Hacia el atardecer

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En una de las casas mas lejanas de Villa Drama, hacia el bosque, vivía un hombre tan anciano que había conocido 4 generaciones de sus descendientes; decía haber visto una figura parecida a la fundadora caminar hacia el sol entre los árboles que se alzaban marcando el inicio del bosque, al atardecer pocos días después ¿o antes? de declarar la desaparición de Yuti.

Las personas de la villa acordaban que aquel hombre era muy viejo y solo lo imagino o lo inventó, pero Amelia se emocionó con esta pista, era lo mas cerca que había estado de algo que no la hiciera volver al pozo o dar vueltas.  Conocer el funcionamiento, inmportancia e influencia de la magia del pozo era casi imposible, pero quizá, mucho menos que encontrar un ente que solo existía en leyendas y relatos de ancianos. 

 Encargó entonces las pocas pertenencias que poseía en un cuarto a las orillas del pueblo a su enamorado y contra la petición del hombre, para que se quedara, emprendió el camino hacia el atardecer.  Quizá la decisión de buscar a alguien al atardecer y adentrarse al bosque cuando caía la noche era apresurada e impudente, en realidad podemos quitar el quizá, era bastante imprudente. Pero Amelia estaba segura que era la mejor forma de encontrar algo tan inusual e irreal.

Caminó hasta que la luna iluminaba su cabeza, no se había percatado que que era luna llena, aprovecharía la luz un par de horas mas y cuando ésta se escondiera entre las copas de los arboles se sentaría a descansar. Llegando a la punta de una pequeña colina bajó su mochila y se sentó un momento.  No había nada que sonara a villa drama, solo el viento y un par de insectos, sin mirar atrás tomo un poco de agua y sacó la comida.

Durmió al lado de una roca grande que rompía el viento, pero en la colina para poder ver a su alrededor si algo la despertaba.  En sus sueños el hombre de la cafetería la besaba como la noche antes de su partida, eran felices juntos paseando por el parque; se hacía de noche solo quedaban ellos, en medio de la calle, "Amelia, no te vallas"  "Amelia me odias acaso" "Amelia tu no quieres estar conmigo", ella le abrazaba aferrándose a el, no podía hablar, quería gritar pero solo podía aferrarse a el.  Su enamorado le soltaba a fuerza los brazos, cerrando los ojos con desprecio volteaba y se alejaba hasta desaparecer en un destello blanco, un destello como el que mató al niño del pozo.

Amelia despertó sobresaltada entre lágrimas, no sabía si volver en ese momento o seguir con su búsqueda, ¿sería acaso mas importante el amor que seguir su instinto por investigar la historia de esa misteriosa Villa?. Tenía comida para ocho días, cuatro de ida y cuatro de regreso si no encontraba nada, pero no sabía si aguantaría tantos días de pesadillas.

Al bajar la colina pasaba un pequeño arrollo y recargo sus reservas de agua, si tenía otra pesadilla aquella noche volvería pero mientras tanto aprovecharía el día para perderse en el bosque un poco mas.  En la comida encontró un grupo de rocas que parecían una pequeña montaña de no mas de un par de metros, escaló para comer sobre ella y observar el terreno.

Llegando a la cima Amelia vió una casa grande alzarse no muy lejos de su ubicación, parecía una hacienda, aunque descuidada y al parecer deshabitada.  Después de comer emprendió el viaje hasta aquel lugar, no era muy tarde pero la noche la alcanzaría pronto, y no tenía en sus planes dormir en una hacienda abandonada, la ultima vez que lo hizo estaba con su familia pero fue muchos antes, muchos pueblos atrás.

Aquel lugar tenía  un par de arboles frutales que le ofrecían naranjas y duraznos, mientras comía uno de estos frutos revisó las habitaciones, una cocina enorme llena de polvo pero vacía,  un par de cuartos con libros, y entre todo el polvo y la pintura caída, una habitación que parecía abandonada quizá después que el resto de los cuartos.

Al entrar el lugar olía un poco a perfume, aquel olor le generó nostalgia, el deseo de volver a tener algo, alago que no había tenido nunca, era extraño, pensó, era mágico.  La cama estaba hecha, pero en una mesa pegada a la ventana había un cuaderno abierto, una pluma sobre la página y un párrafo sin terminar.  Amelia se sentó en la silla frente al escritorio, era una silla grande, que parecía encajar mejor en la biblioteca de la hacienda, pero que ella también habría tomado para su habitación.

Leyó un poco del diario, era como un diario de secretos, pero nada que llamara la atención de Amelia, hasta que en una página escrito con mas cuidado, y dándole espacio a las palabras leyó:

  Las personas hacen fiestas bajo el cielo estrellado cuando están felices, los días de descarga, ellos no saben pero los días de lluvias torrenciales, truenos y relámpagos,  también eran días de descarga.

Por eso siempre quiero hacer fiesta los días después de la tormenta aunque a la mayoría no les gusta tener fiestas en el suelo mojado y con el cielo aun nublado, pero son las que mas disfruto, cuando un par de luces en las calles contrarrestan la oscuridad que generan las nubes.

Después de leer el diario, Amelia notó que los días despejados solían ser los favoritos de Yuti para sentarse al lado del pozo, o eso parecía, pero, si los días en realidad estaban despejados porque ella se sentaba junto al pozo. 

Amelia tomó el diario, pasó la noche en la hacienda pero en otro cuarto, escogió uno cerca de la concina, pequeño pero acogedor, pasó ahí la noche y al salir el sol emprendió el camino de regreso a Villa Drama.

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