Escuchaba como los pasos de la seguridad comenzaban a ser muy próximos, estaban a punto de entrar y para mi ventaja la chica estaba a punto de reventar del coraje.
—¡ESTÁS LOCA, ERES UNA JODIDA LOCA!—comenzó a presionar mi cuello débilmente mientras los guardias de seguridad entraban así que los miré por unos segundos de reojo.
—¡Por favor para me estás sacando el aire! ¡Ayuda, me estás lastimando!—grite fingiendo exaltación junto pequeños sollozos.
—¡Deja de fingir!—me grito esto último hasta que seguridad la llevo a rastras mientras ella forcejeaba para querer vociferarme mil y un más cosas.
Mientras ella aún me veía con furia extrema, yo solo le di una sonrisa de lado para después volver a mi complejo de víctima.
—¿Estás bien? Tu cuello se ven marcados sus jodidos dedos—manifestó mi madre observándome el cuello con resentimiento.
—Estoy bien, solo quiero ser dada de alta.
—Y lo serás en algunas horas, sabes, es lo mejor que acudas a un psicólogo después de esto.
—No, te equivocas—me giré a mirarla con ira.
—Ah ¿si? en que me equivocó, si se podría saber.
—Debía de ir al psicólogo desde todas las mierdas anteriores que me sucedieron, empezando con el mayor problema de todos: tú—le expresé lo último con demasiado resentimiento–Enserio hiciste tal deducción hasta que casi pierdo la vida y sin ir a medicina ya descubrí como es un jodido cerebro; no se necesita ser muy inteligente para saber que necesito un psicólogo pero sabes que, yo me niego a ir.
—Esta bien—tomó un respiró—Te daré la libertad de decidir lo qué quieras por ahora, tu sabes cómo sobrellevar esto.
—Bien.
Tal y como lo dijo mi madre anteriormente; fui dada de alta en algunas horas más tarde.
Mis piernas temblaban al levantarme de la incómoda camilla en realidad no sabía el porque no podía caminar correctamente pero, supongo que es por las horas que me la he pasado desmayada. Además, por alguna extraña razón siento que todos quieren hacerme daño; estoy algo paranoica.
Comencé a temblar de nuevo tal y como un chihuahua, tenía miedo de todo lo que será de mi más adelante.
Observe como mi hermano llegaba por la puerta del hospital para ayudar a mi madre a sujetarme por la misma razón de mis temblores y mis piernas débiles.
—Vas a estar bien, vamos a estar bien—trató mi hermano de calmar mis nervios con un toque de hombro reconfortante.
A lo que yo solo respondí asintiendo.
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Lo que sucedió con Alex sucedió en agosto contaba con 17 años.
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Eirene
RandomEirene es una joven de 18 años que creció en una familia abusiva, un padre no presente, diversos traumas automovilísticos, encuentros con la muerte, bullying en la infancia y además de unas que otras decepciones amorosas; aún con tanto daño en ella...