Mar;
El viento soplaba con fuerza, lo gélido de la madrugada me abrazaba, haciéndome temblar ante la falta de abrigo. Había pasado una semana desde que conocí a Valentin. Al día siguiente me fui temprano de su casa, sin avisar.
Le dejé una notita agradeciéndole que me dejara dormir esa noche en su casa, por la ropa que me prestó que claramente no le devolví, y por la charla en su terraza, por primera vez en mucho tiempo me había sentido protegida, segura. Pero la vida real me esperaba saliendo de esa hermosa casa blanca.
Aunque tenía la esperanza de volver a encontrarlo, y sabía donde buscar, no lo haría. ¿Y si me pedía explicaciones de por qué me fui sin avisar?
Caminé entre la noche con la esperanza de llegar a un lugar habitable para dormir esta noche. Un banco en alguna plaza o un callejón medianamente seguro. Y así fue, unas cuantas cuadras después, me encontraba frente un banco en alguna plaza de Buenos Aires, tiritando de frío, con la fe a mil y rezando para despertar bien mañana.
Puse mi cuerpo entero sobre el banco y cerré mis ojos. Deseaba que fuera de día, no se sentía seguro dormir acá. Te dejabas a la suerte, era confiar en algún ser supremo para que cuide de ti de noche, aun sabiendo que puede que ese ser supremo sea una idea que nos vendieron toda nuestra vida y realmente no tenías nada, no quedaba nadie.
Risas se escucharon de fondo interrumpiendo mis pensamientos, abrí los ojos y al ver como un grupo de chicos se acercaban me senté en el banco lo más rápido que pude. Me daba algo de vergüenza cuando gente de mi edad me veía en estas condiciones y un poco más cuando eran chetos. Me miraban con desprecio la mayoría de las veces. Pero esta vez, entre todas esas miradas, pude distinguir aquellos ojos azules que sin darse cuenta me salvaron aquel día.
Me vió y sonrió.
—¡Mar!—Exclamó Valentin, apartando a todos de su camino para acercarse a mi y sin pensarlo me envolvió con sus brazos.
—Hola, Valen.—Solté con debilidad.
—Me dejaste preocupado.—Susurró para nosotros dos.
—Lo siento, Valen. No quería joder más.—Respondí en susurros al igual que él.
—Así que vos sos la famosa Mar.—Se acercó una chica peli negra con flequillo y una sonrisa hermosa en su rostro, parecía emocionada.—Valen nos contó de vos.
—Dale, boluda. No tenes que decir eso.—Se quejó el ojiazul.
—Hola, Mar. Soy Tadeo.—Se acercó otro chico a saludar. Sonreí devolviendo el gesto.
Y así cada uno se presentó, agradecí que ninguno preguntó qué hacía acá sola a estas horas, pero supuse que si Valentin les había contado de mi, también les había contado ESA parte.
—¿Hoy queres dormir mi casa?—Me preguntó Valen, después de una larga charla con sus amigos.
Me habían caído demasiado bien, eran todos re copados y me hicieron sentir parte de su grupo, que a decir verdad, ya parecían una familia. Sin dudarlo, Wawa era la mamá de los chicos.
—¿No te jode?—Su semblante serio y sus ojos azules atravesando los míos, me hicieron temblar.
—Me jode que estés acá sola y no poder estar con vos cuidándote.—Respondió. Asentí como respuesta, no me gustaba que sintiera que yo era su responsabilidad por que claramente no era así.