre, algunos de los cuales andaban por allí, fumando cigarrillos y riendo de algo mientras miraban con nerviosismo hacia el edificio. Un poco más allá, estaba el camino de la casa, y más allá había un bosque que parecía ideal para explorar.
—Riki, ¿quieres hacer el favor de explicarme que has querido decir con ese último comentario?—preguntó la pelinegra
—Mira, un bosque—dijo, ignorándola.
—¡Nishimura Riki!—se quejó haciendo un pequeño y casi invisible puchero, se paró y caminó rápidamente hacia donde su hermano.
—¿Qué?—pregunto fingiendo no saber a qué se refería.
—Los otros niños. Has dicho que no parecen nada simpáticos.
—Es verdad—No quería juzgarlos antes de conocerlos, pero no tenía más remedio que guiarse por las apariencias, pese a que Madre le había dicho muchas veces que aquello no estaba bien.
—Pero ¿qué otros niños? ¿Dónde están?
Riki sonrió y le indicó que lo acompañara. Konon resopló, pues estaba algo ocupada, sin embargo siguió al rubio, fue a dejar la muñeca en la cama, pero se lo pensó mejor y la abrazó con fuerza. Al entrar al dormitorio de Riki, Aiko casi la derriba, pues en ese momento salía atropelladamente llevando lo que parecía ser un ratón muerto.
—Está ahí afuera—le dijo Riki, mirando por la ventana. No se dio la vuelta para comprobar si Konon había entrado a la habitación, pues estaba absorto observando a aquellos niños. Por un momento, hasta olvidó que su hermana estaba allí.
Konon entraba a paso lento a la habitación del menor, estaba nerviosa por el tono que había utilizado Riki. Su hermano nunca había conseguido engañarla y suponía que tampoco la estaba engañando en aquel momento, pero su actitud la hacía dudar sobre si de verdad quería ver a aquellos niños. Tragó saliva, ansiosa y rezó en silencio para que volvieran a Berlín en el futuro inmediato y no pasado todo un mes como había apuntado Riki.
—¿Qué?—dijo Riki al volverse y verla plantada a pocos pasos de la ventana, estrechando su muñeca, con las trenzas negras en perfecto equilibrio sobre sus hombros, a punto para recibir un buen tirón—¿No quieres verlos?
—Claro que sí—le respondió y avanzó con paso vacilante—Dame permiso
Hacía una tarde radiante y soleada, y el sol salió por detrás de una nube en el preciso instante en que Konon se asomó a la ventana, pero un momento más tarde sus ojos se adaptaron a la luz, el sol se ocultó de nuevo y la joven pudo ver exactamente a qué se refería Riki.
🏹
ESTÁS LEYENDO
THE BOY IN THE STRIPED PAJAMAS
FanfictionDurante la Segunda Guerra Mundial, el hijo de un comandante de un campo de concentración desarrolla una amistad prohibida con un chico judío de 17 años. -Tu eres mi mejor amigo-dijo-Mi mejor amigo para toda la vida. ➼ NO contenido +18 ➼ Disfruten la...