Capítulo diez

122 28 55
                                    

          Una vez arriba del avión, Yeonjun, ahora pelinegro, se puso los audífonos y se durmió automáticamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

  
  
   
Una vez arriba del avión, Yeonjun, ahora pelinegro, se puso los audífonos y se durmió automáticamente. Se despertó para ver que ya había llegado a su destino y se sorprendió de lo mucho que podía dormir.

Esperó pacientemente sus maletas y tomó un taxi fuera del aeropuerto para así poder llegar al pequeño hostal donde había reservado un cuarto. No sabía ni cómo ni cuánto tardaría, pero que recorrería todo Suna por Soobin...

Claro que lo haría.

Se metió al baño de la habitación para poder darse un baño y hacer las necesidades que, no quiso hacer en el avión porque odiaba esos baños.

— Demonios... —suspiró bajo la ducha mientras trataba de no temblar tanto.

Estaba nervioso y demasiado tenso, su estómago dolía pero aún así... No quería creer que algo más sucedía y odiaba la idea de que Soobin ocultase cosas porque... Una persona normal podría ocultar cosas simples; su novio era un maldito narco, nada de lo que él hacía en su vida solía ser medianamente normal o simple. Todo siempre incluía armas, sangre, fuego, amenazas, entre otras cosas.

No quería tener que asistir a su funeral, no podría con ello.

Cuando salió del baño se apresuró en secarse el cuerpo para luego poder cambiarse con alguna vestimenta casual que no llamase tanto la atención. Odiaba tener que hacer esto, pero sabía que enfrentar a Soobin cuando llegase a casa sería lo mismo que nada porque de seguro sólo buscaría pretextos para no contestar sus preguntas estúpidas.

Suspiró antes de pararse de la cama y colocarse una bufanda para poder salir, pero antes de que siquiera llegara a la puerta su celular comenzó a sonar.

— Hola... —saludó cuando contestó.

Te acabo de enviar la información por mensaje, Junnie. —esa fue la voz de Jonas— Ve con cuidado, quiero que conozcas a Rosie cuando nazca. —rió antes de colgar.

Su cuerpo hormigueó de pies a cabeza pero aún así no vaciló en mirar los mensajes. Luego de leer todo aquello, fue imposible que no soltase algunas lágrimas junto a uno que otro sollozo. De verdad habría sido mejor haberse muerto aquella vez cuando lo atacaron por sorpresa.

— ¿Qué hice mal para que todo sea así? Siempre doy lo mejor de mi. —le habló a la nada— ¿Es necesario seguir castigándome así? Todos juegan conmigo y yo... Yo sólo quiero estar bien y-y tranquilo...

Continuó llorando al menos diez minutos más antes de darle un puñetazo a la pared.

Acostumbrado a ese tipo de situaciones, cuando se sintió listo simplemente se limpió las lágrimas y se paró derecho para salir de la habitación e irse al elevador. Podía rastrear a Soobin desde su teléfono y ya sabía dónde se hallaba el otro malnacido.

Una vez en la calle, pidió con su perfecto ruso que lo llevara al centro de Suna. El taxista le respondió con el precio estimado y Yeonjun asintió, dándole a entender que estaba bien.

𝐒𝐈𝐑𝐄𝐍𝐒 © soojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora