Sentimientos

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Cuatro letras que forman un nombre:

Saga.

La persona que se ha vuelto importante en la vida de Aioros.

Un amigo incondicional, que no lo juzgó por sus acciones al elegir ser padre soltero, entendió la razón del porqué no quiso dar la información a los padrinos de Dante, nada bueno traería un matrimonio forzado.

El pelinegro se ha ganado el cariño no sólo de él, sino también de su pequeño que llora cada vez que se despide de ellos, Saga que lo adora mucho, su corazón se le encoge cada vez que ve la mirada llorosa y el puchero cuando seguro romperá en llanto, por eso termina cediendo a los encantos de Dante.

Su gemelo lo interroga del porqué llega tarde a casa y siempre con una sonrisa tonta en sus labios, no responde sólo se encoge de hombros sin decir una sola palabra.

Su rutinaria vida comenzó a cambiar al siguiente día que como siempre al salir de su trabajo se dirigió al parque, recordó lo agradable que fue platicar con Aioros y jugar con ese precioso niño, se le dibujó una sonrisa porque en sólo minutos se robó su corazón.

La sombra que los grandes árboles ofrecían para su pequeña caminata era tan agradable, una ligera brisa ondeaba su lacia cabellera que por esa vez decidió llevar suelta, el canto de las aves, todo era maravilloso y relajante.

Disfrutaba de la belleza natural pero un balbuceo seguido de un llanto lo sacó de su trance, vio de donde provenía el sonido y vaya sorpresa se llevó al ver a Dante en su carriola estirando su bracito en dirección suya, Aioros no se percataba de su presencia porque le daba la espalda, además que trataba de calmar a su pequeño.

Como no quería estar encerrado en casa y al ver que su hijo se veía impaciente señalando la puerta, interpretó que quería salir tal vez al mismo lugar que ayer fueron, alistó sus cosas y partió rumbo al parque, se sentía ansioso apurando su paso tal vez para ver de nuevo a Saga, pero se cuestionó internamente porqué razón lo quería ver si apenas lo conoció ayer.

Ya no le dio vueltas al asunto y buscó una banca que estuviera vacía, para su suerte la encontró y da la casualidad que era la misma de ayer.

Miró en todas direcciones como buscando algo o mejor dicho a alguien, pero ese día eran pocas las personas que se encontraban en el lugar, luego su bebé demandó su atención.

Fueron tal vez diez minutos los que había pasado cuando Dante se puso inquieto y empezó a llorar sin razón aparente, tal vez su papi no se dio cuenta, pero él sí reconoció al hombre con el que se divirtió ayer, la única forma de llamar su atención fue esa y la consiguió además de arrojar su peluche favorito que casi le pega al castaño.

- Con ésta van dos veces que el pobre leoncito lo arrojan al suelo, ¿Qué culpa tiene mi niño?.

Esa voz cariñosa.

La reconoció de inmediato y volteó hacía su derecha que es donde estaba parado el pelinegro con el felpudo animal en sus manos, volteó en dirección de su niño que sonreía además que aplaudía por su gran hazaña, luego alzó sus brazos para que lo cargara Saga.

Éste caminó donde se encontraba la carriola pero se detuvo mirando a Aioros.

- ¿Puedo?. Pidió permiso y su mirada esmeralda tenía un brillo de felicidad.

- Adelante. No se negó, aunque se sentía celoso de no ser él quien es estrechado entre esos fuertes brazos o que le dieran mimos, de inmediato sacudió su cabeza alejando esos locos pensamientos.

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