Prohibido

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Puse las manos en el puente de mi nariz, el estrés me estaba matando. Las juntas, los papeleos, las facturas, los empleados y las guerras interminables con los impuestos eran mi dolor de cabeza semanal.
Y aunque tuviese un excelente socio que se encargaba de la mitad del trabajo, aún tenía que lidiar con los proveedores y ventas canceladas.

Apreté los ojos en cuanto sentí que se me nublaba la vista, estaba cansado y eso mi cuerpo me lo estaba gritando.

Abrí los ojos en cuanto mi teléfono sonó, si era otra llamada del trabajo juro que aventaría el móvil por la ventana...

— ¿Diga? — contesté sin mirar la pantalla.

— ¿Será que está libre presidente Jongcheevevat?

Y esa voz calmó un poco mi estado de ánimo, por fin algo de paz. La voz de aquel chico siempre causaba algún tipo de paz mental para mí, estuviese en la situación que estuviese.

— Para ti siempre tengo tiempo, bombón — respondí con picardía.

— Me alegra mucho oír eso. ¿Dónde siempre?

— Donde siempre — finalicé, botando todo lo que estuviese a mi alrededor una vez que hube colgado.

Tomé mi chaqueta y salí casi corriendo al estacionamiento.

Los semáforos estuvieron a mi favor. Todos en verde me llevaron al Hotel Paradise entre Gutthaya y Sangpottirat, a solo unas cuadras del club más cotizado de la ciudad de Bangkok, lugar donde lo conocí:

Sé que su nombre es Kanawut Traipipattanapong, información clasificada que solo yo conozco.

También sé que solo busca sexo casual, que no está interesado en ninguna relación sería y que trabaja allí  solo para pagar la matrícula de la escuela de su hermana menor, y cuando ella cree que su hermano trabaja de lavaplatos en McDonald's, en realidad está gritando algún nombre de aquel con quién está follando.

Hasta aquel día que lo encontré, bebiendo un trago azul con Rosa y una banderilla de aceitunas en la copa, su ropa ajustada marcaban el contorno exacto de sus piernas, lo espectacular de su complexión resaltaba con la camisa a medio abotonar, dejando su pecho al descubierto, mostrando una cadena de plata un poco gruesa.

En ese entonces se presentó como Grey, y entonces reí cuando en la cama me explicó el porqué de ese nombre, un vistazo a aquella película y lo tomó para si.

Pero desde hace un tiempo para acá, pareciera que Kanawut, o bien Gulf, como decidí llamarle, ha hecho un contrato de exclusividad conmigo, me llama cada vez que quiere calmarse un poco y como buen cliente desvío fondos de la contadora para pagarle sus servicios.
Aunque ahora no sé, quién sirve a quién.

El hotel luce igual que siempre, pareciese que ahora es mi segundo hogar...

Que gracioso...

El parqueo es más rápido y la toma de la llave en recepción también se facilita, incluso creo que la recepcionista y yo ya somos íntimos amigos. Me ha dicho que Gulf ya ha llegado y que me espera con un paquete que están por enviarnos a la habitación.

Cuando subo las escaleras mi corazón comienza a acelerarse y aunque me he repetido una y mil veces que Gulf no está buscando nada serio, no pierdo la esperanza de un día me diga que sí.

Cuando abro la puerta el ya está perfectamente instalado, con una camisa mía que me ha robado y que solo le cubre hasta los muslos, trae el cabello húmedo como si hubiese tomado una ducha... Lleva en la mano dos copas de vino tinto, su favorito.

— ¿Te quedarás ahí parado? — pregunta mientras me extiende una copa. La tomo y me acerco hasta él, con una mano sostengo el vino y con la otra lo atraigo hasta mi abdomen, mis manos encajan muy bien en sus caderas.

Book of SongficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora