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Durante un tiempo, Nanami vivió en paz dentro de lo que podía llamarse en paz en el mundo de jujutsu.

Fue junto a Haibara a algunas pequeñas misiones, aprendió de su poder maldito y finalmente se sintió comprendido en lo que corresponde a su energía inhumana. Ya no más miradas extrañas de sacerdotes tratando de exorcizarlo.

Estaba bien, pensaba, los alfas de segundo y de tercero no lo molestaron de manera inapropiada. Shoko era una beta tratable.

A lo mucho entre Geto y Gojo hacían bromas inocentes y algo infantiles, pero estaba bien.

Nanami pensó que, entre tanto desastre, había encontrado un equilibrio.

No hay clases con hojas y pizarra, puesto que entrenar la energía maldita conlleva práctica más que teoría, pero Nanami y Yu habían establecido un lugar en el estrecho salón de clases para estudiar las materias básicas. Las mesas estaban algo apolilladas, pero nada con lo que Nanami no pueda lidiar.

Hasta que, un día cualquiera, encontró un regalo sobre su carpeta habitual de clases.

Kento parpadeó en dirección a Haibara, que estaba sentado en el asiento de al lado. El chico miraba la pequeña cajita con la misma curiosidad con la que observas algo nuevo.

—¿Qué es? —pregunta Kento.

¿Haibara habrá pensado que era su cumpleaños?

Iba a corregir el error hasta que Yu contestó.

—No lo sé, cuando llegué, eso ya estaba ahí.

La confusión se apoderó del rubio, y la sensación de que algo no estaba particularmente bien trepó por su espalda.

Tomó la oscura cajita y la destapó con cuidado. Dentro de ella, había un brazalete de plata con piedras incrustadas en los bordes. El objeto descansaba sobre afelpada franela roja, la caja era oscura pero notablemente nueva.

Yu se asomó más cerca, observando el objeto.

—Parece caro. —Haibara susurró, mirando brillar la plata con la que estaba hecha el objeto.

Nanami frunció el ceño y torció los labios.

—Es caro —afirmó.

El dichoso brazalete podría costar tanto como todos los ahorros de sus padres para la universidad de su hermano mayor.

No faltó mucho para que ambos llegaran a una conclusión.

—¿De parte de quién crees que sea? —Haibara, curioso, se atreve a formular la inevitable pregunta.

—No lo sé, y no me interesa. No voy a aceptarlo. —El rubio tapa la caja para llevarla en dirección a la salida del salón.

—¿No te lo vas a quedar?

—En el momento en el que decida conservarlo, habré aceptado el cortejo de quien quiera que sea el alfa que lo ofreció. Definitivamente no lo conservaré.

Haibara frunce el ceño, pensando.

—Es una costumbre implícita entre alfas y omegas. —Kento le explica mientras deja la caja en las afueras del aula, el mensaje obvio de que no acepta el obsequio y, por ende, la intención de cortejo.

—Eres difícil de conquistar ja, ja, ja...

—Estoy comprometido —afirma como si fuera verdad. Pero nadie sabe que es una mentira, excepto el subdirector.

—Generalmente eso no evita que los omegas se vayan con el mejor postor. —Yu agrega con toda normalidad.

Nanami lo mira, ofendido. Haibara sonríe ampliamente.

Lonely Omega / Fic # 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora