PARTE 1. CAPÍTULO 5. "Último intento"

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Al día siguiente alguien entra en la habitación por la mañana sin llamar, cosa que me sorprende.

-Perdón-dice una voz conocida-no he llamado porque... bueno, tampoco es que vayas a responder... lo siento.

Yael aparece por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. Lleva el pelo alborotado, como siempre, un jersey azul que le va a juego con sus ojos y unos vaqueros rotos oscuros.

-¿Qué tal estás, Bella Durmiente?-dice cruzando la habitación.

Sonrío interiormente. Me percato de que algo en él ha cambiado. Cuando vuelve a abrir la boca, averiguo de que se trata. Un pequeño alambre le recorre la boca de un lado a otro, con pequeñas gomas de color azul oscuro.

Le han puesto aparatos.

-¡Muy bien, Yael!-dice él con voz chillona tratando de imitar la mía, aunque no se parece en nada.

Deseo reírme, como hacía antes. Antes de quedarme así. Antes, mucho antes...

Yael se acercó a mí con el hilo colgando entre sus dedos y con una sonrisa enorme.

-¿Estás seguro?-dije entre risas.

Yael empezó a reírse mientras sacudía su cabeza de un lado a otro, haciendo que los mechones de pelo se le cayeran sobre los ojos.

No podía parar de reírme, parte de ello debido a los nervios y al miedo que sentía en aquel momento. Sentí la saliva salirse de su sitio por culpa de las carcajadas, y la limpié con la manga de un manotazo.

-Venga, hazlo rápido.-dije riéndome aún.

Dejé la boca abierta, Yael se aproximó a mí y enredó el hilo en el último diente de leche que me quedaba. Sus manos temblaban por la risa que aún se apoderaba de él.

-¿Lista?

Sin esperar ninguna respuesta, Yael tiró del hilo fuertemente, haciendo que mi diente saliera disparado hacia arriba.

Ambos nos quedamos boquiabiertos mientras observábamos el diente caer y rodar por el suelo. Sentí un leve pinchazo en la encía, así que me llevé el dedo hacía ella. Lo retiré y una gota de sangre manchaba mi yema.

Miré a Yael incrédula y él empezó a reír de nuevo. Se acercó a mí, esta vez sin el hilo, y me abrazó mientras los dos reíamos.

Esa es una de las cosas que más echo de menos, reír.

-Lo siento por no haber podido venir estos últimos días, ya sabes, el verano, el principio del curso, las nuevas chicas… Ya sabes…

Ojala pudiera darle uno de mis sabios consejos femeninos, pero da igual, no me escucharía de todos modos. Deseo tanto abrazarle en estos momentos.

-Ten cuidado con las chicas, Yael.-dice volviendo a imitar mi voz chillona.

-Sí, Alex.-dice respondiéndose él mismo.

Se ríe mirándome y se deja caer sobre el sillón donde se habían sentado ya tantas personas..

Todo huele diferente. Huele a felicidad, la felicidad que Yael ha traído consigo, la echo de menos. Mucho.

Yael suspira y empieza a rascarse la cabeza, como si se estuviera cuestionando algo interiormente.

-No quiero ser aguafiestas, ni arruinar probablemente el único momento de diversión que has tenido en todo el día… o en toda la semana-dice esto último susurrando, pero su rostro a cambiado, su hoyuelo a desaparecido y su cara tiene un aspecto mucho más serio, cosa que me preocupa.

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