Capítulo 3: Problemas y más problemas

16 1 0
                                    


ETHAN JONES

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ETHAN JONES

Me dormí unos instantes después de entrar en mi preciada cama, pero mi descanso no duró demasiado a causa de unos gritos que venían de mi cuarto de baño. Sobresaltado a causa de aquellos gritos, me levanté de mi cómoda cama y encendí la luz que se encontraba en mi mesita de noche.

La lámpara que emitía la luz de mi cuarto, hizo más fácil mi desplazamiento hasta mi baño, con cuidado de no hacer mucho ruido para no despertar a mi familia, fui hacía donde se encontraba la sirena que me había encontrado hace horas atrás en la playa.

Estaba asustado, confuso y tenía mucha curiosidad sobre ella, tenía muchos sentimientos encontrados desde que me encontré con ella en la costa. Cuando la vi atrapada en aquellas rocas, me quedé estupefacto al ver tan criatura, se supone que las sirenas no existen, que el cuento de la sirenita no era real, pero ahí estaba ella con su pelo rojo como el mismo fuego intentando escapar de aquellas rocas que la tenían presa y yo no podía dejarla ahí sin más.

Cuando se desmayó vi la oportunidad de poder ayudarla, si hubiera estado consciente probablemente no me hubiera dejado ni tocarla. Sabía que no confiaba en mí, ya que al ir a limpiar su herida vi como estaba reaccionando ante mi presencia, su cuerpo se fue hacia atrás y sus brazos fueron a su pecho acurrucándose en un intento de poder protegerse de mí, pero yo no iba hacerle daño.

Cuando llegué a mi querido baño me la encontré dormida, su cola plateada sobresalía de esta, y su expresión facial decía terror por todas partes, entonces me di cuenta de que estaba teniendo una pesadilla. Aliviado porque nadie de mi familia la había descubierto fui hacía ella en un intento de poder calmarla. Seguía revolviéndose como intentado escapar de algo o de alguien, estaba haciendo los mismos movimientos que vi cuando se quedó atrapada en las rocas de la playa.

Me acerque a ella con cuidado de no despertarla. No sabía qué hacer. Toda esta situación era irreal. Nadie en su sano juicio pensaría que las sirenas existen y menos que un chico que acaba de terminar la universidad tuviera una en el baño de su casa. Al cabo de unos minutos paró de moverse para seguir durmiendo profundamente.

Un poco más aliviado me fui a mi habitación. Miré el reloj de mi mesita de noche y vi que marcaban las cinco de la madrugada, volví a mi cómoda cama para seguir descansando, pero pasaron las horas y supe que no podría conciliar el sueño fácilmente, me esperaba una noche larga, o lo que quedaba de ella al menos. 


El despertador sonó como lo estaba programado a las siete y media de la mañana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El despertador sonó como lo estaba programado a las siete y media de la mañana. No había podido pegar ojo desde las cinco de la mañana cuando me levanté a mirar a la sirena en mi bañera, no paraba de pensar en mi familia, sobre todo en mis padres, me mandarían a un reformatorio o peor aún a manicomio.

Hice un suspiro pesado, para posteriormente salir de la cama e ir hacía donde estaba la chica, como me esperaba seguía en el mismo sitio, tenía que pensar en un plan, y tenía que pensarlo ya.

Pero todo era abrumador, y no sabía qué hacer. Me fui hacía mi armario y me cambié de ropa para estar cómodo, una vez hecho esto me fui hacía ella una vez más.

Ahora que la veía de cerca, la veía con un mejor aspecto. Su piel era blanca como la nieve, tenía diminutas manchas en su cara sobre todo en el puente de su nariz, sus ojos azules como el mismo mar donde me la encontré seguían cerrados, su respiración iba bien, a un ritmo norma., sus brazos estaban alrededor de su pecho, supongo que, por un instinto de poder protegerse, su cola plateada como la misma luna sobresalía de la bañera.

De un momento a otro empezó a moverse y al cabo de unos minutos, sus ojos azules se abrieron de par en par. Su mirada reflejaba miedo yo lo podía ver en ellos, esos ojos expresaban el miedo y el dolor que estaba sintiendo en esos momentos, y en mi interior no quería que se sintiera de esa manera, pero que podía hacer, ella me tenía miedo, era un humano para ella y me veía como una amenaza, yo también lo vería así si estuviera fuera de mi hábitat y fuera de todo lo que conozco.

-¿Hijo?, ¿Dónde estás?- Se me heló la sangre al oír aquella voz. Era mi madre.

Que se suponía que debía hacer, en aquellos momentos, mi corazón iba a mil por hora, más nervioso que nunca conteste a mi madre de la mejor manera.

-Mamá estoy en el baño, ahora en un momento salgo- Dije lo más tranquilo posible. Lo que mi voz me permitía en aquellos momentos.

-Vale hijo, no tardes demasiado- y con eso escuche los pasos de mi madre alejarse de la puerta de mi habitación. Ahora más tranquilo podía pensar mejor que hacer con ella. Parecía que estaba mejor, y si ¿la devolvía al mar? Sería la opción más acertada, no había otra solución. En mi casa no se podría quedar, debería ir a su hogar, y su hogar es el mar. No había otra solución.

Tendría que esquivar a mi familia si quería sacarla de aquí sin que nadie me viera, o podría llevarla esta noche, solo tendría que intentar esconderla en mi baño durante hoy y luego ya la podría llevar al mar.

Con todo el dolor de mi corazón por no poder ayudarla más de lo que ya estaba haciendo y dejándola asustada en aquella bañera salí de mi cuarto con intención de hacer este día, un día como otro cualquiera y evitar a toda costa que mi familia entrara al cuarto de baño de mi habitación.

Suspiré y bajé las escaleras hasta el salón de mi hogar. Hoy sería un día difícil. 



MERMAIDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora