IV

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La agonía de un fin

...

Lo que parecía imposible, se volvió posible, nadie creía que Sukuna tomaría el control en algún momento y sin embargo, la sonrisa horrorosa que portaba en su rostro parecía que nunca desaparecería.

Los presentes observaron con total perplejidad, como el rey de las maldiciones se ponía de pie y arrancaba el suéter junto a la camisa del uniforme de Itadori, seguía riendo, mientras para él, todo era un buen chiste, Gojo y Fushiguro esperaban atentamente con el ferviente deseo de que Yūji volviera, siempre que consumía un dedo, Sukuna tomaba el control por un corto periodo de tiempo, mas esta vez, se había excedido.

—No va a volver... —afirmó enfocando su atención en Satoru quien parecía morir con lo nervios, aunque Megumi estaba igual, no se comparaba al albino.

—Lo hará —atacó el pelinegro, fruncio mas el ceño atento a que la maldición no intentara algo, además, se preparaba por si debía invocar algún shikigami.

Entonces Sukuna volvió a reír sonoramente, se podía decir que esa carcajada podía oírse en todo Jujutsu, mas solo era una simple teoría tonta. Se dejo encorvar y sus brazos quedaron al aire, analizó que tanto le tomaría para salir de allí.

—Pierden su tiempo, ese mocoso de mierda no volverá a ver la luz del día, ustedes querían eliminarme y terminaron por hacer justo lo necesario para que renaciera —no evito otra carcajada, parecía divertirse con la situación, por otro lado, ambos presentes quedaron perplejos.

¿Lo necesario para renacer?.

Luego de pensarlo por unos segundos comprendieron que lo que creyeron que estaba bien, desde un inicio estaba llevándolos a un destino lleno de muertes y desgracias, creían que se desharían de Sukuna, pero este aprovecho todo para recuperar su poder y tener la fuerza suficiente para sellar a Yūji en su interior.

—No es posible... —susurro Gojo, estaba consternado, se suponía que Itadori era capaz de contener a Ryomen, tenían entendido que no habría problema con que consumiera más dedos.

Se habían equivocado, sacrificaron a un pobre chico por un supuesto bien mayor que termino por condenarlos a todos, Satoru lo sabía, quizás antes no habría tenido ningún problema con enfrentarse a él, pero con el poder de Sukuna casi restaurado, estaba claro que la tendría difícil y que sólo él mismo podría hacer algo, nadie iguala su poder, estaban perdidos.

No pudo reaccionar cuando ante sus ojos, vio como la maldición arremetía ferozmente contra Megumi dándole una tacleada que lo impulso a unos cuantos metros en el aire ni siquiera el pelinegro pudo apoyarse en sus shikigamis para aminorar el dolor justo cuando impactó contra un edificio y parte de la pared se derribo sobre él.

Esa fuerza no podía compararse con la que tenía la maldición el día que se enfrentaron por primera vez, debía admitir que había diferencia de poderes y tendría suerte si siquiera salía ileso de aquel alboroto, Yūji no volvería y de ello debía convencerse.

Nuevamente no reacciono, Sukuna estaba frente a él, a tan solo unos pocos centímetros de su rostro, la sonrisa triunfal no desaparecía de su rostro, eso desconcerto al albino, sabía que no era visto como una amenaza.

—Pareces distraído, podría matarte ahora mismo... Pero me parece divertido oír gritar al mocoso por piedad hacia ustedes —comentó con dejes de gracia, a pesar de que su voz sonó muy estoica y nada suave.

—Eres un malnacido... —contraatacó el de ojos azules, fruncio el ceño y en un movimiento apresurado, intento asestar un golpe con la intención de crear distancia, no funcionó.

Ese soy yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora