La sala de la memoria

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Malfoy no podía ser tan tonto.

Al día siguiente, a punto de que dieran las siete de la tarde, Ginny se encontraba en la biblioteca acabando los deberes de Herbología o al menos, lo había estado intentando.
Se había pasado todo lo que llevaba de día dándole vueltas al encuentro que había tenido con Malfoy el día anterior y no, definitivamente, a Malfoy se le podía atribuir muchos defectos pero el de tonto, desde luego, no. «Es una foto de mis padres», le había comentado a Blaise, casual, como si no tuviese importancia. Y hubiese colado si ella no le hubiese pillado aquella expresión de horror que aún la tenía desconcertada. Porque la palabra era horror, en todos los sentidos. Se había pasado la noche intentando descifrar el sentimiento exacto que podía describir el semblante de Malfoy en cuanto vio la fotografía y Ginny creía que esa palabra era la que más se le acercaba pero...¿horror porqué? Era la eterna pregunta. ¿No le había hecho gracia, tal vez, que fuera Ginny precisamente la que la hubiese encontrado? ¿Pero por ser ella, o por ser gryffindor? Había veces que la mente de las serpientes, sobre todo lo suya, se le escapaba del entendimiento. Era verdad que Voldemort había muerto, pero la enemistad de los slytherins con las demás casas aún seguía latente tal vez como parte de la tradición del colegio, por mucho que los profesores hubiesen intentando en vano revertir la situación, así que a Ginny no le extrañaba en absoluto que su espanto solo tuviese que ver por la casa a la que ella pertenecía y nada más. Pero aún así...¿porqué mentir? ¿porqué decir «es una foto de mis padres» cuando era evidente que una de esas dos personas no era su progenitor? ¿Vergüenza, quizá, de que sus amigos viesen una foto de su madre enamorada de otro hombre? ¿O, como ella, por el estado en el que se encontraba la foto, también se había equivocado? Sin embargo, si era suya, la habría tenido que ver cientos de veces, ¿no? No entraba en la ecuación que se hubiese equivocado como ella. ¿Y entonces qué, entonces qué?, se repetía, una y otra vez, mientras mordía la pluma y dejaba vagar su mirada por las estanterías de la biblioteca, ¿qué demonios había pasado por la cabeza de Malfoy?

Quién sabía. Ginny, olvidado ya los deberes, suspiró largamente cerrando de manera frustrada uno de los libros de los que no había pasado ni siquiera una sola hoja. Y ahora parecía que no iba a tener más remedio que quedarse con la duda, porque estaba claro que ir a preguntarle no era una opción. No eran amigos. Tal vez nunca lo fueron, ni siquiera durante aquellos tres meses de verano.

—Es la hora de cerrar. —Madame Pince apareció de pronto en su sección, empujando un carrito, con aquella cara avinagrada de siempre y susurrando unos decibelios más abajo del límite del oído humano—. Por favor, id colocando los libros aquí si no os vais a llevar ninguno, ¡y en silencio!

Ginny salió de la biblioteca tiempo después, en medio de la estampida silenciosa de alumnos que abandonaban el recinto mientras bostezaban y se desperezaban, rumbo a su sala común. Hermione hacía tiempo que había acabado sus deberes y, como siempre, había subido para esperarla y bajar las dos juntas para cenar al Gran Comedor. Pero antes de que pudiera abandonar siquiera el pasillo, alguien la llamó desde una distancia considerable.

—Eh, Weasley.

Ginny se dio la vuelta, confundida. No había reconocido su voz. Tampoco hubiera podido. La había llamado en un susurro, casi parapetado detrás de una esquina, con la actitud engreída de quién se esconde a regañadientes porque lo necesita pero no tiene porqué.

Cuando Ginny lo vio ahí, apoyado sobre la pared y de brazos cruzados, lanzándole una mirada de cansancio infinito, de pronto no supo que hacer, divida entre contestar o marcharse. Pero pronto el chico la sacaría de dudas.

—Sígueme —casi le exigió Malfoy, con un golpe de cabeza, dándole la espalda y echando a andar cuando los últimos alumnos desaparecieron de su vista.

Todos los caminos que me llevan ti [DracoxGinny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora