Getting out of the routine

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—¿Qué dices? —La voz de Percy atravesó la sala de estar.

Su tono le dijo a Annabeth que él había entendido lo que había dicho, pero con mucho gusto ella lo volvería a repetir solo para volver a ver su reacción.

Annabeth y Percy finalmente se habían mudado a un apartamento fuera del campus, lo que significaba que ya no había barreras sobre cuándo, dónde o cuánto tiempo tenían sexo. Antes, las cosas siempre se habían sentido apresuradas debido al riesgo de que los padres, o compañeros de habitación interrumpieran.

Ahora que vivían juntos y dormían en la misma cama todas las noches, Annabeth se estaba dando cuenta de que su vida sexual no era tan variada como le gustaría. Por supuesto, no era nada malo, saben en lo que son buenos y hacen lo que saben. Pero cuando tomaba en cuenta todas las cosas que habían salido mal en el primer año de su relación solos (como cuando él desapareció durante meses, perdió la memoria y ellos salvaron al mundo dos veces) no habían tenido exactamente tiempo para experimentar. Cuando llegaron a la universidad, su vida sexual consistía en "rapididitos" apresurados y al límite, o, en las raras ocasiones en que tenían mucho tiempo a solas, en hacer el amor lentamente.

Percy era el tipo de hombre que hacía el amor, y Annabeth apreciaba profundamente el entusiasmo con el que anteponía sus necesidades a las suyas, pero ya había sido testigo de su poder en bruto, como para no querer más de eso. Como hoy, cuando él sonrió burlonamente con el sudor goteando por su cuerpo, con una deliciosa y oscura promesa brillando en sus ojos verdes. Demasiadas veces había visto esa expresión en su rostro para creer que no había un hombre dominante dentro de él impulsado por algo más oscuro .

Entonces, cuando él le pidió que repitiera lo que dijo, ella cedió.

—Quiero que me folles, Percy —sus palabras lo golpearon como una mano abierta; sus ojos se agrandaron y sus cejas se elevaron ligeramente. Pero él lo cubrió como una casualidad fingida.

—Tuvimos sexo anoche, Annabeth. Pero estoy feliz...—Percy sonrío e inhalo y Annabeth supo que se avecinaba una broma si no hablaba rápido.

—Sí —Lo interrumpió —. Hicimos el amor hace unos días. Pero quiero que me folles, Percy.

El levantó una de sus cejas, con una expresión casi desafiante, pero además de eso estaba inquietantemente tranquilo. Cuando se movió de nuevo, atravesó la sala de estar con la luz habitual en sus ojos reemplazada por algo más oscuro. Estuvo sobre ella en un instante; sus manos acercaron su rostro hacia él y sus labios se encontraron en un beso caliente con la boca abierta. Una de sus manos deja su mejilla para quemar un rastro de caricias por su espalda.

Annabeth ni siquiera se dio cuenta de que estaban retrocediendo hasta que chocó con el mostrador. Sus sentidos estaban a toda marcha tratando de asimilar todo: El aroma de él, sus labios luchando contra los suyos, sus manos vagando por su cuerpo.

Un gemido escapo de su boca cuando la rodilla de Percy se ubico entre sus piernas. Su brazo envolvió su cintura y la presiono contra él. El alivio instantáneo surgió a través de ella mientras creaba fricción con su muslo. Sin embargo, su alivio fue de corta duración, ya que él la levantó y la coloco sobre el mostrador.
Con el corazón acelerado y la mente a mil, Annabeth se tomo un momento para asimilarlo. Su mirada se centro en sus ojos, generalmente tan brillantes y amables, que ahora tenían un hambre que la hizo abrir instintivamente las piernas para él. Percy se rio de eso, y sonó más duro y erotico que cualquier cosa que hubiera escuchado antes. Las manos de Percy se deslizaron por sus muslos mientras se colocaba entre ellos.

No estaba segura de quién había iniciado el beso, pero estaba claro de quién lo controlaba. El beso de Percy no era menos exigente que el anterior, pero Annabeth estaba sorprendida de su deliberada y ruinosa lentitud. Su posición en el mostrador ahora era desventajosa, ya que tenia menos de la mitad del acceso a su cuerpo que Percy al de ella. Las manos de él viajaban por sus piernas, apretaban su trasero y se amontonaban en su camisa y cabello, mientras que las de Annabeth se limitaban a la parte superior de su cuerpo, en el mejor de los casos. Pero ella apenas se detuvo para concentrarse en sus manos. Cada uno de sus pensamientos estaban concentrados en hacer que Percy se rindiera y aumentara el ritmo. Ella quería volverlo tan loco como él la estaba volviendo a ella, pero Percy no cedía. Ese nuevo autocontrol era absolutamente exasperante, decidió.

One Shots PercabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora