«C a p í t u l o U n o»

283 47 5
                                    

Era un día normal en las abarrotadas calles que conformaban el mercado principal de Whiteridge, con el bullicio de los comerciantes ansiosos de atraer a los pueblerinos que transitaban a sus puestos y llenando la zona de un vivaz ambiente.

El pequeño joven de oscuros cabellos observaba desde su pequeño local el entusiasmo de la gente por adquisiciones materiales sin comprender del todo el atractivo de aquellas joyas de fantasía o las reliquias traídas del reino vecino de Soumerfell, ignorando desmesuradamente el suyo.

Para Hoseok, no había nada en aquellos artilugios que solo servían para alardear sobre el poder adquisitivo de las familias del reino, en cambio su curiosa mercancía era todo un tesoro que valía la pena obtener aún en una sociedad que había desechado el valor de su trabajo.

Antes su labranza era aclamada cuando las personas mantenían el interés en el romanticismo y la magia que su negocio garantizaba, era una dicha proporcionarle a las personas aquellos corazones que se volvía una extensión de ellos, aguardando los sentimientos más puros que nacían del amor y empatía de sus personas, ese era su labor hasta que el interés e incluso la avaricia volvió más voluble a la sociedad.

La atención del pequeño azabache se enfocó en un joven que se encontraba escudriñando su puesto a unos metros de distancia, Hoseok le regaló una de sus más entusiastas sonrisas acercándose sin pena al curioso muchacho de llamativos cabellos rojos.

–Disculpe caballero ¿le interesa comprar un corazón?–.

La sonrisa de Hoseok se perdió cuando sus ojos encontraron los del joven quién negó con suavidad, sus pequeños ojos almendrados reflejaban un vacío inminente mezclados con una tristeza que no encajaba con los rasgos tan angelicales y dulces del bonito doncel frente a él.

–Me temo qué no es lo que busco, pero... ¿puedes reparar corazones?–.

La dulzura de su voz descolocó aun más al azabache haciéndolo fruncir el ceño, la personalidad tan apacible que el pequeño doncel transmitía no era propia de una persona que parecía jactarse de poseer un corazón roto y desdichado.

–No, yo sólo vendo corazones– señaló detrás de sí para que el menor detallará su pequeña tienda –pero sé de alguien que puede ayudarle–.

Hoseok guío al pelirrojo por las transitadas calles hasta aquel Taller al que solía frecuentar cuando sus días eran demasiado monótonos o aburridos, intentando inútilmente aprender de su más cercano amigo, logrando solo a reconocer algunas herramientas o sustituir piezas y engranajes.

Caminaron por unos minutos hasta una zona donde el bullicio del bazar se reducía considerablemente, Hoseok sabía de antemano que aquel Taller era posiblemente el único lugar en el cual el joven doncel podría encontrar ayuda a su inminente problema.

Aún cuándo Whiteridge era próspero y uno de los siete reinos más grandes del continente, los pocos Talleres que se dedicaban a este oficio habían cerrado debido a la escasez de clientes que buscaban sus servicios, obligando a la mayoría a emigrar en busca donde desempeñar su labor.

Afortunadamente su querido amigo se rehusó a buscar una ciudad con más oportunidades de trabajo o dedicarse a la pesca o carpintería, sin embargo tuvo que estar abierto a las propuestas de aquellos que acudían a su Taller con pedidos extravagantes, viéndose obligado a forjar armas, herramientas o alhajas de hierro, cobre o bronce.

–Es aquí, dame un momento–.

Indicó el azabache una vez se detuvieron frente a la puerta del Taller, el más joven esperó pacientemente a que el vendedor de corazones tocara tres veces en un ritmo peculiar que hizo reír al de rojizos cabellos.

HERRERO DE CORAZONES    | Yoonmin ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora