III

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Quiebre

...

—¡Estoy harto! —exclamó con ira y dolor mezclado, se retorcía encerrado en aquel cubículo, aprovechaba su soledad para dejar salir todo lo que lo atormentaba y aún así no era suficiente.

Itadori se encontraba nuevamente en el baño, a excepción de que esta vez se encontraba en soledad, estaba arrepentido y ahora más que nunca estaba seguro de que había sido un error, que todos se habían equivocado con él desde un inicio, no ayudaría a nadie, no salvaría a nadie, no podría evitar las muertes, tan solo estaría allí para apreciarlas sin poder hacer nada.

Los peces gordos tenían razón en temerle, era un monstruo, uno que antes fue un simple chico de quince años y que ahora, está atado al rey de las maldiciones, mas desafortunado no pudo ser.

Se sentía cansado, harto de las palabras que escuchaba de los que lo rodeaban —aquellos a los que nunca le agrado su existencia— constantemente, de las miradas cargadas de odio, de las que portan el miedo en el brillo inquietante de sus ojos, para Yūji, es una tortura someterse a eso.

Está harto de ser un monstruo, de que lo vean como una víctima y al mismo tiempo, como un victimario.

Es todo una maldita monotonía que acaba con el sol de sus días, aquellos ojos que en silencio lo juzgan —o que hablan frente a él sin importarle si lo lastiman o no— se convierten en las nubes que oscurecen su felicidad.

Hace tanto que no sonríe sin forzarse, todo lo que aquellos ajenos a él creen que es una sonrisa, es tan solo una mueca que lleva elaborando desde hace tiempo, una que intenta sea creíble, porque no quiere a los curiosos cerca haciéndole preguntas hipócritas.

Una vez más se hundió en el barril de oscuridad uno que poco a poco va acabando con él, que lentamente va matando a aquel chico amable y desinteresado, es increíble lo mucho que ha cambiado en tan solo unos días, quizás semanas, ya no se toma el tiempo de pensar cuando comenzó todo, solo quiere pensar en si tendrá un final.

—No puedo más con esto... —susurro con las manos en su rostro, entre los dedos y muñecas se colaban las lágrimas que desde hace rato lo estaban acompañando.

Era asfixiante sentirse así y no hacerle saber al mundo lo mal que estaba, porque de abrir su boca, lo matarían y a quienes lo conocen, no quiere eso, no quiere hacer sufrir a nadie, es lo último que quiere.

Intento calmarse, se puso de pie luego de haberse dejado caer quizás una hora antes, abrió la puerta para salir e ir hacia los lavabos, giro la perilla y tomó agua entre sus dos manos, las llevo hasta su rostro dejándola caer sobre este, se refrego un poco y luego cerro.

Alzó la vista y se miro en el espejo que tenía en frente, sus párpados estaban algo caídos, bajo sus ojos habían unas grandes bolsas negras, su rostro se notaba agotado, suspiro al verse así, antes brillaba como el sol, ahora solo ve el brillo de aquella bola de fuego y el suyo se consumió.

Se quedo allí, viendo su demacrado rostro fijamente, por un momento le pareció ver a Sukuna en vez de a él mismo, aquella maldición parecía sonreir satisfecho por la situación. Itadori reaccionó pegando un brinco e inconscientemente retrocedió de manera estrepitosa cayendo al suelo al cruzarse sus pies.

—¡A-Agh... Mierda! —se quejó al sentir un dolor punzante en su cabeza, se había golpeado con la puerta por la que segundos antes había salido.

Un poco nervioso, uso sus brazos para impulsarse y comprobar que Sukuna no estuviera en el espejo, sus ojos café se centraron en el cristal y tan sólo se vio a si mismo en el suelo.

—Ahora imagino cosas...

De la nada, una puerta fue abierta, se sobresalto un poco, pero se tranquilizó al ver a Fushiguro y a Gojo, ambos alzaron una ceja al verle allí en el suelo, el albino se quitó los lentes para ver mejor a su alumno, se preocupo cuando este desapareció repentinamente.

—¿Yūji-kun? —inicio con confusión, el pelinegro mantuvo su expresión sin inmutarse, tan solo observo en silencio.

—Eh... Me he caído, no es nada —respondió en un intento de desinterés para hacer que la conversación tomará otro rumbo como; ¿Qué querían?.

—Mientras tu estabas aquí, localizaron esto, es mejor que lo tengas cuanto antes —anuncio Megumi, segundos después, metió la mano en su bolsillo y lo que saco, se lo lanzo al pelirosa que instintivamente, lo atrapó.

Satoru se mantuvo en silencio, era consciente de lo que el chico venía soportando y que ahora le entregaran el dedo número diecisiete, suponía un mal sabor de boca para el adolescente, aún eran recientes sus malas experiencias, esto solo se lo recordaría, que su cabeza tenia precio y que mas de uno quería verla rodar.

Sus labios se fruncieron tanto que quedaron como una fina línea, sentía que esto no era correcto, era como someter al niño y obligarlo a comerse esa porquería, tan solo rogaba porque todo terminara bien.

Yūji observo el dedo, era igual a los demás, no había ninguna diferencia, pero el hecho de haber probado mas de uno, no quería decir que les haya tomado gusto, seguía siendo una jodida tortura el solo pensar en llevárselo a los labios y luego tragarlo.

Lo apretó con impotencia y sin esperar a mas, lo acerco a su boca, lo dejo caer sintiendo la horrenda textura que portaba, sabiendo que incluso tenia la uña, era repugnante, al pasar por su garganta, se volvió pesado, sintió como si le quemara, como si estuviera ardiendo y era horrible, termino ahogandose.

—¿¡Estás bien!? —pregunto un albino con preocupación creciente, se iba a acercar, pero Itadori bajo la cara repentinamente y parte de su cabello cubrió su rostro.

Entonces, todo quedo en silencio, pero fue por solo unos momentos, porque en seguida, se escucho una carcajada que le ponía la carne de gallina a cualquiera, era estruendosa y tenebrosa al mismo tiempo.

—¿Qué si estoy bien? —continuo aquella voz, se le notaba alegre, los presentes estaban en alerta, no sabían que tan grave era el asunto, solía pasar eso, pero al instante Itadori volvía. —Estoy más que bien.

Esta vez, Yūji no volvió.

Continuará...

A so... Historia corta pksi, tremenda yo escribiendo esto xd

Mina

Ese soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora