⚠︎𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 1⚠︎

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Salgo de mí aturdimiento, lanzando lo primero que viene a mí mente

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Salgo de mí aturdimiento, lanzando lo primero que viene a mí mente.

–Fíjate por dónde caminas imbécil –le grito al idiota que se cruzó en mí camino.

Sigo adelante mientras escucho como el muchacho sigue insultándome tras casi haberlo atropellado. ¿Pero que culpa tengo yo, de que no se haya fijado que estaba en verde? En fin, la hipocresía de la ciudad.

En estos momento mí sistema nervioso está demasiado alterado como razonar correctamente, ¿Y quién lo estaría cuando tiene que volver obligatoriamente a su pueblito natal dónde un suceso marco su vida?

A lo lejos veo acercarme a la salida de la ciudad, enciendo la radio. Al no pasar música buena pongo mí pendrive, sonando por los parlantes del coche Thunderstruck de AC/DC. Golpeó levemente el volante al ritmo de la canción, al igual que cabeza sacudiéndola al ritmo de está.
Los nervios siguen consumiéndome aunque todavía faltan horas para llegar. Tarareo la canción, en un intento de bajarle a mis molestares.

Las horas pasaron lentamente sintiendo las una tortura, a lo lejos veo un autoservicio, me adentro a ella y bajo del coche.

–Joder –murmuro estirándome, todo el cuerpo me dolía más que nada los glúteos, creo que quede más plana de lo ya estaba, genial.

Le cargó gasolina y entro a comprar una cosas para el camino. Al hacerlo una campanita suena, un hombre detrás del recibidor posa su vista en mí con una expresión de indiferencia. Lo ignoro pasando por las estanterías, agarro todo lo que necesito y mientras mis pasos se dirigían al recibidor, escucho la radio pronunciar  algo familiar para mí.

La población de Ganncross se encuentran en crisis, aterrorizados por los últimos ataques de asesinatos en un pueblo vecinos. ¿Seremos los siguientes? Es la gran pregunta que se hacen los habitantes de este tranquilo pueblo.–Una voz femenina informa, dejándome bastante intrigada ¿Por qué mis padre no me mencionaron de esto?

–Algo más –pregunta el hombre irritado, ¡Por dios, que humor! Y yo creí que tenía mal carácter. Niego con mí cabeza y le entrego el dinero, me dan el vuelto y me largo.

Una hora exactamente me encontraba en la orilla de la ruta mirando el cartel.

Bienvenidos a Ganncross.

De mí boca sale un largo suspiro cargado de frustración, pego mí frente al volante. Tu puedes, me repito una y otra vez en mí mente, batallando con todos aquellos flashback que surgen en mí mente.

Vuelvo a encender el coche, una escalofrío recorre mí cuerpo y mí mente no para de atormentarme ¿Aquello volverá?

Aceleró pasando el cartel y luego de unos poquitos kilómetros puedo apreciar el pequeño pueblo, colorido y acogedor.

Recorro las casi solitarias calles, acercándome cada vez más a mí destino.

Cómo la recordaba, fue lo que pensé al estacionarme delante de aquella casa donde crecí.

Mis manos temblaban, mí corazón dio un vuelco dejándome sin aire por un segundo. La briza golpea mí cuerpo helándolo, el olor de las coloridas plantas yacientes en el jardín entran por mis fosas nasales llenándome de recuerdos. Doy pequeños pasos por la vereda de cemento hacía la puerta, mí vista recorre por la vieja casa, no había cambiado en nada, era tan colorida como lo recordaba.

Alzo la mano en forma de puño, doy un paso atrás, la sostengo allí llenándome de pensamientos. Pensando si ya es demasiado tarde para dar un paso atrás y irme.

Mis ojos se detienen en una de las ventanas de la planta alta, un nudo quema mí garganta y un flashback golpea mí mente.

Flashback

El sol molestaba mí vista, una de mis manos se encontraba sobre mis cejas tratando de tapar aquella molestia. No despegó mis ojos del maravilloso bosque, era simplemente tan asombroso y sorprendente.

Una suave voz interrumpe mí ida del mundo, volviendo así a la realidad. Volteo encontrándomela con un pequeño vestido, dos coletas, se veía tan adorable. Miro el espejo que se encontraba del otro lado de la habitación apuntándonos, mí vestimenta y peinado era exactamente igual a la niña que tenía enfrente, mí hermana. Nos encantaba vestirnos igual, era algo que siempre compartíamos.

–Ava, Ava. mamá acepto llevarnos al parque! – chilla de felicidad tironeado mí mano para que la siga. Le doy una sonrisa llena de ternura y sigo sus torpes pasos.

–Aguarda no te vayas a caer – la sostengo antes que caiga– eres muy torpe – largo una pequeña carcajada al ver su expresión, me causaba tanta risa cuando se enojaba, sus regordetes cachetes parecías dos tomates. Los aprieto con suavidad, obteniendo un manotazo de parte de ella– Eu – protesto sobando mí mano. Escucho como larga una carcajada.

–No vuelvas a apretar mí cachetes –me regaña.

–Okey pequeña pompón, vamos que mamá nos espera.

Llegamos al parque repleto de niños, Aubrey tironea mí mano hacia el tobogán, ella sube por las escaleras mientras yo la espero en el fin de está.

Desvío mí vista por unos minutos, paseándolos por todo el parque, mirando como los niños corren de aquí para allá, como la gente conversa tomando unos mates y compartiendo. La verdad el día se prestaba bastante, no estaba ni fresco y ni muy caluroso, era perfecto.

Un grito me desconcierta y con rapidez sin saber lo que pasa a mí alrededor, sostengo a mí pequeña hermana antes que toque el suelo. Miro a lo alto del tobogán y veo a un niño con un sonrisa sínica. Entiendo lo sucedido y vuelvo mí atención a mí hermana.

–¿Estás bien?  – le pregunto, repasando la de arriba abajo buscando alguna raspadura.

–Si, solo me asusté – sostiene una mano en su pecho – ¿Prometes nunca dejarme caer?.–la abrazo con fuerza.

–Lo prometo – le susurro.

Fin flashback.

Y yo había roto esa promesa en el primer momento de lo sucedido.

Cobarde, era lo que me repetía mí mente al tal recuerdo.

Retrocedo con lentitud, bajando la mano que tenía suspendida en el aire, echa un pucho al intento de tocar la puerta. Me reprendo una y otra vez, pensando el lo cobarde e estúpida que era al creer que había soltado aquel pasado.

–Ava – una voz esperanzada se escucha tras mí espalda, interrumpiendo mí escapada. Me doy la vuelta buscando aquella voz, encontrándome una señora castaña, bajita, con pequeñas arrugas casi invisibles, vestida con un delantal.

–Mamá – le doy una sonrisa que no llega hasta mis ojos.

–Mamá – le doy una sonrisa que no llega hasta mis ojos

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𝙊𝙍𝘼𝙏𝙀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora