Desde la trinchera

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Recomendación para escuchar mientras lees: Desde la trinchera Flans

-Cuídate- dijo el ingles en la puerta de la casa.

-Tu también- Alfred tomó el rostro de su pareja entre sus manos y plantó un beso en sus labios.

-Te amo- logró decir Arthur entre aquel beso que deseo fuera eterno.

-Y yo a ti- dijo el americano tomando su boina y sus cosas  emprendiendo la marcha sin saber que dejaba a su esposo esperando un bebé suyo.

Meses han pasado desde que Alfred se fue, Arthur sigue esperando todas las tardes escuchar el autobús parar y su esposo llegar en el, pero nada, aun no. Hace ya más de seis meses que lo despidió fuera de casa cuando en la mañana el autobús militar esperaba por él. Arthur revisa el buzón todas las mañanas esperando alguna carta o un mensaje que diera buenas noticias de su marido, la guerra aun no termina y las noticias no dicen cosas alentadoras pero él no pierde las esperanzas algo dentro de sí le dice que volverá. Su vientre a crecido, ya falta menos para la llegada de su segundo bebe y no quiere desatender a Junior, su primer hijo, quien no falta día en que pregunte por su papá, a sus seis años necesita de esa figura que le enseñe a ser un héroe, pero incluso él sabe que su papá Arthur hace todo por ser fuerte sin ayuda de nadie. Jones, un militar muy respetado, había sido llamado a guerra, las cosas se habían puesto difíciles y el país necesitaba de sus mejores hombres para las estrategias que preparaban, el mejor líder había salido al campo de ajedrez para acabar con todo aquel contrincante que se pusiera en su camino. Alfred sujeta entre sus manos la fotografía de la familia que lo espera en casa, desde aquella trinchera en campo de guerra no deja de pesar en su amado esposo y su adorado hijo, entre tanta miseria y horror la única luz que puede ver esta en los ojos de las personas más importantes para él, piensa que es cruel hacer esperar a Arthur, está seguro que aquel chico busca desesperado alguna señal de su pareja. Piensa mil veces que es mejor que se olvide de él y que comiese una nueva vida al lado de alguien que le pueda proteger en su ausencia, y por primera vez tiene miedo, no del terror que vive en ese lugar, sino de que el chico de ojos verdes deje de amarlo, pero cree que no era justo que lo esperara tanto, además su pequeño Junior necesitaría de un padre que le ayudara a crecer. Una tarde de verano Arthur termina de meter la ropa colgada a secar, su pequeño hijo, viva imagen de Alfred, toma en manos el cesto de ropa limpia y juntos caminan entrando a casa, pero un dolor obliga al ingles a tomar apoyo en un muro y deja salir un ligero gemido de dolor.

-Papá?- pregunta el niño bajando la carga -Estas bien?-

-Si, no te preocupes Alfred- dice dejando salir un gemido más fuerte, el trabajo de parto a dado inicio, mientras que su marido descansa en un campo de guerra. -ve por tu tío- el niño baja a toda prisa y llama a Scott, uno de sus tíos, quien se había mudado temporalmente a casa de los Jones para cuidar de su hermano. El pelirrojo observa al pequeño y sosteniendo el rostro preocupado de su sobrino sonríe y le da la noticia que tanto esperaba escuchar, su hermanito estaba por llegar.

Arthur daba gritos de dolor en la habitación preparada para el parto, el médico y la enfermera daban indicaciones y se preparaban para recibir al nuevo ser, Alfred sudaba del calor que había en campo de guerra, estruendos se escuchaban por todos lados, tierra dispersada salía por los aires, gritos de dolor pujos y apretones amenizaban la sala de partos, quejidos sollozos y ráfagas de armas de fuego cantaban en aquella trinchera. Arthur, Alfred, querían estar juntos, extrañaban aquellos tiempos en que no era necesario estar separados tanto tiempo,  la única preocupación que existía era ser buenos padres para Junior y nada más. El niño espera en su habitación preocupado pero manteniendo la cordura, jamás había escuchado a su papá en ese estado, era la primera vez que le oía gritar de dolor pero sabía que debía ser fuerte para poder ser como papá Al. Peter, su tío más pequeño, trataba de jugar con el mostrándole videojuegos nuevos, hablándole de animes y demás cosas, pero sabía que el niño no podía escuchar más que los gritos de su padre, hasta que el llanto de un bebé inundo el lugar y los gemidos de Arthur cesaron.

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