¡Que comience la aventura!

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La madre de la princesa Yume no hacía otra cosa que caminar de un lado a otro con la vista fija en sus pies, mientras su esposo discutía junto a los reyes dragón y el príncipe.

Prometían encontrar a la princesa. Poner en el aire a cada jinete de dragón para encontrarla, pero sin ninguna pista, más allá del dedo amputado del secuestrador, no sabían ni por dónde empezar a buscar.

El rey de los elfos miró con curiosidad a su esposa, que no había emitido palabra alguna, absorta en su repetitivo paseo y la punta de sus pies.

—Querida... —La llamó ya algo preocupado. —¿Te encuentras bien?

Como si la acabaran de despertar de un sueño, la reina levantó la mirada con un gesto de sorpresa. Rápidamente asintió y explicó.

—Es que estaba pensando... que no sé quién me preocupa más, Yume... o el que la ha secuestrado.



Yume despertó atada con cadenas a un viejo trono. Miró a su alrededor para intentar reconocer la sala. Parecía un antiguo salón del trono, abandonad al tiempo y el polvo sin compasión. Todo estaba oscuro, solo la luz de la luna que entraba por los rotos ventanales iluminaban no más que lo suficiente.

Unas pisadas se acercaron despacio, golpeando su eco por cada pared hasta llegar a sus puntiagudas orejas como un sonido increíblemente molesto.

—Espero que sepas que no vas a conseguir nada con este burdo intento de secuestro. Si yo fuera tú me desataría por las buenas antes de que decida salir de aquí por mí misma... —La voz de la princesa sonaba de forma poderosa en aquella sala, sin ni un solo signo de debilidad, solo fuerza y poder.

—Me encantaría ver una pequeña demostración princesa...



—Como sabéis, los príncipes y princesas de cada reino nacen con dones, poderes sobrehumanos que usar en defensa de su pueblo. —Anunció con solemnidad la reina de los elfos. —Tu Katsuki, tienes la habilidad de crear explosiones ¿no es así? —El príncipe asintió. —Bien, pues Yume no es la excepción. Su don es muy poderoso, puede convocar a las criaturas de los sueños y las pesadillas, y eso sumado a su carácter... me hace preguntarme si de verdad deberíamos preocuparnos tanto porque este sana y salva...



Yume mostraba un antinatural brillo en su mirada tras romper sus cadenas con ayuda de un enorme y etéreo lobo que la custodiaba como un leal protector.

—Maravilloso... muéstrame más princesa, déjame ver que trucos escondes... —El secuestrador se dejó ver a la luz de la luna. Parecía anciano, pero en su rostro no había ni rastro de sus ojos, solo dos cuencas cubiertas de piel retorcida. Demasiado desagradable como para mirarlo directamente.



—¿Pero, y si es precisamente eso lo que iba buscando el secuestrador? He oído que han desaparecido algunos herederos con dones notables para reaparecer poco después como monstruos sin razón que atacaban sus propios reinos. —Informó Katsuki con algo de preocupación. —Es verdad que Yume no tendría problemas en enfrentarse a quien fuera, pero si se trata del mismo caso, ese hombre tendrá las herramientas necesarias para someterla, y si realmente es así, ¡no podemos perder más tiempo hablando como si nada!

—¿Y qué quieres? ¿Buscar sin orden ni concierto por todo el continente? —Le preguntó su madre airada porque hubiera levantado la voz.

—¡Es mejor que quedarse de brazos cruzados!

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