El Nacimiento del Héroe del Tiempo (Saga de Kaiser - Libro 1)

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Después de todo el tiempo que le tomó encontrar un sujeto adecuado para el título del Héroe de Chronos, no era de sorprenderse que al regresar al templo Lúmina encontrase una pila enorme de trabajo pendiente. Gracias a todo lo sagrado, no le llevó demasiado tiempo ponerse al día. Al ostentar el rango de Gran General de La Luz, tenía bajo su responsabilidad parte del ejército de Khan, a las pisipisis. Siendo que ella misma era una, nada más lógico.

Probablemente ese fue el motivo por el que terminó su trabajo pendiente en tiempo récord. Si bien la fuerza física de las pisipisis es prácticamente nula, el poder de sus ataques elementales es extraordinario, convirtiéndolas en las guerreras más temidas por sus adversarios en el campo de batalla. Pero rara vez entraban a combatir. Parte de la naturaleza pisipisi.

Siendo todas ellas energía de luz pura, no sentían inclinación por el derramamiento de sangre, aún si era sangre darken. Así que pasaban la mayor parte del tiempo en el templo, mayoritariamente encargándose del funcionamiento de las cocinas, las lavanderías y la limpieza del templo y barracas, y manejando el cultivo de las tierras que sostenían al ejército entero. A nadie jamás se le ha dado mejor la agricultura y jardinería que a una pisipisi. Incluso una pequeña minoría de ellas trabajaban en las forjas. Todas estas tareas intercaladas con los horarios de entrenamiento, por supuesto, era muy importante mantener afiladas las hábilidades que les dieron su reputación.

Pero ellas no eran las únicas encargadas de tareas triviales. Todos los miembros del ejército colaboraban, de todas las divisiones. Formaba parte de las reglas, para pertenecer al ejército personal de Khan debías ser extremadamente competente y echar una mano allí donde se necesitase. Incluso los altos rangos, con la única excepción de Khan en persona.

Después de repasar los reportes de los años que estuvo fuera y las reuniones con sus subordinadas. Lúmina hubo terminado sus tareas pendientes. Hora de adelantar labores. No precisamente porque fuese adicta al trabajo, pero recibió órdenes de supervisar personalmente el entrenamiento de Kaiser y Lúmina intuía que le iba a tomar un largo tiempo completar su misión. No entraba en sus planes quedarse todo el tiempo al lado del chico haciendo de niñera, pero debía darse la vuelta por ahí y mantener un ojo encima del muchacho mientras vigilaba su progreso.

Caminaba por los blancos corredores de mármol acompañada de su segunda al mando, se dirigían a la cocina principal de la barraca sur. Le encantaba este lugar, el templo era el único sitio que Lúmina ha llegado a considerar su hogar, y admiraba su belleza mientras lo recorría. El ángulo en el que los rayos de sol golpeaban suavemente el suelo de mármol y como este los reflejaba hacia las paredes, daba la impresión que estuvieses caminando por un túnel de luz cálida que desembocaba a una pequeña extensión de césped, flores y árboles.

El jardín de ensueño que separaba la barraca sur del templo propiamente dicho. Alrededor de doscientos metros más allá se encontraba la puerta principal de la barraca, simple y llana madera clara sin decoraciones, y Lúmina y su acompañante pronto la estuvieron atravesando. En su interior, la barraca bullía de actividad. Soldados de todas las razas se encontraban por doquier, algunos danzando a la música de armas entrechocando y otros en faenas rutinarias del mantenimiento del lugar. Lúmina y su segunda continuaron avanzando hasta llegar a su destino. Conversaron con la pisipisi encargada e inspeccionaron el desenvolvimiento de las tareas encomendadas a su gente.

Cuando terminaron, tomaron rumbo para hacer la misma ronda en la barraca norte y luego continuarían con las otras. Más tarde, hicieron una visita sorpresa a los campos de sembrado y revisaron el estado de las instalaciones del criadero de los animales que sacrificarían para el alimento de las otras razas.