Las olas del mar chocaban bruscamente contra las rocas, provocando que algunos fragmentos se desprendieran y cayeran hacía las profundidades del mar. En la orilla, se encontraba un joven con su tabla de surf a su lado, vestido con un traje de neopreno negro, comprobando cuidadosamente que todo estuviera en perfecto orden. El joven suspiró y caminó hacía la orilla del mar, preparándose para montar alguna de aquellas olas, observó atentamente hasta que finalmente decidió entrar en el agua, estaba fría y provocó que un escalofrío recorriera su columna
Un día más, el joven, se encontraba en el mar de Beachdale, intentando escapar de su vida, de su familia, de sus deberes. Estaba agotado mentalmente, de todo y solo quería escapar de su vida, aunque fueran un par de horas o un par de minutos. Solo quería escapar. Solo quería tranquilidad. Y el mar siempre le había dado aquella sensación. El joven pasó sus manos por su pelo castaño, en un intento de poder peinarlo antes de sumergirse en el agua y para calamar un poco su ser, con su tabla, en mano y dando un fuerte suspiro, el chico se introdujo en el agua. Nadó un par de minutos hasta que él consideró que estaba lo suficientemente alejado de la orilla r y esperó pacientemente la ola.
El joven se había licenciado en ciencias políticas hacía ya unos dos años atrás como sus padres siempre habían querido desde que era un niño, a sus veintitrés años ya se había graduado en la universidad de Oxford en ciencias políticas. Sus padres dos importantes abogados querían que su primogénito fuese un abogado, y que siguiera sus mimos pasos, pero el joven solo quería ser feliz en el pueblo. Quería el mismo elegir su futuro, no que sus padres lo eligieran por él, no era justo.
Esperó uno segundos hasta que vino su primera ola del día. Respiró profundamente y se dispuso a ponerse de pie en su tabla para surfear.
La ola iba deprisa y con ella, el joven también. Sus manos en forma de alas de avión y de pie en su tabla surfeaba de una forma elegante y rápida. Iba de un lado a otro sin parar compás de la ola. En ese momento solo eran la ola y él.
Después de unas horas más surfeando el muchacho decidió salir del agua. Tumbado sobre su tabla de surf fue nadando hasta la orilla. Una vez llegó allí se levantó y se fue hasta su toalla que se encontraba a unos metros de él. Se secó un poco el rostro y su cuerpo cubierto por el neopreno negro, y se sentó sobre su toalla hasta que estuviera lo suficientemente seco como para irse a casa sin pillar un resfriado.
Con sus manos apoyadas sobre la toalla y sus piernas estiradas, el muchacho tomaba el sol tranquilamente. Los pocos rayos de sol que se dirigían hacían ver sus reflejos dorados sobre su pelo castaño y sus pequeñas pecas se hacían más visibles en el puente de su nariz perfilada, sus ojos azules, estaban cerrados a causa de los rayos del sol.
El muchacho estuvo así por unos minutos hasta que oyó un ruido muy extraño detrás del pequeño montículo de rocas que se encontraba delante de él. Extrañado y curioso, se levantó de su toalla y fue hacía ese misterioso ruido. Cuantos más pasos hacía, más nítido era el ruido.
El ruido era extraño, parecía de algún animal ya que se oían los constantes chapoteos, así que el joven pensó que habría sido algún animal marino que se habría quedado atrapado allí sin poder volver al mar. Con cuidado el muchacho subió por las rocas, hasta que estuvo en la cima. Con pasos lentos y cortos fue acercándose hasta dónde provenía ese ruido.
Jamás se imaginó que iba a ver tal ser en sus veintitrés años de vida. En la orilla oculta entre dos rocas se encontraba una chica. Una chica de cabellos rojos como el mismo fuego, pero cuál fue su sorpresa cuando vio que no tenía piernas, sino una cola de pez. Estupefacto, veía como la chica medio pez, intentaba salir de entre las rocas, forzando su cola y sus brazos, sin éxito alguno. El muchacho se dio cuenta también que la chica, estaba herida, ya que salía una especie de líquido verde viscoso en la parte inferior de su cola.
La chica del esfuerzo, cayó desmayada entre las dos rocas que la atrapaban asustado pensó que ya no respiraba, no podía quedarse ahí parado sin hacer absolutamente, miró de un lado a otro para ver si alguna persona se aproximaba a esa zona, pero no había ni un alma en la playa. Con la puesta de sol a punto de llegar, el muchacho fue hacía su toalla rápidamente de no caer por el montículo, y cuando la obtuvo fue a donde estaba la chica y le tomó el pulso, lo tenía débil, pero había pulso, seguía viva aliviado, con mucho cuidado la sacó de entre las dos rocas y la envolvió con su toalla, haciendo que su cola de pez no se viera y fue hacía su coche.
Ethan Jones acababa de encontrar a una sirena.
NOTA DE LA AUTORA
¡Mi nueva historia ya esta en proceso! Espero que os guste mucho.
¿Qué hará Ethan ahora?
¿Y por que había una sirena atrapada en el mar?
Muchas preguntas sin una respuesta contundente.
En poco tiempo tendréis los capítulos siguientes. Estoy muy emocionada de hacer esta historia. Escribid en los comentarios que pensáis de esta nueva novela, y recuerdo que mi novela Blue Love esta en proceso de escritura.
Muchas gracias y disfrutad pececillos.
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MERMAID
FantasySolo sabemos un 5% de las especies que se encuentran en el océano: pero ¿Qué hay del otro 95%? Las sirenas han vivido durante miles de años en el océano, pero eso los humanos no lo saben. Han permanecido ocultas al ojo humano durante siglos. ¿Pero...