Día cincuenta y tres.

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Querida Malú:

La señora Meléndez jaló de mis cobijas y después de mis pies durante la madrugada; mientras estaba en el suelo y procesando lo que había ocurrido, ella se acercó a mi oído y susurró: "Salgan". Cuando por fin logré verla, sus ojos negros me penetraron el alma al igual que una daga. 

A la mañana siguiente desperté debajo del puente en el que falleció la señora Meléndez. Mis padres se preocuparon por mí porque estaba bastante lejos de mi hogar.

No tengo idea de cómo salí de mi casa y caminé setenta kilómetros descalza y en pijama.

Querida Malú [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora