IV

85 9 0
                                    

— ¡Me rindo!— exclamé con frustración, dejándome caer encima de la mesa en cuanto la profesora salió del salón.

— No lo entiendo ¿por qué actúas como si se te fuera a acabar el mundo? Está bien algún día no poder sacar la máxima calificación. Aún así todos sabemos que te esforzaste— comentó Ailah, la cual compartía mesa conmigo.

A ella la conocía casi desde el mismo momento en el que comencé a juntarme con Ryd. Digamos que el chico era bastante amigable y se llevaba bien prácticamente con todo el instituto, a diferencia de mi. Nos encontramos por primera vez en la cafetería, cuando íbamos a almorzar y me llevó al sitio en el que acostumbraban estar, realizando las presentaciones entre su grupo de amigos, ya sentados en la mesa, y yo. Me llevé relativamente bien con todos, muy amigables y divertidos, pero con ella, la relación fue de otro nivel, fue como un amor a primera vista pero para las mejores amigas, tuve la certeza después de unos días, que el lugar que ella ocuparía le quedaba enorme a muchas personas. Aunque eso sí, cuidado con hacer enojar a Ailah, conocí su pésimo humor de la peor manera.

— ¡Es que no lo entiendes!— le grité un poco alterada.

— ¡Pues explícame!— contestó de igual manera, volteando los ojos un poco molesta por mi actitud.

— Ailah— mencioné su nombre de manera suave intentado relajarme, no quería empezar una pelea de la nada y mucho menos por algo así— yo soy una estudiante becada, una sola calificación baja ya afecta mi promedio y ese es un lujo que no me puedo permitir. Le prometí a mamá cuando me dejó venir que iba a ser la mejor de la clase y pienso cumplir esa promesa.

— ¿Reprobando matemáticas?— burló Ryd, volteando su silla para así quedar frente a nosotras, había escuchado la conversación ya que se ubicaba en el pupitre delante nuestro.

— No reprobó Ryd— contestó Ailah con voz cansada, exhalando de manera sonora— solo que la realidad superó sus expectativas— acabó de manera burlona, pequeñas risitas cómplices entre ellos con el fin de abuchearme.

— Con amigos como ustedes— refunfuñé bajo y de mala gana, recogiendo todas mis pertenencias para guardarlas en la mochila y salir a paso rápido del salón. No quería seguir siendo el foco de burla de esos dos.

Salí a toda máquina de ahí, demasiado ofuscada mirando hacia el suelo como para prevenir el choque que vendría al momento de doblar al pasillo para dirigirme a la cafetería. ¿Lo peor?, había ganado una gran mancha de hamburguesa en la parte delantera de mi blusa como regalo. "¿No podía tener un mísero minuto de paz? Sólo uno, no pedía mucho la verdad".

Molesta, me agaché y recogí rápido mi mochila que había caído al suelo mientras murmuraba disímiles groserías al causante del choque.

—¿Es que se puede ser más torpe? ¿Por qué demonios no te fijas por dónde andas?

— Lo haría si pudiera, ¿No crees?— Voz, su voz. La conozco. Dejé de murmurar en el acto y, como un resorte, eleve mi cabeza para observar su rostro. ¡Ay mi Dios! ¿Se te olvidó el minuto de paz que te había pedido? Con la poca dignidad que tenía me puse de pie para encararlo. El uniforme del instituto le quedaba perfecto en su figura, y en esos bellos ojos se mostraba la preocupación por lo sucedido.

— Hola— dije apenada y sonrojada hasta las raíces— lo siento mucho, debí tener más cuidado.

— ¿Tienes algún golpe? ¿Te hiciste daño? Sentí que se rompió algo, Vamos a la enfermería— mencionó de manera rápida, su voz con un matiz agitado.

— ¡No, no!— solté al momento de escuchar aquello, lo menos que quería era que se preocupara por mi luego de todas las groserías que le había dicho— estoy bien Ahn, sólo se cayó mi mochila y se manchó un poco mi uniforme, no tengo ninguna herida ni me duele absolutamente nada. No te preocupes, es en serio— vale, si estaba sintiendo una fuerte punzada en toda la zona del trasero de haber caído sentada en el suelo, pero esa era información que él no necesitaba saber.

ChiquitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora