¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Omnisciente
Despertar cansado y con mucho sueño era algo que Mateo experimentaba todos los días, no podría decir que estaba acostumbrado porque estaría mintiendo. Pasar toda la noche mirando al rededor de la habitación escuchando ruidos y buscando monstruos imaginarios no era para nada divertido.
Nada era su culpa, desde pequeño lo diagnosticaron con Nictofobia. Por lo que su vida desde siempre que anochecía, se volvía complicada.
—Teo, es hora de despertar si no quieres llegar tarde a la escuela, cariño- Lo llamaba Juliana, su madre, desde afuera.
—Estoy despierto- Respondió soltando un bostezo, realmente estaba cansado y con mucho sueño. ¿Y cómo no? No había dormido casi nada, eso lo demostraban sus grandes ojeras y ojos cansados. —Me baño y bajo, mamá-
Juliana respondió con un simple "okey" y bajó a hacer el desayuno.
En esa casa solo vivían ella y Mateo, su padre lamentablemente había fallecido varios años atrás, cuando Mateo tenía apenas 5 años. Juliana era prácticamente lo que mantenía a Mateo estable, ella siempre estaba atenta con el proceso de su hijo, desde que supo que tenía una fobia lo llevó a diferentes psicólogos para tratarlo. Lamentablemente no había muchos cambios, Mateo seguía con su miedo a la oscuridad que no parecía desaparecer pronto.
—¿Cómo dormiste?- Le preguntó Juliana a Mateo una vez lo vió bajar ya listo.
—No pude dormir nada, lo mismo de siempre- Respondió Mateo sin ganas de nada. —¿Puedo faltar hoy a la escuela?-
—No podés faltar ahora, Teo. Son semanas de exámenes, es importante que ir- Habló Juliana acercándose a su hijo para abrazarlo, le hacía mal verlo así.
—Pero me siento pésimo, ma. Por favor solo hoy- Hizo un puchero tratando de convencerla.
—Lo siento, amor, no podés faltar. Más tarde intenta dormir, voy a pasar a comprar una lucecita de noche, Nati dijo que eso funcionaría para que no haya oscuridad y puedas dormir- Le sonríe y besa su frente. —Anda, come tu desayuno y luego a la escuela-
Mateo aceptó a regañadientes, no podía negarle nada a su madre, era tan dulce con él.
Al terminar, se despidió de ella ya que iría a trabajar y él a la facultad.
Paulo siempre pasaba por él, era uno de sus pocos amigos en los que realmente confiaba, de hecho, Paulo era la única persona además de Juliana que sabía sobre la fobia de Mateo.
[...]
—¿Y cómo estuvo esta noche, Mateo?- Preguntaba Paulo mientras conducía a la escuela. Mateo suspiró.
—Ya sabes la respuesta, no dormí nada- Susurró mirando por la ventanilla. Paulo se arrepintió rápidamente de la pregunta.
—Perdona si te hice sentir incómodo, no quería hacerlo- Dijo apenado mientras miraba de reojo a su amigo.
—Tal vez si serías otra persona me molestaría, pero sos vos. No pasa nada y gracias por preocuparte- Habló Mateo mirando a Paulo, formando una media sonrisa.
Escuchando eso, Paulo suspiró aliviado al saber que a Mateo no le incomodaba hablar sobre eso con él, aún así quería evitarlo porque sabía que no le gustaba que ese fuera su tema central de conversación.
Luego de un rato hablando con Mateo, tratando de animarlo, llegaron a la escuela.
Mateo se despidió de su amigo, Paulo iba en un grado más alto que él, por lo que estaban separados.
A Paulo lo conoció desde que era muy chiquito, sus mamás eran amigas, así que desde niños fueron grandes amigos.
Prácticamente Paulo siempre lo defendía de todo lo que pudiera hacerle mal a Mateo. Casi siempre era porque recibía burlas debido a su temor a la oscuridad.
La primera vez fue cuando lo invitaron a una pijamada, Mateo lo pensó demasiado, al final terminó aceptando y las cosas no salieron del todo bien. Terminó llorando a mitad de la noche mientras sus "amigos" solo se reían diciendo que era un bebé.
Eso pasó solo cuando tenía 8 años, al día siguiente Paulo se encargó de defender a Mateo de todos aquellos que se burlaban. Todo su grado se había enterado ya que sus supuestos amigos se encargaron de contar todo.
Ese era uno de los tantos sucesos horribles que aún rondaban por la mente del menor.
Nunca más volvió a presentarse a una pijamada por el miedo de terminar llorando como un nene frente a sus amigos, el simple hecho de pensarlo lo hacía sentir escalofríos.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ya sé que es corto, pero solo es la introducción para que estén al tanto sobre Mateo un poquito sobre su vida
