CAPÍTULO 1

11 4 0
                                    

Viernes por la noche.

Evan recorrió con la vista el pasillo de la habitación de un extremo a otro varias veces. Era como la quinta vuelta que daba en la cama sin poderse dormir. Estaba bien jodido.

Miró a la mujer que dormía complacida a su lado. Ella era capaz de quitar el aliento de cualquier hombre, pero por alguna razón, para él no resultaba suficiente.

Aquella mujer despampanante no era un complemento para él, sino más bien un accesorio; un capricho que no tenía reparos en complacerlo. En su cama encontraba sexo, pasión, placer, complacencia, pero no amor. ¿De qué le servía una mujer bonita pero frívola?

Esa creencia sexista de que "si es bonita, es tonta" le aplicaba en la totalidad de la palabra...

Alargó una mano para encender la lámpara de la mesita de noche, se sentó en la orilla de la cama y reflexionó.

Estaba enfrascado, varado. Se sentía oculto en una nebulosa en la que los tiempos y los espacios se confundían, incapaz de negarse a sus deseos más carnales.

Aunque, de cualquier forma, negarse sería inútil, porque así lo hubiese intentado, ella se habría inclinado sobre él y le habría bajado la cremallera de la bragueta con los dientes si así fuese necesario.

Se estremeció, preguntándose qué demonios hacía dando vueltas en una cama extraña. ¿Qué sentido tenía seguir exprimiendo placeres sin amor? No era menos que un hombre vacío, entregado al placer, al morbo, a complacer cualquier deseo carnal, pero que no sabía cómo recibir amor ni mucho menos como ofrecerlo.

No pudo contener el pensamiento que le sobrevino sobre su exnovia. Se la imaginó con la cabeza en la almohada, el pelo rizado y brillante enmarcándole la cara, y sintió que le ardía el alma.

A base de fuerza de voluntad, apartó esa imagen de su mente y se levantó de allí.

No le importó que fuera de madrugada cuando comenzó a buscar sus pertenencias entre la ropa que su reciente encuentro había dejado acumulada en el suelo.

Dispuesto a marcharse, comenzó a vestirse con torpeza, consiguiendo que su acompañante despertara de su sueño placentero.

—Evan, ¿qué haces? —preguntó ella adormilada—. ¿Por qué no vuelves a la cama? —añadió en un gruñido.

—¿Pues qué crees que hago? Me voy. No quiero estar más aquí.

—¿A dónde se supone que vas a estas horas?

—No puedo dormir —contestó él, haciendo una mueca mientras trataba de acomodarse la ropa.

La mujer se levantó de la cama descubriendo su desnudez y caminó situándose frente a él.

Primero le recorrió los brazos con las manos, después los hombros, los pectorales. Evan no se movió.

—¿Por qué estás tan tenso? —inquirió—. Vuelve a la cama, cariño. Sé cómo conseguir que duermas cómo un bebé —le musitó luego, susurrándole al oído, mientras con una mano descendió y le acarició la entrepierna con movimientos circulares.

Cuando se lanzó a besarlo, él aceptó sus labios, pero, en el momento que quiso agarrarlo del cuello, le sujetó las manos y se separó varios centímetros de ella.

—Greeicy, para. ¡Déjalo! —le ordenó, mostrándose desinteresado en aceptar su juego.

Tras relamerse, ella volvió a acercársele y comenzó a acariciarle el contorno de los labios con los dedos. Queriendo provocarlo, lentamente le introdujo el pulgar en la boca.

Pídeme que te olvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora