U N O

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Valentin.

Salí de mi casa después de la pelea que tuve con mi hermano.
Caminando hacía la nada, por que a estas horas de la madrugada no tenía ningún lugar a donde ir.
Le hablé a mi mejor amiga, Wawa, pero claramente no contestó mis llamadas.

Seguí caminando, pensé en volver en numerosas ocasiones pero ya había salido, no iba a dar brazo a torcer. Iba a quedar como un boludo ante los ojos de Manu, mi hermano.

Una mano me arrastró hasta un callejón con muy poca luz. Comencé a sentir golpes contantes en mi rostro, pero era incapaz de defenderme.

—Eh, gil— una voz áspera de mujer se hizo presente— dejalo tranqui.

—¿Es tu amigo?— preguntó el pibe que me había estado golpeando al menos durante tres minutos seguidos.

—Si, desde chicos— contestó firme.

Aún no podía verle el rostro debido a la falta de luz de aquel lugar.

—¿vos decís?— dijo de forma provocativa, pero al parecer esto no le importó a ella.

—Lo conozco bien— no me conocía en lo absoluto.

—Yo también lo conozco— dijo, quise hacer memoria, no sabía si lo decía para molestar o posta me conocía— y no es de por acá— ¿entonces si me conocía?

—No te pregunté, dije que lo dejes tranquilo— se acercó un poco confiada quedando a escasos centímetros de su cara.

—¿Hace cuanto decis que lo conoces?— al parecer colmó su paciencia.

Le encajó una piña en el ojo y otra en la nariz. Acto seguido, lo empujó hacía el suelo dándole una patada en la pija provocando que el pibe se retuerza de dolor.

—¿Donde está la billetera?— preguntó la chica a el pibe aún adolorido—¿Donde tenes guardada la plata?

No esperó respuesta, comenzó a buscar por su cuenta. Una vez la encontró, sacó toda la guita que el pibe tenía en la billetera y la guardó en el bolso izquierdo de la campera que llevaba puesta. Por último le aventó la billetera en la cara, sin un billete dentro.

Comenzó a caminar hacía la salida del callejón para, supongo, seguir su camino.

—Vamos— ordenó, era la única persona presente en aquel lugar, así que supuse que me hablaba a mi.

—No, quédate tranqui, yo me vuelvo a mi casa— dije y se dió la vuelta para verme.

—¿Queres llegar todo golpeado y preocupar a tus viejos?—preguntó

— ¿Tan mal estoy?— pregunté intentando sonar divertido, pero ella mantuvo su aspereza.

—No sé, vos fijate— prendió la pantalla de su celular logrando iluminar su rostro, era linda, cabello lacio pero despeinado, tez blanca, largas pestañas, ojos claros.

Su celular era un modelo algo viejo, por ello, supuse que no tenía tanta plata.

Su cara estaba un poco sucia, tenía restos de tierra en las mejillas pero pasé ese detalle por alto.

Con su dedo deslizó sobre la pantalla activando su cámara, dirigió el celular hacia mi para que sirviera como espejo y lograr ver que tan golpeado estaba.
Hematomas y sangre combinada con lágrimas en mi ojo y mi nariz llena de sangre. Tenía razón, Maia se iba a preocupar.

A N D R O M E D A; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora