Capítulo 2

48 16 0
                                    

La casa está hecha un desastre, estoy en frente de todo el desorden intentado buscarle una explicación a todo esto.

Gritos susurros, doñas que se miran unas a otras buscando una respuesta.

O puede que lo último solo sean imaginaciones mias. Pero lo que su es real es la chica rubia que hay en medio de todo el desorden

Ni de coña

Se suponía que venían por la noche no ahora, son ganas de sufrir a lo tonto

El dolor que había menguado gracias a la pastilla de Pandora ha vuelto a florecer, su estúpida voz sigue retumbando por toda la casa.

Tobías esta enterado de esto? Y si es así por qué no me ha dicho nada.

Dios mío, solo espero que a nadie se le haya ocurrido mover algo de mi habitación porque ahí si que me voy a molestar.

Con un poco de suerte no se habrá percatado de mi presencia y podré subir a mí habitación sin hacer el menor ruido posible.

Con cuidado y entre los escombros voy pasando detrás de ella.

Juraría que no estoy haciendo nada de ruido. Sigilosamente me voy acercando a la escalera.

Voy a subir un peldaño y...

— tú, es que no piensas ayudar?

Me paro en seco en frente de los peldaños.

— paso.

— no era una pregunta, acabo de venir a esta casa y ya está todo por los suelos. Es que aquí no limpiais.

— si no te gusta como mantenemos el orden eres libre de irte a tu puta casa.

Digo señalando la puerta.

— me estás echando? - dice Micaela retándome.

— chicas chicas... Haya paz.

Sam llega a nosotras con las manos en alto, despacio y con cuidado por si fuéramos a saltarle al cuello.

— Judith, tu puedes irte a tu habitación mientras Micaela asienta sus maletas.

— no es justo que ella siempre se libre de sus ocupaciones, tenemos que ayudar todos a preparar la bienvenida.

Paso de seguir escuchándolos y me vuelvo a dirigir a las escaleras.

— Judith deja de ser tan cria y ayuda.- para de hablar al ver que no la contesto.— la fiesta nos favorece a todos así que mueve el culo hacia aquí y ayuda.

No la contesto, lo único que hago es subir mi mando arriba de mi cabeza sacando el dedo del medio.

— eres una niñata- me grita Micaela cuando termino de subir las escaleras.

Recorro el pasillo y llego a mi cuarto, nada más entrar me tumbo en la cama.

Dios que horror, se mete en casa unas horas y lo deja todo patas arriba, creyéndose la reina de cada sitio al que va.

Ha pasado un año desde que no la veo, y como siempre cada vez que viene hacemos una fiesta de bienvenida, en la que invitamos a todos los altos mandos de las centrales de América.

Fiesta que yo me pierdo desde que tengo 14 años.

Cuando teníamos 12 solíamos pasar bastante tiempo marco, Sam, Nicolás ella y yo.

Nos lo pasábamos bien, íbamos de acampada los domingos con el padre de Micaela.

Algunos findes de semana dormíamos en la casa de Nicolás y espiábamos a los muchos amantes de su madre. Claro está que cuando el padre de Nicolás, el estirado señor Richard se enteró no le hizo mucha gracia que no le dijéramos nada.

Los anónimos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora