ES ÉL

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Al día de hoy, tres semanas después de su certificación universitaria precisamente, está cumpliendo su labor (como siempre), acabada de asistir al único cirujano del ente de salud en una operación que duró casi cuatro horas. Se lava, y va a cambiarse porque su jornada ya culminó.

— Dr. Cooper — Grito una voz chillona por el pasillo. Espero en su lugar hasta la que una de las nuevas admitidas apareció — ¿Le importaría colaborarnos con una urgencia médica porfavor?. Vienen en camino dos ambulancias con pacientes heridos de urgencia. — Hablaba agitada con una mano en el pecho.

— Está bien.

Sin más, le tocó volver a poner su bata en su lugar y volver a salir con prisa hacia la sala de urgencias. Cuando llegó estaba la jefa de enfermería, y varios internos. Tomo su lugar algo apartado de ellos y espero poco más de una minuto. Las camillas bajaron del vehículo y se arrastraron por el piso hasta llegar a la sala donde estaba ellos. Su mundo tiritó cuando vio la camilla, y se paralizó cuando vio quien entraba ayudando a empujar la misma exigiendo que atendieran a quien estaba acostado inerte en esa cama movediza. Sus piernas no se movían, sus dedos temblaban al igual que su boca y su corazón palpitaba en su máximo nivel, como si fuera adrenalina lo que le ocasionará aquella escena. Era cara, era cara.

— Doctor — Alguien tocó su hombro y dio un salto con cara de Teror, la paranoia que habia curado a medias con tantas idas al psicóloga, volvía con solo verlo

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— Doctor — Alguien tocó su hombro y dio un salto con cara de Teror, la paranoia que habia curado a medias con tantas idas al psicóloga, volvía con solo verlo. — ¿Doctor? — La voz de la chica lo trajo de nuevo a la realizado, al presente. Emprendió el camino acelerado hacia donde había ido la camilla, casi corriendo; se apresuró tanto que chocó con varias personas pero no le importo, solo pedía disculpas y volvía a su trabajo que era entrar a la sala de operaciones. No prestó atención al hombre alegando con una enfermera que no lo dejaba entrar a la sala, él solo entró y se encontró con la jefa de enfermera.

— Doctor Fred ¿Puedo asistirlo? Porfavor — Pidió recibiendo miradas de desconcierta de los presente. Todos notaban su desesperación y la forma como temblaba. El hombre (Fred) que a prisa se lavaba las manos para iniciar la operación miro a la jefa de enfermería que hasta organizaba todo, y checaba a quien estaba en la camilla.

— Alguen que saque al Doctor Cooper de aquí. — Estás fueron las palabras del hombre. Cooper iba a refutar pero el hombre volví a hablar. — Es riesgoso tenerlo en algo tan importante así, mira cómo estás temblando muchacho. — Hechó una mirada al cuerpo inerte pero con pulsaciones -aunque algo irregulares- esas pulsaciones que ya la máquina señalaba para fortuna del chico.

— Doctor Cooper salga por favor, yo me quedaré con a asistir al doctor. — El chico asintió y temblando aún. Se giró y camino a la puerta. Salió y se encontró con los ojos de aquel hombre pendiente a la puerta, se quedaron mirando unos segundos donde nuestro Doctor no detuvo su paso hasta llegar a él y lanzarle unos cuantos puñetazo con todas sus fuerzas, golpes que no fueron en sus lugares porque el hombre se cubría.

— Dijiste que ibas a cuidarlo, dijiste que era lo más preciado que tenías en la vida. — Gritaba sin detener sus manotazos hasta que él hombre le agarro la mano y detuvo sus movimientos. — Eres un maldito, un maldito, tú lo prometiste. — A estas alturas no le importaba el rostro cargado de braveza y seguía intentando safarse para continuar sus intentos de darle en esa "estúpida cara".

— ¿Y a ti que te importa? — Demandó con voz ronca, el cuerpo del peli moreno se contrajo y tembló. Esa voz no dejaba de tener efecto en él apesar de los años.

— Es mi hijo, claro que me importa — Canturreó en voz baja y mirada gacha. — Es mi hijo — Soltó apenas, acompañado de un sollozo

Sin dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora