Introducción

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Resultaba difícil no pensar en mis deseos

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Resultaba difícil no pensar en mis deseos.

Resultaba difícil no pensar en ti.

Tenía tantos anhelos que cumplir, tantos anhelos que buscar, e ignoré la presencia de cada uno de ellos en cuanto tus ojos se cruzaron conmigo, y ya no hubo marcha atrás.

¿Tenía un anhelo preciado?

Sí. Lo tenía.

«Tenía un anhelo que creí que sería para siempre.»

¿Cuál era aquel anhelo? ¿Cuál era mi anhelo?

Mi anhelo eras tú. Solamente tú.

Los anhelos que tanto deseaba tener presente en vida, no siempre fueron reales, casi ninguno de ellos terminó por quedarse y me detuve en el tiempo. Sabía que no podía tener todos aquellos anhelos en mi vida.

«No pude quererte de la mejor manera, y tampoco pude tenerte.»

Anhelaba ser libre. Mi último anhelo siempre fue ser feliz.

«No quería soltarte, pero tuve que hacerlo, no tenía más opción. Mis decisiones finales jamás fueron parte de mi último anhelo. Pero ya era tarde para corregirlos.»

Quería soltar lo que tanto me aterraba, pero no sabía cómo hacerlo.

Mi anhelo era siempre tener el autocontrol de mis cosas, de las cuales hacía y decía. Pero había ocasiones en las cuales simplemente no me controlaba del todo y tuve la decencia de soltarme sin miedo alguno. Me solté sin miedo a aquellas aventuras que quisiste realizar conmigo.

«Sin miedo me solté directo a tus brazos, me cubriste con ellos y me susurraste palabras de dolor, palabras de comprensión y palabras de amor.»

Aquella sonrisa que adornaba tu rostro, aquella voz suave y mañanera que me introducían a un mundo lleno de fantasía, me hacían perder el aliento.

«Mi felicidad era ver ese brillo alegre en tus ojos. Lamentablemente, no sabía que pronto simplemente ya no los podría ver por un tiempo.»

Apenas y sabía tu nombre, íbamos al mismo aula, a las mismas materias, teníamos los mismos maestros, pero no interactuábamos más allá de solamente dos palabras. Aunque éramos compañeros, no hablábamos del todo, pero una sonrisa tuya como saludo (el cual me regalabas cada mañana), me bastaba, y eso era más que suficiente. 

«Teníamos casi los mismos gustos. Podía escucharte tocar aquel violín con demasiada destreza, con demasiado fervor y con demasiada delicadeza. No sabía en realidad lo mucho que me encantaba escucharte. Más tarde me di cuenta de ello.»

Nunca me atreví a investigar más cosas tuyas, o más sobre ti, tampoco llegaba a acercarme tanto a tu persona, pero en pequeños encuentros por el aula o el pasillo, y en algunas ocasiones, el roce de tu hombro con el mío (pequeños suaves y hermosos roces), de los cuáles hacían que mi pecho se apretara y estuviera lleno de tranquilidad, me bastaba.

«Había algo que me conectaba contigo, que con el corazón en la boca, y la respiración acelerada, pude expresarme y entenderme al mismo tiempo en el cual tus emociones y sentimientos empezaron a envolverme.»

Aquel rostro suave y esa sonrisa limpia de maldad, eran mis fuerzas para intentarlo. Tus ojos brillantes eran el empujón que necesitaba para soltarme hacia a ti. Quería gritar, quería llorar, quería intentarlo a tu lado. Quería gritarte que estaba a tu lado, que estaba contigo, que deseaba cada parte de ti, porque cada sentimiento de amor, valía la pena desearlo.

Mi anhelo era tenerte cerca. Podía mirar, podía reflexionar, podía analizar, pero mi miedo siempre estuvo presente entre ambos. Lamento si no supe cómo manejarlo a tiempo.

La música resonaba en cada parte de nuestro ser, la música palpitaba en cada parte de nuestro cuerpo, sin parar y sin tiritar. Tú y yo conectamos sin mucho esfuerzo junto a las melodías musicales que ambos sacabamos con armonía subjetiva.

Tal vez esto no lo sabía, pero siempre habías estado cerca mío. De cierta manera, siempre estuviste hasta el final de mi anhelo, hasta el final de mi dolor.

Nunca quise quebrar ese brillo en tus ojos, ese brillo que en algún momento brillaron de amor al verme.

***
¿Están listos? 🎶✨💙
¡Nos vemos!

Mi Último Anhelo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora