Capítulo 2 "El Edward Cullen de mi Bella Swan"

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Stiles tenía una sola meta clara: no tener ningún tipo de aspiraciones en su vida-

Stiles se sentía agusto, no sobresalía ni recaía, no tenía ambiciones pero tampoco se quedaba estático, ¿Era feliz? ¡Ja! ¿Por qué era eso importante? Honestamente, ¿Tenía sentido alguno esforzarse solamente para terminar muriendo? ¿Ser una mejor persona solo para terminar en el olvido? Una vez que se acababa la vida era el final para el individuo, eso Stiles lo tenía bien claro, el mundo no se iba a parar solo por alguien, el tiempo no discrimina, no espera, no fluctúa, solo sigue y sigue y sigue hasta que salen señales blancas en el pelo, arrugas en la cara y olores fétidos como signo de la edad.

Tener como propósito la felicidad era una meta imposible de cumplir, desear no sentir tristeza constante era muy codicioso por eso, Stilinski solo esperaba ser un hombre promedio con una vida promedio. No veía el caso de sobresalir, de brillar, de ser diferente.

En esta vida llena de mierda y valores, de principios y morales sin sentido, Stiles creía que la ambición de llegar a ser alguien importante solo era una pérdida de tiempo, Stiles se había autoproclamado como parásito de la sociedad, alguien que toma y no da, como su padre tan amorosamente le había dicho antes, así que había decidido que en esta vida, no era necesario tener objetivos.

Empezando el día con este raciocinio, el joven se levantó de la cama tirando las cobijas hacia un lado hasta que estas se resbalaron hasta el piso. El pitido inquietante de su alarma sonaba sin cesar, interrumpiendo el silencio de la mañana con un punzante ardor agudo, causándole quejas y lloriqueos.

Stiles aún no abría sus ojos, se auto convencía de que si los mantenía cerrados entonces el día aun no comenzaría y por ende, su sufrimiento. Sin embargo podía escuchar los pasos de su padre por la casa, a través de las delgadas paredes, el olor a comida le inundó el olfato, y por fin, después de minutos, abrió los ojos.

Aquellas cuencas ámbar pasaron por su oscuro cuarto, tragando cada detalle, familiarizándose, a pesar de haber estado durmiendo ahí por días.

Su mirada se detuvo en su ventana, la cual se encontraba ligeramente abierta, frunciendo el ceño, Stiles dirigió su mano hacia su teléfono, apagando el sonido chirriante, volvió a ver su ventana con los ojos entrecerrados.

Estaba seguro que la había cerrado en la noche.

Stiles se levantó pesadamente y se estiró hasta que escuchó sus huesos tronar, sus ojos dormilones se esforzaban por enfocar entre la oscuridad, no quería prender la luz, solo tenía en mente volver a echarse en la cama para seguir descansando.

-Stiles...- la voz de su padre lo hizo brincar en su lugar, su mirada se desvió a la puerta- Se te va a hacer tarde- Stiles rascó su nuca, revolviéndose el cabello con sus manos, obligándose a sí mismo a despertar.

-Ya me levanté- dijo pesadamente, su voz, como en todas las mañanas, era grave y profunda, un poco rasposa.

Fue hacia su ropero y lo abrió de par en par de un solo golpe, la ropa que no había acomodado desde la mudanza, de inmediato cayó como avalancha encima de él y a su alrededor.

-Ah- se lamentó, mirando al suelo para después encogerse de hombros y agacharse buscando en el piso qué camisa se llevaría para su primer día de escuela.

Él nunca había sido fan de la moda, no era fashionista, su manera de vestir se regía exclusivamente por el nivel de comodidad y confort que esta le brindaba, no se negaba que de vez en cuando se preocupaba por verse bien, pero eso pasaba una vez cada mil años.

Stiles buscó entre la obscuridad algún color que le convenciera hasta que vio un verde limón vibrante entre la obscuridad, se llevó la tela a la nariz, asegurándose de su olor, una vez que solo identificó el aroma de detergente, la tiró a la cama y fue al otro lado de su closet para sacar algún pantalón de mezclilla.

La aburrida, super normal, nada hilarante vida de Miecyslaw alias "Stiles"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora