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Los ojos de Nayeon se habían iluminado cuando miró el pastel de cajeta bajo el botecito de yogurt entrar por la puerta de nuestra casa, y casi se desmaya cuando, después de verme guardar el yogurt en el refrigerador, lo abrí para partirlo.
— ¡Por Dios, jamás había probado algo tan delicioso!
— Eso dijiste la primera vez que nos besamos...
— Pues me equivoqué, yo no sabía nada de la vida hasta ahora... —Reí y la miré mal, ella solo se concentró en comer gustosa su plato de pastel—. Está buenísimo, muchas gracias Mina.
— No hay de qué.
Nayeon siguió comiendo y yo la miraba mientras lo hacía. Me había dicho que no estaba molesta pero la conozco muy bien como para saber que algo ocurre con ella.
— ¿Ya me vas a decir qué es lo que tienes? —Pregunté seria. Recargué mi barbilla en mi mano sobre la mesa sin dejar de verla, esperando que entendiera que quería la verdad y nada más.
— ¿De qué...? —Murmuró con la cuchara entre sus labios, mirándome un poco asustada de la seriedad que tomó el ambiente.
— Ya, Yeonnie. No me gusta que me ocultes las cosas, creí que ya teníamos la confianza suficiente como para contarnos todo... —Nayeon sacó la cuchara de sus labios y bajó la mirada conforme hablaba—. Hasta el más mínimo e insignificante detalle, porque nos amamos, y por eso estamos juntas.
— Lo siento, unnie... Es que... —Nayeon lamió sus labios y tomó aire—. Lo que pasa es que... Jeongyeon me contó que ella y Momo ya tuvieron sexo, y llevan medio año de relación. Entonces... Tú y yo, tenemos dos años...
— Oh, Nayeon... ¿Es por eso...? —Iba a ponerme a recriminar su amistad con Jeongyeon pero ella me lo impidió.
— ¡No, no! No es por eso, unnie. No es porque Jeongyeon me haya metido esa idea o porque yo esté muy necesitada, es que...
— Vamos, Nayeon... —Ella suspiró. Se miraba triste, evitando poner su mirada en la mía. Odio eso.
— Yo pedí que lo hiciéramos, porque pensé que ya era mucho tiempo esperando para ti, y no es justo. Pero entonces te negaste y yo... Bueno, sentí que en realidad era más por mi... No sé, quizá algo de mí no te gusta mucho...
— Nayeon, ya, no me digas más.
Me levanté de la silla y con su mirada angustiada siguiéndome, la tomé de la mano y la guíe conmigo hasta nuestra habitación. Una vez ahí la abracé con fuerza, dejando que escondiera su rostro en mi cuello.
— Sabía que eras idiota, pero no tanto. Nayeon, por favor, ¿Cómo puedes pensar que algo de ti no me gusta? Eres perfecta y amo cada jodida parte de ti, y no quiero que vuelvas a cuestionarlo nunca. Así que quiero que te saques esas ideas estúpidas de la cabeza porque te amo.
Nayeon asintió sobre mi cuello, aferrándose a mí con sus brazos y sonriendo como niña consentida.
— Yo también te amo, unnie... Y a nuestro hijito también, ¿No?
— Oh sí, claro. También a nuestro pequeño bebé.
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