Y así fue como pasó.
Rápido e indoloro. Claro que sentí el impacto de la bala contra mi pecho, pero en cuanto caí al suelo y me golpeé la cabeza, entré directamente en la oscuridad y la insensibilidad.
La cosa fue mejorando, menos mal.
Nunca había estado en coma, ni siquiera conocía a nadie que lo hubiera estado, por eso tenía tanto miedo al principio, creía que me quedaría en aquella oscuridad para el resto de mis días. En cuanto mi cuerpo, los primeros días creía que no tenía, y ahora, en fin, al menos sé que tengo uno.
En cuanto a mi vida social, no tengo mucha.
Por no decir que puedo contar la gente que me visita con los dedos de una mano. Hayley me visitaba casi todos los días durante el primer mes, ahora me visita una vez cada tres semanas, si eso. Daren, en fin, sé que es duro que tu novia se quede en coma pero por lo menos podría visitarme más a menudo. Steven salió del hospital tres semanas después del incidente, ya que tuvieron que quitarle una bala de la pierna, pero luego, ni siquiera vino a verme. El único que seguía viniendo constantemente era Yael, uno de mis mejores amigos, por no decir el único que tenía ahora mismo. Habíamos sido amigos desde segundo de primaria...
El corazón me latía fuertemente por debajo del pecho, como si en cualquier momento fuera a salirse de su sitio. Me sentía la cara súper roja y solo quería salir corriendo de allí y llorar.
-¡Niños! ¡Guardad silencio!-gritaba la profesora mientras daba palmadas.
Yo estaba allí, delante de toda la clase, al lado de mi nueva profesora, esperando a que algo horrible pasara.
-Bien niños, esta es Alejandra-anunció la profesora.
-Alex-dije por lo bajinis.
-Una nueva alumna-aclaró -quiero que os portéis bien con ella y le enseñéis el cole, ¿vale?
Los niños seguían sin decir nada, solo posaban sus ojos sobre mí, todos me miraban. Yo sentía la cara cada vez más colorada.
-Bien cariño, ¿por qué no te sientas con Hayley?
-¡Jo!, yo quiero estar con Anna.-se quejó Hayley.
-Bueno, está bien-cedió la profesora- a ver, ¿quién quiere sentarse con Alex?
Nadie levantaba la mano. Mi cara iba a explotar y las lágrimas ya estaban casi en mis ojos.
-Venga niños, seguro que tiene muchas cosas para contar, ¿verdad cariño?-dijo mirándome al final y tocándome la mejilla. Yo sonreí tímidamente aguantando mis lágrimas.
Una mano fugaz se levantó entre todas las cabezas de los niños. Me puse de puntillas para poder ver de quien se trataba, pero no veía su rostro. Tan solo veía un pequeño brazo levantado.
-Gracias Yael-le agradeció la profesora-ve a lado de Yael, ¿vale?
Cogí mi maleta nueva y me dirigí hacia aquel niño. Tenía unas enormes gafas azules que le hacían sus ojos grises todavía más enormes. El pelo rubio y rizado le caía sobre la cara.
-¡Hola Alejandra!-me dijo casi eufórico-me encantan las historias, me llamo Yael y tengo siete años, ¿Te gustan las historias? ¿Cuántos años tienes?
-Alex-le corregí -y tengo siete.
-¡Anda, igual que yo!
Hubo un silencio incómodo, así que aproveché y saqué el estuche de la maleta.
-¿Pokemon?-preguntó mirando mi estuche que obviamente era de Pokemon.
Asentí mirándole incómodamente.
-¡Anda, me encanta Pokemon!-me dijo eufórico de nuevo-¡Yo también tengo mi estuche de Pokemon!
Alargó su mano metiéndola en la maleta y sacando un pequeño estuche de Pokemon. Una sonrisa apareció en mi cara.
-¡Guau! Tenemos muchas cosas en común.-me dijo mirándome a través de aquellas enormes gafas-Deberíamos ser mejores amigos, ¿no crees?
-Vale.-dije sonriendo.
Así de fácil.
Cuando eres pequeño no tienes vergüenza de nada y mucho menos de hacer amigos.
Yael había sido mi mejor amigo hasta que empecé a salir con Daren hace unos diez meses. Digamos que Daren y Yael no se llevan bien y yo, cegada del amor, elegí quedarme con Daren y desperdiciar casi diez años de amistad con Yael.
Como dije antes, la vida no es juego donde puedas rehacer lo hecho. Pero aquí está él, después de casi tres meses, aún sigue visitándome.
No ha cambiado mucho, sus gafas han sido reemplazadas por lentillas, pero aún tiene esa melena rubia cayéndole por los ojos, ese hoyuelo en la mejilla izquierda cuando ríe y esa sonrisa de dientes torcidos pero perfectos. Teníamos nuestros momentos, a veces incluso nos peleábamos a muerte. Pero en el fondo nos queríamos, nos necesitábamos, como lo que pasa con los hermanos. Yael era mi hermano, no de sangre, estaba claro.
Oigo varios pasos venir hacia mi habitación y junto a ellos, varias voces.
-Sí, sólo serán dos-dice una voz afeminada.-No, no. No permitiremos ningún tipo de riesgo, sólo es una prue...
-Está bien.-le corta otra voz. Esta voz me es familiar. Mi madre. ¿Qué está haciendo aquí?¿De qué hablan?
Las voces siguen murmurando pero pierdo el hilo de la conversación. Vuelvo a oír nuevos pasos y esta vez, puedo oír con total claridad lo que dicen.
-Bien, ¿Empezamos hoy?-pregunta la voz afeminada. Supongo que será una enfermera o una doctora.
-Mejor mañana.-replica mi madre.
-Como deseen, entonces, hasta mañana señora Fitzgerald.-se despide la doctora.
Oigo sus pasos desaparecer, pero oigo otros que se acercan cada vez más a mi habitación.
Veo la cabeza de mi madre aparecer por la puerta blanca del cuarto. Lleva el pelo suelto, lo que hace que sus grandes rizos oscuros caigan como olas a ambos lados de su cara. Las arrugas debajo de sus ojos se acentúan cada vez más. Avanza por la sala y se sienta en el sillón que hay justo al lado de la cama donde me encuentro.
-Hola cariño.-dice en tono cariñoso. Justo el tono de voz que usan las madres antes de darte una mala noticia.
Hace una pausa como si alguien fuera a contestar.
-He hablado con la doctora Bilson,-comienza a explicar-y nos ha propuesto una idea.
Se levanta del sillón y se acerca más a mí. Apoya su mano en mi mejilla y me acaricia hasta llegar a la parte superior de mi frente. Suspira y prosigue.
-Quieren hacerte una clase de pruebas para ver si tu organismo y cerebro reaccionan de la forma adecuada.
Aparta su mano de mi frente y coge la mía entre las suyas, colocándomela en su cara. No siento nada. No siento su cara, no siento las imperfecciones de su piel. No siento las arrugas ni el hoyuelo de sus mejillas que yo he heredado.
-No debes preocuparte de nada, tu solo...-hace otra pausa para tragar saliva-si me escuchas, intenta hacerlo lo mejor posible, ¿sí?
Esta vez se inclina lo máximo posible y me besa la frente y la punta de la nariz.
-Te quiero.-me susurra al oído.
"Y yo a ti" me hubiera gustado decirle.
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Escrito en las estrellas
Teen FictionAlex es una chica adolescente, guapa y popular, viviendo su vida al máximo y disfrutando cada día de ella. Hasta que una inesperada noche, antes de una increíble fiesta, Alex deja de ser como otra chica cualquiera. Ahora Alex es una chica adolescent...