Capitulo IV

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                                                                                CAPITULO IV

Un sudor frío se abrió paso por su candente piel. La oscuridad la acompañó en su caminata nocturna por los pasillos. Sus pensamientos eran una espesa y pesada nube gris que obnubilaba cualquier rastro de razón,  solo aquellas imágenes pasadas acudían hasta su cerebro compungiéndolo. 

Danzó segura entre la oscuridad, sin ningún camino viable, buscaba una mano de ayuda en el medio de aquellas sensaciones tan extrañas que dictaba su cuerpo. La soledad de su cuarto hubiera acabado matándola.   

Aquella lucha interna tampoco lograba más que ensalzar aquel desasosiego que la hacía vagar como un alma en pena, la oscuridad sin embargo parecía opacar cada rastro de vida por efímero que fuera en aquellos corredores, ella hubiera deseado mimetizarse con el manto lóbrego y ser solo una sombra más en aquel infierno del que no parecía hallar escapatoria. 

Y como una polilla atraída por la luz, ella siguió el sendero que la llevaba hasta una puerta que desprendía dicho brillo, podía verlo entre el fino espacio que dejaba del suelo. No sabría que se escondía detrás pero si había algún ser viviente rogaba a Dios que la consolara. 

Giró el pomo y al instante sintió como unos pasos correteaban por la estancia, quizás estuviera interrumpiendo algo, más su premura por que alguien calmara aquel sinsabor era más fuerte que la privacidad de cualquiera que estuviera en aquel cuarto. 

Tiró de la puerta y sin pensarlo dos veces entró, se quedó casi tan sorprendida como quién habitaba aquel cuarto; No era otra que Emilia. Ambas se miraron sin decir nada, una desde el catre y la otra en medio de la puerta, ambos pares de ojos intentaban descifrar los pensamientos foráneos más se topaban con la gran barrera de no saber leerse, sin el conocimiento previo de la personalidad ajena era como descifrar lo indescifrable. 

Aurora estuvo tentada a irse, aquel silencio era demasiado incomodo, la oscuridad sonaba mucho mejor, entre las sombras no podía sentirse escrutada de ese modo.      

-¿Necesitas algo?

La voz gentil de Emilia hizo que aterrizara de nuevo en la tierra y todas sus ganas de marcharse por donde vino desaparecieron, la necesidad de hallar refugio era más grande que su orgullo. Cerró la puerta tras de si y se apoyó en ella, miró el suelo y en un segundo pudo contar las cien grietas que adornaban la madera, hablar con un extraño siempre era más fácil, pero Emilia no era una extraña cualquiera, compartirían un viaje y  ese dato por lo menos las hacía más acérrimas. 

-¿Ha pasado algo Aurora?       

-No, no realmente. Yo solo necesito hablar. 

Emilia se levantó de la cama y tomó asiento en uno de los sillones borgoña que adornaban su habitación, indicó con un ademán que su invitada tomara asiento. 

- Tú dirás. 

-Quería contarte algo sobre el paseo.

- Oh sí cierto, ¿Qué tal con el señor Salvatierra?     

-Me ha besado.        

Emilia deducio por el gesto escamado de su visitante nocturno que aquello no había sido de su agrado, más la curiosidad repicaba como un clavo en las paredes de su organismo y antes de hacerse ideas preconcebidas prefirió preguntar.

-¿No te ha gustado?

- Ha sido horrible. Yo no le amo. 

-Eso da igual Aurora, sabes también como yo porque hacemos esto. Es la única salida. 

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⏰ Última actualización: Mar 20, 2015 ⏰

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