Las crónicas mágicas: el regreso del verdadero descendiente

capítulo 80

Capítulo 80: ROTS 36: Aquí hay dragones

Dos días antes de la Primera tarea.

"¡Maestro Harry Potter Señor! ¡Maestro Harry Potter Señor!"

Harry se apartó del tomo que estaba estudiando. Después del ritual de transformación y velocidad, estaba trabajando pacientemente para su próximo conjunto de rituales, esta vez, se centró en la curación y el rejuvenecimiento. Se suponía que el torneo iba a ser bastante letal y Harry no quería morir por alguna lesión que no pudo resucitar a tiempo. Por lo tanto, un ritual compuesto para la autocuración.

"¿Sí, Dobby?"

"¡Supongo que tienes noticias!"

Dobby asintió con la cabeza vigorosamente. "El Sr. Crouch estaba hablando de Dragones en el Bosque".

Dragones

"¿Está seguro?"

Dobby asintió.

"Muy bien. Llévame a los campos de Quidditch."

El maestro y el elfo aparecieron de la nada en un lado del campo de Quidditch. El campo estaba vacío y Harry lo recordaba. Los partidos de Quidditch fueron cancelados debido al Torneo.

"¿De qué lado de aquí?" Dobby indicó la dirección.

"¡Veamos entonces!" Harry sacó su Saeta de Fuego encogida de su cartera y voló hacia el bosque. Después de un minuto, pudo observar el humo saliendo de una zona en el bosque. Desilusionándose a sí mismo y a su escoba, voló hacia la fuente. Justo en el medio del bosque, había un claro. Y luego escuchó el rugido ensordecedor.

¡Dragones, de hecho! ¿Está realmente loca la gente del ministerio?

Cuatro dragones completamente desarrollados, enormes y de aspecto feroz se encaramaban sobre sus patas traseras dentro de un recinto cercado con gruesos tablones de madera, rugiendo y resoplando: torrentes de fuego disparaban hacia el cielo oscuro desde sus bocas abiertas y colmillos, a quince metros por encima del suelo. suelo sobre sus cuellos extendidos. Había uno azul plateado con cuernos largos y puntiagudos, chasqueando y gruñendo a los magos en el suelo; uno verde de escamas suaves, que se retorcía y golpeaba con todas sus fuerzas; uno rojo con una extraña franja de finas puntas de oro alrededor de su cara, que lanzaba nubes de fuego en forma de hongo al aire; y uno negro gigantesco, más parecido a un lagarto que los demás, que estaba más cerca de ellos. Al menos treinta magos, siete u ocho por cada dragón, intentaban controlarlos, tirando de las cadenas conectadas a pesadas correas de cuero alrededor de sus cuellos y piernas. Hipnotizado, Harry los miró y vio los ojos del dragón negro, con pupilas verticales como las de un gato, hinchadas de rabia.

Harry vio al dragón más cercano a ellos balancearse peligrosamente sobre sus patas traseras; sus mandíbulas se ensancharon en un aullido silencioso; sus fosas nasales se quedaron repentinamente desprovistas de llama, aunque todavía humeaban; luego, muy lentamente, cayó. Varias toneladas de musculosos dragones negros y escamosos golpearon el suelo con un ruido sordo que Harry podría haber jurado que hizo temblar los árboles a su alrededor. Los guardianes de dragones bajaron sus varitas y caminaron hacia sus cargas caídas, cada una de las cuales tenía el tamaño de una pequeña colina. Se apresuraron a apretar las cadenas y sujetarlas firmemente a clavijas de hierro, que clavaron profundamente en el suelo con sus varitas.

¡Maldita sea! ¡Dragones! ¡Se supone que debemos luchar contra los dragones!

Miró a su alrededor.

Hora de volver.

"¿DRAGONES? ¿Estás seguro de que la tarea tiene Dragones?" Preguntó Salazar, casi emocionado.