Descansar es bueno

44 4 0
                                    

Amalia

¿Cómo era posible que él supiera lo de la pulsera?, Claramente se trata de la "T", porque yo normalmente no utilizo accesorios en mis muñecas, ni en ningún lado. Como era de esperarse, le respondí y también le pregunté: •¿A qué brazalete te refieres?•. Obvio se trataba de ese, pero necesitaba confirmarlo.

Pasaron horas y él seguía sin responder, traté de no darle importancia al tema para poder descansar y fue justo lo que hice. Decidí dejar mi celular apagado para no revisar los mensajes cada dos minutos, algo de verdad bastante estúpido.

Me quedé dormida, obviamente la alarma no iba a sonar. Papá no me despertó porque se va de casa mucho antes que yo, aparte desde hace unos dos años me despierto por mi cuenta, lo que hizo que él no se preocupara. Estaba demasiado cansada al parecer, no se me movió ni un pelo, hasta que desde mi cuarto escuché ruidos, parecía que iban a derribar la puerta y romper el botón del timbre.

Apenas abrí mis ojos, salté de la cama y me dirijí a la entrada; dando tumbos e intentando no golpearme por el mareo que me provocó levantarme de esa forma; somnolienta ignoré el hecho de que estaba descalza, despeinada, con una remera gigante y las tetas al aire como dice mamá cuando no uso sostén. Abrí la puerta y vi que era mi mejor amigo, él me había visto antes en peores condiciones así que no tenía tanta importancia mi apariencia en ese momento.

-¡Estás viva!, ¿Por qué no me respondes? -él acomodó un poco mi cabello y juzgó mi estado deplorable solo con sus expresiones-. Te dejé miles de mensajes.

-Lo siento, me quedé dormida y mi celular está apagado, ¿Pasó algo?.

-No, nada serio, es solo que me pareció raro que no me escribas, ni me dijeras que ibas a faltar -le gustaba exagerar, claramente.

-Tranquilo, solo estaba descansando, ¿Quieres pasar? -él lo haría así que voltee dejando la puerta abierta para empezar a caminar hacia la cocina.

-Sí, la verdad vinimos casi corriendo, tomar algo estaría bien.

-Seguro hay del jugo que papá siempre compra. Espera... -«¿Vinimos?»-. Me detuve y giré para encontrarme con ellos.

-Hola Rose.

-¡Dalton! -corrí para meterme bajo la mesa, de forma estúpida-. ¿Todo bien? -«¡Mierda, qué vergüenza!». Fue algo bastante inmaduro de mi parte, pero puedo jurar lo hice sin pensar.

-Oye -siguió mis pasos y se agachó para verme-, no tiene sentido que te escondas, de todas formas ya te ví.

-Pero así me verás menos tiempo y tal vez lo olvides -no sabía en dónde esconderme, estaba con la cabeza gacha y él tomó mi mano.

-Vamos, sabes que no podría olvidar nada sobre tí -susurró antes de que Fran llegase-. Aparte las sábanas marcadas en tu cara no son un problema -observó mi cabeza por un momento para volver a mis ojos-. Esa maraña de pelo si que lo es -bromeó. Nos reímos durante unos segundos por su comentario y me ayudó a salir de allí.

Sin pensarlo dos veces fuí a ponerme presentable, lo cual fue algo rápido. Para cuando regresé ellos estaban con carpetas en la mesa y comiendo cereales de colores, parecían dos niños. Sus bocas estaban tan llenas como era posible; mientras hacian el inútil intento de masticar, se percataron de mi presencia, yo estaba parada procesando lo que veía, fue entonces que se apuraron en tragar. Tuve que servir jugo porque notaba lo atragantados que se encontraban.

Aquello Que Nunca ImaginamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora