II

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Con la garganta completamente seca, músculos magullados y un pésimo estado físico, su cuerpo cayó al suelo.

Su respiración se mantenía irregular, los párpados cansados que tentaban a cerrarse y sin ánimos de no volverse a abrir. Formó su mano en un puño, agarrando la tierra fresca y mojada producto de la lluvia de la noche anterior. Sintió impotencia, estaba jodidamente débil mientras bajo sus uñas se iba acumulando la tierra, le dolió, probablemente se había lastimado, pero a la hora de la verdad, Yūji se sentía extrasensorial, consecuentemente a eso, lo físico no entraba completamente al dolor que pudiera percibir. En cambio, el daño mental no hacía más que crecer.

Sí, ese que te atormenta sin descanso.

Que te acuchilla con invisibilidad.

Que te hace sangrar sin derramar una gota. 

Incapaz, sin poder ejercer dominio de lo que por derecho le correspondía.

Atravesar el bosque era mucho más difícil de lo que imaginó, ubicado detrás del castillo, era la frontera de la capital con los otros pueblos del reino, era espeso, crudo, y con múltiples caminos. Lo había subestimado, jamás había bajado a algún pueblo a pie. Que conociera los terrenos citadinos a la perfección no significaba que era la misma cuestión cuando se trataba de estar sin brújula. Simplemente siguió derecho, lo único que le ayudaba era el cómo sus recuerdos le mostraban un mapa en donde había un pueblo cercano por un camino directo desde el castillo. La naturaleza, tan hermosa pero tormentosa era la única que lo acompañaba junto con la voz de su propia consciencia, si había encontrado entrañable el sonido del viento a través de las hojas de los árboles, ahora no era nada más que el significado de la soledad que sentía. Porque estaba solo, sin nadie, ni un aliado.  

Si su memoria no le fallaba y aún no había perdido la noción del tiempo, habían pasado once noches y doce días. En donde tuvo que comer una fruta diaria para preservación y donde la única fuente de agua que poseía era el de los alimentos y de la lluvia que sólo había caído dos veces desde que estaba en el interior de su pequeño infierno que en un principio creyó como salvación.

Aún en el suelo, negó ferviente con su cabeza, esto había sido una buena idea. Definitivamente esto era mejor que haberse quedado observando el como Nanami moría, y luego como su vida sería despojada de manera ilegítima.

—Levántate, Yūji —murmuró apretando la tierra entre sus palmas. Sus piernas no respondieron— ¡Levántate! Eres el príncipe, tienes que...

Sus ojos, sin la más mínima intención, fueron cerrándose de apoco.

—Tienes que pelear...

Después de eso, todo fue negro.

Y si su futuro iba a ser de ese color, Itadori le temió a la oscuridad.

El agua se filtró por sus fosas nasales y luego bajó por su garganta a sus pulmones de manera turbulenta, tosió desesperado por el breve momento en el que sintió que se ahogaba

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El agua se filtró por sus fosas nasales y luego bajó por su garganta a sus pulmones de manera turbulenta, tosió desesperado por el breve momento en el que sintió que se ahogaba. Su cuerpo entero le dolió por la fuerza implementada en búsqueda de oxígeno. Aún con los ojos cerrados, puso las palmas de sus manos en el suelo recostando su peso sobre ellas tratando de calmarse, sintió sus rodillas doler, debió haberse raspado. Tragó con dificultad y frunció el ceño hacia abajo, ¿acaso alguien del palacio lo había encontrado? Jadeó y las palmas de sus extremidades superiores fueron a su cabeza, lo alivió un poco sentir la capucha que aún cubría sus cabellos. Sin embargo, nada le garantizaba que no lo hubieran visto mientras se encontraba inconsciente.

Sangre por Sangre ·SukuIta·Donde viven las historias. Descúbrelo ahora