PREFACIO

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Jueves 8 de noviembre del 2007


—Quédate quieta y sígueme la corriente.

—Christian, ¿qué haces? —le preguntó Lizzy a su mejor amigo cuando este comenzó a acercarle la cara a la suya de manera insinuante.

—Voy a besarte —contestó él.

Antes de que la chica pudiese siquiera chistar, los labios carnosos de su acompañante chocaron firmemente contra los suyos, envolviéndolos en un beso inesperadamente agradable.

Lizzy no tenía ninguna idea de que su mejor amigo tuviese tanta destreza en el arte de besar; es más, jamás se le ocurrió pensar que alguna vez llegaría a comprobarlo por sí misma.

Pero, joder, el tipo sabía muy bien lo que hacía.

Mientras sus mejillas quemaban y ardían, las manos de él buscaron hundirse en su pelo. Confundida, ella trataba de entender su comportamiento, pero su sorpresivo ataque, la había dejado sin palabras.

—No tienes que aguantarte a ese idiota porque yo puedo darte mucho más de lo que él te ofrece. Yo sí puedo darte amor de verdad —afirmó el chico, mientras las bocas se encontraban y luchaban tibiamente, con movimientos vivos, pero sin ser demasiado profundos.

Ella no contestó. No pudo. Estaba tan bloqueada que no sabía ni siquiera si seguía respirando.

¿Qué rayos? ¿Christian estaba drogado o algo similar? ¿A qué se debía su extraña reacción?

Por lo visto no le bastaba con que, destrozada y llorando como una niña, le hubiese abierto su corazón para confesarle como, de la manera más cobarde, el hombre que ella amaba le había roto el corazón.

Había desnudado su alma, confesando sus temores, su dolor y lo estúpida que se sentía por confiar en alguien que nunca la había amado en realidad. Ella le había confiado sus tristezas para buscar un poco de ánimo, y a él se le había ocurrido... ¿besarla?

¿Qué clase de amigo era? ¿De los que aprovechan la vulnerabilidad de una mujer para obtener lo que desean?

Lizzy no entendía nada. ¿Por qué los hombres querían solucionarlo todo de una manera hormonal? Y lo más increíble, ¿desde cuándo ella se había vuelto objeto del deseo de su mejor amigo?

Estupendo...

Como si no tuviese ya suficientes líos, ahora tenía que lidiar con uno al que jamás llegó a ver como un peligro. Su mejor amigo ahora se creía el príncipe azul que llegaba en su valiente corcel para rescatarla de las garras del dragón que la tenía prisionera en la torre.

Pero, pues no.

El hecho de que a su mejor amigo le calzara a la perfección el adjetivo "encantador", no quería decir que ella iba a caer rendida a sus pies como lo hacían todas.

Recuperando su cordura, Lizzy detuvo el beso, le sujetó las manos retirándolas de su cuello y se separó varios centímetros de él mientras se miraban a los ojos. Cuando estuvo a punto de comenzar a indagar sobre lo que acababa de suceder, inesperadamente, él cambió la posición de su mirada y la desvió por encima de su hombro.

—¡Greeicy! —exclamó falsamente sorprendido— ¿Hace cuánto tiempo que estás ahí? Te juro que no nos habíamos dado cuenta. Disculpa el espectáculo, justo a la vista de tu casa.

Inmediatamente, Lizzy comprendió a la perfección lo que acababa de suceder y furiosa maldijo para sus adentros.

Christian iba a pagar por su atrevimiento. ¿Es que en serio pensaba que al besarla delante de la mujer por la que su exnovio la había abandonado, haría que se sintiera menos estúpida?

Pídeme que te olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora