Parte 4 Cielo Nocturno

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Javiera se encontraba ensimismada en la imagen que reflejaba el espejo, su silueta proyectaba cansancio, sus ojos eran dos luceros en ocaso llenos de melancolía, enmarcados por arcos de cielo, sus labios tensos, ligeramente contraídos hacia arriba, parecían llevarse todo el peso del tiempo, y su cabello, un remolino, como su corazón. La mujer suspiro a medida que enredaba sus dedos en el cabello alborotado, lo dispuso levemente hacia el costado con gracia y volvió a clavar la mirada en la mujer que la escudriñaba desde el cristal.

-Ya basta... basta –Dijo en un suspiro casi inaudible, no podía dejar de pensarla, físicamente estaba en el baño del hotel, pero su mente transitaba una búsqueda onírica implacable <Flavia...>, como si tal acto pudiese otorgarle algún consuelo. Tenía que olvidarla, cerrar la puerta y enterrar la llave en un lugar ignoto. La lluvia caía torrencial, la sentía en el alma, transmutada en una vertiginosa caída, como la que había tenido esa misma tarde cuando la pelirroja había lanzado aquellas palabras como fuego <sácate esa estupidez de la cabeza>; Apretó los ojos como si hubiese recibido un dardo en la sien, respingo la nariz y abrió la llave del lavamanos depositando las palmas bajo la corriente de agua tibia, las enjabono para después aclararse la cara, luego se lavó los dientes dispuesta a acostarse. Miro una última vez su reflejo y se sintió más fresca, al menos ya no se le estaba cayendo la cara a pedazos. Maldijo cuando cayó en la cuenta de que no había traído su pijama, solo tenía ropa interior y una polera para recambio. Con pesar se despojó de su camisa, luego desabrocho el sujetador, se sintió la libre, le encantaba el momento del día en que podía deshacerse del maldito sostén, estiro los brazos ahogando un bostezo, se sentó a los pies de la cama para sacarse los pantalones, ni modo, tendría que dormir en polera y calzón. Observo la cama sin ganas, dispuesta a acostarse cuando el sonido del teléfono la exalto, miro extrañada ya que no conocía el sonido, se alarmo cuando se dio cuenta de que era el movil del Hotel, gateo sobre la cama y lo tomo con su mano izquierda llevándoselo al oído:

- ¿aló? –Dijo con voz ronca.

- ¿Con Javiera Cáceres? –Pregunto una voz varonil tras el aparato.

- Con ella, ¿qué pasa? –Espeto Javiera.

- La busca Miranda Covarrubias –Dijo el hombre.

-Que suba –Dijo Javiera sin pensarlo y cortó. Sus ojos parecían dos lunas brillantes, la preocupación embargaba su cuerpo, un sinfín de pensamientos cruzaron por su mente, se sintió nerviosa pero intento serenarse. Rápidamente se puso los pantalones de trabajo y se aclaró la voz temiendo lo que pudiera venirse, <algo tiene que haber pasado>, pensó en Dante y la adrenalina le corrió por las venas <no puede ser...>.

Se encontraba sentada a los pies de la cama, con la mirada sombría y las piernas semiabiertas, tenía las manos apoyadas en el borde de la cama, se sentía vulnerable, atemorizada, se puso de pie, se llevó las manos a los bolsillos y camino de un extremo al otro, desde la puerta hasta la ventana y viceversa, suspiro con la preocupación cruzándole el rostro y sintió un escalofrió cuando escucho el timbre. Cerró los ojos, inhalo, suspiro y esbozo una sonrisa nerviosa cuando llevo la mano a la perilla, la giro y abrió la puerta.

Se le borro la sonrisa de los labios cuando vio a Flavia parada en su puerta, la observo avanzar dos pasos quedando a centímetros de ella, pestañeo reiteradas veces, sentía que estaba enloqueciendo, de seguro la estaba imaginando, no podía ser, una oleada electrizante le recorrió el cuerpo obligándola a fruncir el ceño, ¿cómo era posible?, que todo la lleve a ella, la sentía en los obsequios del día, bajo la bóveda nublaba, en el viento, los atardeceres, sentía su esencia impregnada en el ser, su aroma la orbitaba completa, se sentía mareada, pero a la vez confusa, toda ella le dolía, la descolocaba, el ultimo beso, sus palabras, y a pesar de todo, la tenía parada al frente, la amaba más que a nada en el mundo, su piel brillaba clara y glacial, envuelta en una belleza perlina, las gotas de agua en su piel le daban un aspecto sobrenatural, sus ojos llenos de dolor chispeaban claro de luna, su cuerpo húmedo teñido del sol de sus heridas, le daban un aspecto frágil, estaba estilando en lluvia, las gotas le caían por el rostro confundiéndose con sus lágrimas, detuvo sus ojos en los de ella y sintió el colapso de los astros, se sintió flotando sin gravedad, empapada, aturdida de deseo, temblando de anhelo, la electricidad en oleadas le cruzaban el cuerpo, su mirada la tenía completamente obnubilada, sus ojos como zafiros ejercían un poder hipnótico, eran como un imán, una fuerza gravitacional abrumadora, vertiginosa, que le llenaba el cuerpo, no podía quitar sus ojos de ella, ni siquiera podía pronunciar palabra, observo su cabello goteando, pelirrojo irreal, su ropa estaba mojada, llevaba el vestido turquesa de la tarde y un abrigo Beige cubriéndole el cuerpo. La llama latía en su pecho, podía sentir su respiración agitada, su aliento rosándole la cara, se obligó a cerrar los ojos y a contenerse, respiro y luego emitió un sonido áspero, miro sus labios entreabiertos como el fuego abrazador de un desierto, y quiso perderse ahí aunque muriera de sed, <Javiera, detente> pensó.

-¿Qué haces aquí? –Dijo con el pecho apretado conteniendo sus emociones.

SempiternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora