-»seis«-

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-»que la tierra lo tragara y lo escupiera en Puerto Rico«-

La imagen que reflejaba el espejo no era para nada favorable. Sus ojeras eran tan largas que si caminaba muy rápido seguramente se tropezaría con ellas. Su pelo rubio que cuidaba con tanto esmero estaba opaco y la brillante mirada que lo caracterizaba estaba cansada y desganada. Y todo por culpa de Jeno. 

Sí, el pelinegro no había salido en todo la noche de su cabeza. Su cerebro se había encargado de inventar la imagen de Lee en mitad de la calle vacía, triste y solo, por las palabras que habían salido de su propia boca. Y su corazón no hacía más que estremecerse cada que lo recordaba.

También se había quedado pensando en la cantidad de causalidades que lo habían llevado al pelinegro ayer. La frase que su abuela decía siempre, le rondaba por la cabeza... "Tres casualidades, ya son destino."

Sacudió su cabeza y se lavó la cara por tercera vez en esa mañana. No tenía tiempo para pensar en esas tonterías; él ya tenía una vida y no tenía espacio para nadie más.

Bajó las escaleras y saludó con un beso a su Nona que ya se estaba yendo hacia la universidad donde trabajaba. Era una reconocida profesora de matemáticas de la mejor Universidad de todo Busan.

La Universidad de Ciencias Económicas era la gran joya de Busan ya que todos los profesores tenían una increíble formación y, por ende, tenían los mejores conocimientos. Lim Hyejin enseñaba Matemática I, II, III, Matemática financiera y Estadística. Así que tenía bastante carga horaria, pero ella amaba enseñar y más la matemática, que era su pasión.

—Muy feliz cumpleaños a la luz de mis ojos. —lo saludó su abuela cuando lo vio bajar por las escaleras. —Sabes que te amo con todo mi corazón, Nana. 

Él correspondió el abrazo de su Nona agradeciéndole y diciéndole que la amaba más. En serio, Jaemin no se imaginaba una vida sin Lim Hyejin a su lado.

Cuando llegó a su casa ayer, estaba tan cansado que no tenía ganas de hablar con nadie. Y su abuelita, que lo conocía como la palma de su mano, no le insistió para nada y le comentó lo que había pasado ese día en la novela que miraba por la tarde. 

Cuando Na escuchó la puerta de la entrada cerrándose indicándole que su abuela había salido hacia su trabajo, suspiró. Estaba un poco cansado mentalmente, además de físicamente. Y sabía que a su Nona no le gustaba verlo así, por eso trataba de despejarse un poco cuando ella estaba presente. Pero era un poco, bastante, agotador hacerlo.

Un pequeño "Ding" se escuchó en la silenciosa sala y el desbloqueó su celular viendo la última notificación que le había llegado.

Número desconocido: Buenos días, Jaemin. Habla Lee Jaehyun, me gustaría que veamos en que horario podemos reunirnos hoy.

Na Jaemin: Buenos días, tengo un tiempo mientras salgo de la universidad
y entro a trabajar. Es después de las 14hs.

Lee Jaehyun: Mmm... Estoy ocupado en ese horario.
¿Te parece venir en el mismo horario de ayer?

Na Jaemin: Sí, genial.

Lee Jaehyun: Nos vemos a la tarde entonces.

El rubio bloqueó su celular mientras tomaba su mochila y salía de su casa. Comenzó a caminar hacia su universidad mientras trataba de concentrarse en asuntos de sus materia. Jaemin no era el alumno más aplicado de la Licenciatura en Literatura, pero si que lo intentaba con todas sus fuerzas. Quería algún día ser alguien importante, alguien que con sus palabras logre cambiar el mundo.

Estaba llegando tarde a su clase de Literatura Inglesa cuando su teléfono comenzó a sonar con una característica melodía. Un número desconocido apareció un su pantalla y con algo de miedo contestó.

—¿Hola? —preguntó y esperó a que alguien respondiese, pero nada. Solo se oía una sonora respiración. Pasaron unos segundos y cortó.

Caminó un par de cuadras más, ahora siendo un poco más precavido por la llamada extraña que le llegó. Cuando iba por la mitad de la otra calle, el aparato volvió a sonar. Entre enojado y nervioso, contestó casi gritando; —¡¿Quién es?!

—Hola, ¿Habla Na Jaemin? —le respondió una melódica voz que nunca había escuchado.

—Sí, soy yo. —contestó un poco más calmado ahora.

—Le hablo desde la Universidad de Ciencias Económicas, su abuela ha sufrido una descompensación y este es el único número que aparece en su ficha.

El corazón del rubio se detuvo y apenas pudo responder a la señorita detrás del teléfono un; —Estoy yendo.

Sin pensarlo un segundo se dio la vuelto y emprendió el camino hacia la universidad donde trabajaba su abuela. No sabía si era por los nervios, o por el pánico pero en menos de cinco minutos ya estaba entrando al edificio.

Era la primera vez que Jaemin entraba allí, era todo tan grande y lujoso que lo asustó. Rápidamente buscó a alguien que pudiese decirle donde estaba su abuela y cuando le indicaron donde quedaba la enfermería, prácticamente corrió hacia allí.

No tenía sentido; su abuela era completamente sana. Hacía ejercicio, comía muy bien, frutas verduras, carbohidratos. Entonces... ¿Por qué le pasaba esto?

Cuando entró a la sala, vio a su abuela acostada en la camilla demás pálida. Y detrás de ella, sentado en una cómoda silla estaba nada más y nada menos que Lee Jeno.

Na tenía ganas de mirar a la persona que estuviese escribiendo su vida y decirle "¿Esto es en serio?". Pero no podía, porque no sabía quien era esa persona que le encantaba hacerlo encontrarse con el pelinegro.

Ignoró por completo la incomodidad del lugar y entró hasta llegar a su abuela. Pudo notar como la mirada del pelinegro se posaba sobre él, pero decidió no hacerle caso. La enfermera le dijo lo que estaba pasando. Su abuela aparentemente tenía una baja de azúcar que, al ser ella tan sana, era un poco preocupante.

—Si no fuese por el joven Lee que notó en seguida lo que sucedía, hubiese sido más grave.

Na miró en dirección a su pareja destinada y él lo estaba mirando con esos ojitos marrones que hacían cosas raras en su pecho y estómago. Inconscientemente, sin pensarlo ni medio segundo, un sonrisa se formó en su rostro. Los ojos del pelinegro se abrieron ligeramente y Jaemin desvió la mirada hacia su abuela, que estaba más blanca que las sábanas en las que estaba recostada. 

—Nona ¿Cómo te encuentras? —preguntó susurrando.

—Estoy bien, no sé porque no me dejan irme.

—Abuela, no estás bien. No te había visto así de pálida desde que... —Jaemin miró hacia el techo pensando un ejemplo. —¡Desde que José Antonio descubrió que Rosa de los Milagros no era su madre!

Su abuela sonrío por el tonto ejemplo y eso alivió un poco -solo un poco- el preocupado corazón del rubio.

Algo apretó la mano del menor y se fijó que era su abuela, queriendo que se acercara para decirle algo.

—Nana, creo que Lee te está mirando mucho. 

Las mejillas del rubio se tiñeron de un rojo intenso porque digamos que  los Na no conocen la expresión "susurrar". Así que no solo lo había escuchado su nieto, sino también la persona de la que hablaba y hasta la enfermera.

Por su parte, Lee estaba rogando y buscando alguna oración en su cabeza para que la tierra lo tragara y lo escupiera en Puerto Rico. Porque hasta la señora Lim, quien ahora descubría que era la abuela del rubio, había notado la necesidad que tenía de mirar a Na.

-»que la tierra lo tragara y lo escupiera en Puerto Rico«-

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-joo

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⏰ Última actualización: Sep 25, 2021 ⏰

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