Sometimiento

110 8 0
                                    

—Yo realmente creo que no debería estar aquí —murmuró Genma con las manos en los bolsillos evitando con exageración cualquier contacto con los vuelos de tela que sobresalían de los vestidos blancos, como si el algodón y la seda le fuesen a causar un daño permanente. La expresión en su rostro enfatizaba el hecho, el senbon en su boca estaba rígido, asegurando a quien prestara atención del detalle, que lo tenía sujeto con los dientes con tal fuerza que el metal empezaba a marcarse en sus labios.

—Dijiste que tenías el día libre —comentó Hana distraídamente mirando con más atención el modelo que la joven dependienta le mostraba.

—Bueno, tengo hasta las 6:00, hay que recibir a unas personas del País de los Pájaros y el punto de encuentro es a unos doscientos kilómetros de aquí.

—Mamá nos va a acompañar en un rato, tenía una misión temprano.

Genma asintió con un sonido quedo parecido a un "ajá" pero sin llegar a serlo.

—¿No es de mala suerte que el novio vea a la novia con su traje, antes de la boda?

—Tonterías, escoges mi ropa interior, ¿y no quieres escoger el vestido con el que nos vamos a casar?

El ninja negó con la cabeza, sin sacar las manos de los bolsillos de los pantalones y más aferrado aún a su senbon hasta que los dientes rechinaron contra el metal.

En la mente del hombre, simplemente no había nada notable que resaltar para justificar la aversión que le causaban las tiendas de ropa de mujer; era meramente una fobia sin sentido ni razón de ser, su madre nunca lo había olvidado en ninguna tienda, nunca había visto morir a alguien querido entre los percheros, ni tampoco conocía cuando menos una leyenda de algún espíritu o demonio que habitara entre la zona de descuento por fin de temporada. Aun así, simplemente entrar y recibir el olor a ropa nueva, la música de fondo, el uniforme de las dependientas con sus extrañas sonrisas... le daban ganas de huir.

En alguna ocasión, Raidō le dijo que era mero instinto masculino, tiendas de ropa para mujer era igual a bancarrota, que era un método de supervivencia económica, y la principal razón de su soltería: nunca acompañaba a una novia a comprar ropa.

Pero Hana no era ya solo una novia, era su prometida, su futura esposa y jamás, en los ocho meses de relación le había pedido algo similar a eso, uno de los motivos por los que habían durado tanto tiempo juntos. Suspiró con resignación, solo tenía que aguantar hasta las 4:30.

—No me gustan —declaró Hana haciendo un mohín. Genma sonrió aflojando el agarre del senbon. La joven kunoichi era demasiado reservada, la primera vez que la vio se le figuro a una solterona amargada, pasó de ella, la clasificó en las conquistas innecesarias, se requirieron cuatro o cinco encuentros para que se dignara a reconsiderar la clasificación, otros tantos para picar su curiosidad y solo una cita para caer completamente.

—Solo hay dos tiendas de novia en todo Konoha. ¿Vamos a la capital? Escuché que hay todo un centro comercial especializado en eso.

Caer enteramente al punto de ofrecerse a llevarla a un sitio de tortura emocional de inmensas dimensiones, solamente porque la idea de verla hacer una expresión de niña a la que se le ha concedido un capricho le nubló todo pensamiento coherente. Se acercó despacio, tomó su rostro entre sus manos y la besó.

—El senbon —se quejó Hana, aunque Genma, hábil en el juego de la aguja, lo había colocado de modo que no la lastimara.

—¿Lo harías? ¿Me llevarías?

—Habrá que pedir algunos permisos, pero sí, si encontramos algo que te guste valdrá la pena.

—Habrá que pedir algunos permisos, pero sí, si encontramos algo que te guste valdrá la pena

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora