Dominación

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El pasillo blanco se extendía como si la longitud de este fuera de cuarenta kilómetros, cuando estaba seguro de que el edificio no tenía más de cincuenta metros. Se relamió los labios sintiéndolos resecos y entrecerró los ojos, pensó que los muros blancos eran como paneles con luz propia que se empeñaban en dejarle ciego. Suspiró profundamente cuando Tsume se detuvo ante una puerta, puso la mano en la manilla y la abrió haciendo un ruido que a Genma se le antojó como el estruendo de una explosión de energía.

El tempo pareció ir más despacio. En completo silencio, empujando por una fuerza invisible alcanzó a Tsume que entró después de Kuromaru.

El lugar estaba acondicionado como una habitación de lo más ordinaria, con alfombra en el piso color tierra, papel tapiz verde con líneas crema, una lámpara sencilla bifurcada en cuatro focos estaba al centro iluminando tenuemente. Había también una sala de tres piezas con una mesa de centro de patas anchas.

Sentado en el sillón estaba un hombre vestido con el uniforme gris de los examinadores ANBU, era bastante alto, no muy fornido, pero de complexión atlética, ligero y resistente, algo como lo que Genma imaginaba que sería el futuro de Kiba, excepto por la sonrisa.

—Buenos días, supongo —les dijo, poniéndose de pie.

Genma, en ese instante notó que las cortinas estaban corridas y eran de gruesa lana teñida de un verde más oscuro que el del empapelado.

Kuromaru acercó su nariz muy despacio hasta la punta de los dedos del hombre que reaccionó al tacto húmedo recogiendo la mano como si le hubiese quemado, el lobo levantó la vista y se tensó al tiempo en que Jaiiromaru daba un salto gruñendo, los Sankyōdai Haimaru también reaccionaron, pero para ponerse frente al otro animal que era la primera vez que veía al hombre y lo había evaluado como una amenaza.

—Lo siento. Estoy bien. Tomé el medicamento. No voy a... estoy bien

Tsume hizo un gesto parecido a una sonrisa que no llegó a serlo, susurrando un saludo casi inaudible que el hombre correspondió de la misma manera, y cuando Hana cerró la puerta a su espalda haciendo sonar la cerradura, todos parecieron recordar el propósito de su visita ahí, los animales se calmaron excepto por Jaiiromaru que regresó al lado de Genma con las orejas bajas y los ojos atentos.

La joven veterinaria se acercó despacio hasta el hombre poniendo sus manos al frente para que pudiera verlas antes de intentar tocarlo, como todo parecía ir en orden, se animó a darle un suave y casi inexistente abrazo que él correspondió con torpeza llevando su mano a la cabeza de su hija, acariciando su pelo.

—Has crecido mucho...

Ella le besó una mejilla y después giró la vista hacia Genma que había conseguido ser ignorado por todo el periodo de saludos.

Entonces, el hombre reparó en él fijando sus ojos con detenimiento en el ninja que lograba mantenerse erguido con total calma y eso le causó gracia hasta el punto de emitir precisamente una risa. A él no lo conocía de nada, estaba convencido de que aún en sus momentos lúcidos anteriores, nadie se lo había presentado, que Tsume, Kuromaru y Hana vinieran con él quizás a decirle quién era...

Su risa lo obligó a sentarse de nuevo en el sillón, comprendió lo que él mismo había dicho, Hana había crecido mucho, tanto que estaba en edad de casarse.

Echó la cabeza hacia atrás soltando un gemido.

—Esto es vergonzoso... que el esposo de mi hija me conozca de esta manera. ¿Por qué lo trajeron? ¿Por qué no le dieron la versión corta?

Hana volvió a acercarse tomándolo de la mano.

—Siempre vas a ser mi papá.

Él sonrió, pero era una sonrisa muerta.

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