Postrera bondad

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     Rut capítulo tres
El asunto de la redención aun le da vueltas en la cabeza a Noemí. Lo ha pensado algunas veces hasta que lo confiesa abiertamente a su nuera.
—¿No he de buscar hogar para ti, para que te vaya bien? ¿No es Booz nuestro pariente con cuyas criadas tú has estado?
Ciertamente Noemí está muy agradecida con Rut. Ante todos cambió su nombre, mostrando públicamente su amargura. Sin embargo, nunca ha dejado de amar y ser buena con su nuera como ella ha sido con su suegra. Ahora siente que debe hacer algo más. Noemí conoce las costumbres y leyes de su pueblo. Por eso no abandona la idea de desposar a Rut, para buscarle un hogar feliz. Pero solo piensa en el novio ideal para su nuera, Booz. El que ha sido bueno y compasivo con ambas. Ella lo conoce desde hace muchos años y pone en marcha su plan.

Una fiesta se celebra en la ciudad, la fiesta de la cebada. Todos participarán. Las doncellas llevarán sus mejores vestidos y danzarán con alegría. La música pondrá a todos a bailar. Los viejos observarán con añoranza a los más jóvenes, recordando buenas etapas del pasado. Y los dueños de los campos separarán la semilla de la paja. Será toda una celebración, comida y vino, música y danza, trigo y cebada, jóvenes y viejos, ricos y pobres. Noemí desea que Rut vaya.
Ella le insiste: báñate, perfúmate, ponte tu mejor vestido y ve a la fiesta.
Rut obedece a Noemí y promete cumplir con otras indicaciones que su suegra le da.

La joven Rut llega a la fiesta. El sonido de la música se oía a lo lejos, pero ahora es incluso más armonioso. Hay niños corriendo, ancianos conversando y doncellas bailando. Nunca antes ha asistido a una fiesta como esta, aunque ha escuchado hablar de ellas en Moab. Su mirada está perdida, no obstante, quiere encontrar a alguien sin ser vista. Booz está al lado del trigo con sus amigos. Está bebiendo y sonriendo. Come y bebe, de vez en cuando mira a los invitados y Rut se oculta de él. Ella está entre las mujeres, pero no se descuida en ningún momento. Booz no la puede ver.
¡Rut está tan hermosa! Y varios en la fiesta lo notan. Algunos solteros quieren captar su atención. Pero ella ni los mira, ¡Vaya disgusto se dan! Un moreno la invita a bailar, pero ella se niega cortésmente.
La fiesta ha acabado. Las doncellas se retiran a sus casas. Los hombres pasarán la noche allí, junto al montón de trigo. Todos salen en grupos, hablando de la alegría de la fiesta. Rut, en cambio, hace silencio y desaparece de la vista de los demás. Espera a que todos se acuesten y mira cuidadosamente dónde se recuesta a descansar Booz. Ella se acerca, camina muy despacio entre los hombres que duermen. El corazón le palpita muy de prisa. Eso no la detiene. Recuerda las palabras que le dijo a Noemí: Haré todo lo que me mandes. Se acerca un poco más a Booz, pero no demasiado. Se inclina y destapa los pies del pariente de Noemí. No se despertó, ni siquiera lo notó. Se nota muy cansado, el vino lo tiene completamente dormido. Pero a medianoche hay una brisa más fresca y se despierta estremecido. Quiere cubrirse del frío de la noche, pero encuentra la silueta de una mujer a sus pies.
—¿Quién eres? — dice él.
Booz no hace un escándalo. No grita pensando que es un ladrón. No se supone que una mujer duerma a su lado junto a la era, pero espera que ella le dé una respuesta y lo hace.
— Yo soy Rut tu sierva — Sus primeras palabras la delatan. Booz reconoce esa voz a oscuras y aunque fuese un susurro. Se trata de la bella Rut — Extiende, pues, tu manto sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano.
Rut nunca le ha pedido nada a Booz y él ha sido bueno con ella. Ahora le pide algo grande: ¡Cásate conmigo! Extender el manto significa redimirla. Estoy muy segura que esa petición nunca antes fue hecha de ese modo y menos recomendada por una suegra.
Rut lo acaba de decir. Había repetido esa frase en su mente muchas veces, en la celebración, cuando el moreno la invitó a bailar y en la era, junto a Booz. No se había dormido, se adormecía a veces, pero volvía en sí repitiendo esas palabras: Extiende tu manto sobre tu sierva.
Y aquí viene la parte curiosa. Booz le dice: "Dios te bendiga". El saludo común del pueblo de Dios fue una vez el sí de una propuesta de matrimonio. Rut finalmente toma una bocanada de aire y suelta el que contuvo por unos segundos.
Booz continúa:
— ... hija mía has hecho mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú me digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa. Y ahora, aunque es cierto que yo soy pariente cercano, con todo eso hay pariente más cercano que yo. Pasa aquí la noche, y aunque sea de día si él te redimiere, bien, redímate, más, si él no te quisiere redimir, yo te redimiré, vive Jehová. Descansa, pues, hasta la mañana.

La bondad de Rut es mayor que la primera. No solo se aventura a un futuro incierto con su suegra, sino que abraza para sí lo que ella le ha escogido.
La Biblia asegura que Booz no era joven, se estima que tenía unos sesenta años y Rut pasaba los treinta. Siendo ella jóven y en edad de casarse, no busca a los jóvenes. Rechaza todas las demás ofertas, la de volverse una prostituta en Moab para sustentarse, la oferta de buscar marido en su pueblo pagano o desposarse con algún hombre contemporáneo a su edad. Ahora solo le importa la descendencia de su difunto marido y el cuidado de su suegra. Su postrera bondad es mayor que la anterior, que el esfuerzo de recoger espigas en el campo cada día. Este acto de bondad es grande.

Rut se acuesta nuevamente, descansa a los pies de Booz confiadamente. La extranjera tiene un redentor.
Se levantan ambos cuando todavía es oscuro, saben que la mañana puede despuntar dentro de poco. Booz le pide su manto y lo llena de cebada. Se echa sobre su hombro aproximadamente 44 libras. Booz la ayuda a acomodárselo. Cada minuto que pasa brinda más resplandor. Entonces Booz la mira, observa ese bello vestido y percibe ese aroma del perfume. ¡Qué afortunado es!
Ella se marcha bendecida, pero me pregunto ¿por qué le regala cebada? ¿No se va a casar con ella? ¿Las riquezas suyas no serían de ella? Hay otro redentor que puede desposarla. Aunque él no la despose, quiere bendecirla y muestra nuevamente bondad, aunque exista un 50 por ciento de posibilidad de que no se convierta en su mujer.
Rut regresa a su casa. Noemí la está esperando, ella le cuenta todo y le muestra el trigo que Booz le dio. La suegra sonríe, como sonríen las suegras cuando tienen la razón. Noemí conoce muy bien a su pariente y sabía que iba a querer desposarla. De lo contrario, no la hubiese enviado a la era.
—Espérate, hija mía, hasta que sepas cómo se resuelve el asunto; porque aquel hombre no descansará hasta que concluya el asunto de hoy — Le dice su suegra.
                                           

Bondad en Moab y en BelénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora