𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖔𝖈𝖍𝖔

28 3 0
                                    

Fantaisie Impromptu in C-Sharp Minor. 
Frédéric Chopin.

Pasaron los meses y médico y paciente se querían cada día más si eso era posible

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pasaron los meses y médico y paciente se querían cada día más si eso era posible. El castaño iba a buscar a su pareja para darle un beso antes de que entrase a su turno de tarde y cuando el pelinegro tenía día libre en el hospital iba a ver a su castaño a la fábrica.

Lo que no sabía Sirius es que la hucha de Remus tenía en ella veinte duros, y es que todos los días hacía horas extras para poder ahorrar más dinero.

Remus había ido a un joyero con el traje de su padre (y el único que tenían) y había comprado el anillo más bonito de la tienda de joyería. Había hecho grabar una frase bonita en él: "para siempre".

El castaño escribió nada más llegar del joyero una carta a la ostentosa casa de los Black con intención de reunirse con la progenitora de los dos pelinegros.

Cuando la carta de tan buen lenguaje llegó a manos de Walburga sonrió inmediatamente, diciendo a su hijo mayor Sirius que esa tarde ambos tenían visita.

Sirius no pensó que era su novio quien vendría hasta que lo vio entrar en el salón extremadamente nervioso. La Luna había sido hacía unas pocas semanas y él ya sabía que le faltaba bastante para la siguiente.

- Buenos días- dijo mirando a todas partes. Sirius se le acercó para darle una caricia en el brazo y preguntarle un dulce: "¿qué te pasa cariño?"

Juntaron sus manos y se dieron un pequeño beso en los labios. El castaño sonrió inmediatamente sintiendo su corazón arder cada vez que miraba a esos orbes tormentosos.

- Buenos días, Walburga- saludó de manera cortés a la mujer recta y estirada, que mantenía una sonrisa conocedora de los propósitos- ¿Podría quedarme a solas con su hijo un momento?- Sirius se extrañó ante tal comportamiento de su chico. Siempre había sido gentil y había estado con toda la familia a la vez, pero, ¿qué le pasaba ahora?

La madre de Sirius obedeció diligentemente, marchándose en el acto, haciendo que la presión sobre los hombros del castaño fuera de lo más agobiante.

Estaba nervioso. Debía admitirlo, era algo muy importante para él y lo tenía que hacer bien así que comenzó un diálogo.

- ¿Qué pasa, Remus?- cada vez que oía salir de esos pequeños labios su nombre notaba como su corazón latía contento- Estás muy raro, cariño- el pelinegro cogía las manos del otro con fuerza, haciéndole saber que estaba allí- ¿Ha pasado algo?- realmente ese era el hombre más bueno y más cariñoso que había visto en su vida.

- No, tranquilo, estoy bien... Es solo que... No sé por dónde empezar- Sirius miraba curioso a su novio mientras esperaba una respuesta.

- Por el principio, si puede ser- dijo sonriendo, relajando al más alto mediante una risa.

- Tienes razón- hizo una pausa- Sirius sabes que estoy completamente enamorado de ti, y que te quiero, no sabes hasta que punto- continuó respirando- Todo este tiempo me has hecho sentir la persona más feliz y afortunada del mundo entero. Cada beso, cada caricia, cada cosa bonita que me dices, cada parte de ti, cómo eres, cómo hablas, cómo se te iluminan los ojos cuando nos vemos, cómo frunces el ceño cuando algo te confunde o no lo entiendes, como entreabres un poco tus preciosos labios cuando nos vamos a besar o cuando estás concentrado en algo. Con todo eso haces que mi vida merezca la pena y que cada día me despierte feliz solo con pensar en tí- Sirius sonrió inmediatamente y apretó las manos del alto con cariño- Es por eso que tengo que hacerte una propuesta- Remus separó las manos de ambos y tomó un poco de distancia. Sirius miraba confuso sus acciones, pero entendió todo en cuanto vio a su novio arrodollarse frente a él.

El castaño sacó una pequeña caja del bolsillo de la chaqueta de su padre y la abrió en dirección a Sirius dejando ver un anillo pequeño pero precioso, con un diamante en medio y con una frase imperceptible a la vista lejana.

- Sirius Orión Black, ¿me harías el honor de convertirte en mi esposo?- el pelinegro se quedó sin palabras. Tenía un nudo en la garganta y notaba que su corazón iba a salirle por la boca.

- Sí- respondió después de unos segundos con una sonrisa y un inmediato llanto de felicidad- Sí, sí, sí, sí. Quiero ser tu esposo, Remus- el mencionado se levantó con rapidez y alegría para besar a su casi prometido, ya que faltaba la opinión más importante: la de Walburga.

- Entonces, ¿quieres pedirme la mano de mi hijo?- preguntó la mujer mientras se servía un té- ¿Té?- Remus negó con la cabeza. Ella sonreía viendo lo nervioso que estaba.

- Sí, quiero pedirle la mano de su hijo formalmente- Walburga afirmó con la cabeza en respuesta y se sentó tranquilamente en el sofá.

- Estaré completamente encantada de que desposes a mi hijo- dijo,haciendo que Remus prácticamente saltase de alegría y besase la mano de su futura suegra. La mujer se rio- Ahora Remus, si me disculpas, he de hablar con mi hijo Sirius- dijo amablemente.

Remus salió, dejando entrar a su prometido, quién le sonrió con amabilidad y cariño antes de entrar.

- Pasa querido- respondió la madre ante un suave toque en la puerta- Me alegro de que estés aquí- dijo cuando ya pudo verlo. Tenía los ojos brillantes y una sonrisa inevitable en su rostro- Bueno- empezó la mujer- He sabido de buena mano las intenciones que tiene Remus contigo y he de comunicarte que me ha pedido tu mano en matrimonio- Sirius tragó saliva. ¿Y si su madre no había aceptado eso? Significaría que Remus y él no podrían estar casados- Pero antes de darte mi respuesta necesito que me digas cómo te sientes y si realmente quieres esto- ella sabía la respuesta, pero prefería asegurarse.

- Creo que no hay hombre más feliz en el mundo que yo- dijo el Doctor con una pequeña sonrisa en sus labios- Mamá... - dijo mirando a los ojos de su progenitora con emoción- Es tan bueno conmigo y... Me quiere- sonreía sin poder evitarlo- Ambos somos muy tercos y testarudos, ¿sabes?- Walburga se reía, emocionada, viendo cómo su hijo había caído completamente en los brazos del amor, pero no un amor banal, sino un amor real.

- Te gusta ese hombre, ¿eh?- preguntó ella con emoción en sus ojos y aún riéndose, nerviosa. Sirius afirmó con la cabeza.

- No sabes cuánto- hizo una pausa- Mamá, quiero que él me despose- lo decía convencido. Walburga sonrió y afirmó con la cabeza, con tranquilidad y se limpió las lágrimas con un pañuelo de seda con sus iniciales grabadas.

- Yo os doy mi bendición-

- Yo os doy mi bendición-

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝓜𝓲𝓵 𝔂 𝓾𝓷𝓪 𝓻𝓪𝔃𝓸𝓷𝓮𝓼 𝓹𝓪𝓻𝓪 𝓬𝓻𝓮𝓮𝓻. [𝕎𝕆𝕃𝔽𝕊𝕋𝔸ℝ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora