La saliva que mojaba su pecho dejaba rastro de la infidelidad que cometía, lo sabía bien, sin embargo, no era capaz de sentir culpa, remordimiento o incluso arrepentimiento, disfrutaba las caricias ajenas que aquella joven mujer le regalaba. Pese a ello, se le era fácil reconocer que aquel pecado no le llenaba por completo, la inexistencia de aquel toque mágico, que aún no sabía qué era, cada día parecía hacerse más presente con una fuerza cada vez mayor, reclamando su lugar en el fondo de su oscura alma.-Es suficiente, Olivia. –habló con la voz ronca.
-Pero aún estás duro. –mencionó la castaña mientras tocaba con descaro su miembro cubierto aún por la tela de vestir.
-Tengo que llegar temprano a casa. –recordó mientras se apartaba y se ponía detrás del enorme escritorio, abotonando la camiseta blanca.
Olivia refunfuñó mientras se abotonaba la blusa ella también.
- ¿Te veré el sábado?
-No. Tengo cosas por hacer. –dijo con un tono indiferente y frío.
-Bien. –suspiró con pesadez. –Nos vemos el lunes. Adiós. –Tomó sus cosas y salió de la oficina sin mirar atrás. Al fin de cuenta, acostumbrada ya estaba.
Por otro lado, él acomodaba su costoso saco café, perfeccionando cualquier arruga o pelusa que éste pudo haber tomado durante el transcurso del día. Acomodó la corbata que hacía juego y por último dejó su cabello, quedando completamente guapo, como siempre solía lucir.
Guardó sus pertenencias en el maletín y apagó las luces del despacho antes de salir.
Esperaba el elevador cuando su compañero apareció.
- ¿Terminaste el papeleo? –preguntó aquel hombre más bajo que él.
-Claro, tenía que entregarlo el lunes a primera hora.
-Ya veo. Aunque el señor Johnson te adora, no creo que hubieras tenido problemas por entregarlo con algo de retraso. –confesó con una sonrisa en el rostro.
Sonrió y negó como respuesta.
-No me atrevería a ser así de irresponsable.
El elevador llegó al tercer piso, justo en el que se encontraban ambos.
Las puertas se abrieron recibiéndolos.
-No tienes remedio. – Eren aceptó con derrota mientras los dos entraban al mismo tiempo dentro de las paredes de metal.
-Deberíamos salir a tomar. –invitó a su amigo.
- ¡Claro! Aunque primero tendré que preguntarle a Clarissa. –respondió mientras rascaba su nuca nervioso.
-Olvidaba lo mandona que es tu mujer. –dijo en un tono burlón.
-Ni me lo recuerdes, a veces es un dolor en el culo. Pero la quiero. –suspiró.
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SATISFACCIÓN
RomansaHarry Smith es todo un inglés con un rostro de adonis, de buena vida y con un largo camino recorrido tratando de encontrarse asimismo, está casado con Julieta a quien engaña desde que le beso los labios por primera vez. Es difícil tratar de sobrelle...