Capítulo 3. ¿Daniela está muerta? (Parte 2)

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Lunes 24 de septiembre
16:00
Simón

Cuando Kate y yo llegamos al estacionamiento, el cual estaba casi vacío, nos miramos mutuamente a la cara pero ninguno de los dos quiso hablar.

Conozco a Kate desde el kinder, solo que en los años de primaria no coincidimos tanto, sin embargo, somos amigos. Aún así, me resulta extraño estar con ella y vender droga.

Kate miró a su alrededor como si acabara de despertarse.

—No he venido en auto —murmuró—, se suponía que iban a llevarme al Café Epoch —por como lo dijo, dio la sensación de que eso era importante, de que había algo que no me estaba contando.

En nuestras reuniones solíamos hablar sobre el "negocio" que atendíamos, pero seguramente ahora mismo no sea buen momento para hablar de eso.

—¿Quieres que te lleve? —Kate siguió la trayectoria de mi mirada hasta mi moto.

—¿Lo dices en serio? No me montaría en esta cosa mortal ni aunque me pagaran, ¿Sabes la cantidad de muertes que provocan? Aparte hay rumores que manejas borracho —parece estar a punto de sacar una hoja de estadísticas para demostrármelo.

Claro, estoy con la chica que mejores calificaciones tiene en todo este basurero.

Me apoyé contra la pared del edificio de la escuela hasta llegar al suelo. Saqué un refresco con alcohol de mi mochila, desenrosqué la tapa y le ofrecí a Kate.

—¿Quieres? —ella se cruzó los brazos sobre el pecho con decisión —¿Estás enojada? —le pregunté por su actitud.

—¿Eso es lo mejor que se te ocurre antes de montarte en esa máquina de asesinatos? Y además, ¿Adentro de la escuela? —me dijo con un tono de preocupación.

La verdad es que no suelo beber; el refresco se lo robé a mi padre antes de venir y se me olvidó que lo tenía hasta ahora.

Pero creo que hacer enfadar a Kate me produce una sensación agradable.

Estuve a punto de volver a guardar el refresco en la mochila cuando Kate frunció el ceño y extendió su mano.

—¡A la mierda! —se echó a mi lado contra la pared de ladrillo rojo y tomó mi refresco mientras se deslizaba por la pared hasta quedar en el suelo junto a mí. No sé porqué volví mentalmente a los recuerdos de cuando estábamos en la misma escuela y de todos nuestros momentos juntos.

Eso fue antes de que la vida se fuera completamente a la mierda y empezáramos a vender droga para poder salir de este pueblo maldito.

Las chicas del club de porristas llevaban uniformes con faldas de tablas y hoy ella lleva su lindo uniforme azul que se le sube por los muslos cuando se sienta. La verdad es que no son malas vistas, pero solo somos amigos.

Dio un trago sorprendentemente largo al refresco.

—¿Qué diablos acaba de pasar? —pregunté. Ella dejó el refresco en el suelo entre los dos.

—No tengo idea —daba la sensación de que se iba a morir.

A Kate le tembló tanto la mano que, cuando volvió a recoger el refresco, el vidrio chocó contra el suelo pero no fue un impacto tan fuerte como para que se rompiera.

—¿A ti no te afectó? —me preguntó.

—Sí —respondí mientras Kate daba otro trago y hacía una mueca por el sabor a alcohol que tenía la bebida.

—Pobre de Sam, siempre se pone así cuando está nerviosa.

—No lo sabía.

—Pero como sea, es una inútil, no ayudo en nada para salvar a Daniela —dijo con un poco de enojo.

—Sam, es buena, solo que no reaccionó muy bien, nadie lo hizo, solo tú —el hombro de Kate rozó levemente con el mío.

—Deberías saber qué hizo —respondió en seco.

—¿Por qué? —la verdad es que no se me ocurría ninguna buena razón para saber eso, aunque estuve presente.

—Solo yo me entiendo, Simon, de verdad la voy a extrañar mucho —el tono que salió de su boca dio la seguridad que estaba diciendo la verdad.

—Sí, te entiendo; aquí estoy para cualquier cosa —le dije mientras volteaba a verla, ya que se encontraba a lado mío.

—¿Por qué hemos vivido una situación traumática juntos? —dijo Kate, como si eso arreglara todas las cosas, sobre todo eso el hecho de vender droga con su mejor amigo.

—Eres un poco dramática, ¿no? —había olvidado lo dramática que puede llegar a ser Kate.

A pesar de que no la veía tanto en la primaria, me di cuenta del peso de todas las estupideces por las que se preocupaba a diario. Siempre estaba intentando participar en cosas, no por nada actualmente es la presidenta de los clubes de esta escuela, empezándolas para que la gente se uniera y, luego, intentaba estar a cargo de todas las cosas en las que colaboraba o invitaba a participar.

Al menos había que reconocer que no es aburrida, es una chica que nos cae bien a todos.

Nos quedamos sentados en silencio, observando cómo el último coche se iba del estacionamiento, mientras Kate iba dándole sorbitos al refresco con alcohol de vez en cuando.

Cuando al final logré quitarle el refresco, me asombró lo poco que este pesaba. Dudo mucho que Kate esté acostumbrada a los licores fuertes. Ya que ella es la chica perfecta que cualquiera quisiera a su lado.

En especial Daniela.

A lo mucho parecía una chica de vino. Volví a guardar el refresco en la mochila. Nos encaminamos a mi motocicleta y, cuando me subí, sentí como ella dio un tironcito de la manga de mi chamarra desgastada de la escuela.

—¿Sabes? Me hubiera gustado decírtelo cuando ocurrió lo del rumor de que manejabas borracho, sentí que no me debía meter, pero ve despacio, ¿vale? —me pidió con voz nerviosa cuando encendí el motor.

No me importaría hacerla enfadar un poco más, pero esta vez salí del estacionamiento a la mitad de velocidad de lo habitual. Aunque no lo creía posible, ella se aferró a mí aún con más fuerza.

Conducimos así, ella con la cabeza enfundada en el casco que le presté y apoyada contra mi espalda con sus ojos fuertemente cerrados hasta que llegamos a nuestro destino.

Su casa era justo como la recordaba: una pequeña casa de ladrillo rojo. En la entrada estaba su auto. Yo dejé a un lado mi moto.

Kate se bajó y peleó con el casco en un intento de quitárselo. Yo le ayudé a desabrocharlo y retirarlo de su cabeza soltando su lindo listón que se quedó atorado en la correa. Ella respiró hondo y se alisa la falda.

—Ha sido algo agresivo el viaje, pero gracias —dijo mientras yo acomodaba mis cosas.

Cuando su teléfono suena, dio un respiro.

—¿En dónde está mi mochila? —preguntó al aire mientras la buscaba.

—En tu espalda Kate —se la quitó, encogiéndose de hombros y tirando del cierre de la mochila para sacar el celular.

—¿Hola? Sí, puedo... Sí, soy Kate. ¿Has...? Ay, Dios. ¿Estás seguro? —la mochila se resbaló de sus manos y cayó a sus pies —Gracias por llamar —bajó el teléfono y se quedó mirando con unos ojos enormes y llorosos.

«¿Qué ha pasado?» me pregunté mentalmente.

Yo la observé con un semblante confuso, hasta que habló de nuevo contestando a la pregunta que yo mismo me había hecho.

—Simon, ha muerto —me dijo casi llorando. —Dani está muerta...

Alguien Está Mintiendo [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora