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Resultaba imposible contener por más tiempo el vómito que luchaba por salir de mi garganta

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Resultaba imposible contener por más tiempo el vómito que luchaba por salir de mi garganta. Corro por los pasillos con una mano sobre la boca, consciente de que en cualquier momento mi resistencia pasará de cien a cero en cuestión de segundos. Las personas apenas reparan en mí, lo cual resulta un alivio; la escena ya es lo suficientemente vergonzosa como para que el público a mi alrededor decida prestar atención.

Corro hasta la puerta con el distintivo azul que indica que ese es el baño de mujeres. Empujo la primera puerta de la hilera y dejo escapar todo. Sé muy bien que no debí haber tomado esa bebida la noche anterior, pero Cass insistió tanto en que saliéramos anoche que no hacerlo habría resultado una grosería. Sosteniendo con firmeza el teléfono en mi mano izquierda, continúo vomitando hasta estar segura de haber vaciado mi alma ahí dentro. Es un espectáculo vergonzoso, pero recordar la expresión de Cass cuando creyó que no bebería aquello hace que de mis labios salga una sonrisa confiada.

Me observo en el espejo rectangular, asegurándome de que mi aspecto sea lo más pulcro posible. Abro una de las llavecitas para enjuagarme la boca cuando mi celular vibra con un mensaje del grupo. La gente allí resulta un tanto peculiar, pero mi interacción se limita solo a responder cuando se tocan temas que conciernen a la editorial, no aquellos que involucran crear cualquier tipo de amistad o relación.

Me encamino con paso vacilante hacia mi sala de estudio. Mis amigas ya se encuentran sentadas en las butacas azules, con una bolsa de frituras acompañada por una cantidad considerable de salsa y un par de botellas de refresco. Es en ese momento cuando me doy cuenta de cuánto voy a extrañar esto.

— Creímos que no llegarías — menciona Catherine, mirándome de pies a cabeza; seguramente luzco tan mal como me siento.

— Cass y yo nos fuimos a meter a un bar cerca del obelisco, muchas mujeres y ninguna era mi tipo.

— ¿Todavía crees que la heterosexualidad no es lo tuyo? — inquiere Pya. Para ella resulta fácil; mantiene una relación con una chica desde hace ya tres años. Seguramente termine casándose con ella, aunque el futuro es algo en lo que no deseo pensar estos días.

Nos ponemos al corriente con lo sucedido la noche anterior para cada una. Pya ha estado trabajando en el diseño de nuevas camisetas para su marca independiente de ropa deportiva, lo cual parece llenarla de orgullo. Catherine, por su parte, parece orgullosa de que sus pinturas pronto van a ser exhibidas en la galería del centro.

—¿Cómo va tu proyecto? —pregunta Catherine antes de dar un largo sorbo al refresco.

—Creo que no lo están tomando con la seriedad que deberían —digo de manera sincera. La mayoría de los participantes no supera los veinte años, una situación que no me emociona particularmente. Después de todo, parece que soy la mayor del grupo. Aunque hemos acordado una reunión para conocernos todos en cuanto lleguemos al país de destino y para poner las ideas claras sobre la mesa, aún me siento nerviosa. Conocer gente nueva no es algo que disfrute.

NarcisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora