CAPÍTULO 00

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📍París - Francia
(31/Diciembre/2017)

Odette

Oscuridad. Una espesa y enorme oscuridad que presagia una tormenta de nieve. Aún con eso y el frío que tengo, pienso... sin duda hay peores situaciones que la mía.

Respiro, cierro los ojos y convenzo a mi mente de que nada es real. Solo, un sueño. Algo que pronto pasará.

Me duele el cuerpo y los escalofríos no ayudan a sentirme mejor; Lo peor, no puedo quejarme ni acudir con nadie, porque esa no es la imagen que la hija del Primer Ministro Francés debe dar. Desde que tengo memoria cada acción, cada palabra y reacción está meticulosamente planeada para ser la mejor, no había cavidad para defectos y de poseer tenía que borrarlos, no dejar rastro de que alguna vez existieron.

Eso he hecho toda la vida. Soy una maestra porque creo, que cuando has pasado tanto tiempo tratando de ocultar algo, mintiendo y negando, se convierte en un hábito.

-¡Pequeña bastarda! -La femenina voz con notables timbres de ira rompe el silencio y con ello, la poca tranquilidad que vine a buscar -¡Ya te encontré!

Me resigno a enfrentar la realidad, que viene a atropellarme con la imagen de mi mejor amiga envuelta en su abrigo mientras procura pisar con cuidado para no resbalar debido a los rastros de nieve que hay en el piso del jardín botánico.

-¿No que ibas al baño?, mentirosa. -Se planta enfrente de mí, para acto seguido subir las manos a sus caderas y verme como una madre a punto de castigar a su hija traviesa.

-¿Me creerías si te digo que crucé un portal y terminé acá? -procuro bromear.

-¿Ahora así se les llama a las puertas? -Toma asiento al lado, sostiene aún más fuerte su abrigo -¿Qué haces aquí?, estamos como a diez grados.

Mi respuesta es sencilla al encoger mis hombros.

-Solo, quería descansar un poco.

-¡Te apoyo! Estoy tan cansada y mareada de bailar que llegué al punto donde me sentía como una pirinola.

Rio nasalmente. Inci nota mi desánimo, abre un brazo y me atrae a su lado para envolvernos en la calidez de su abrigo.

-¿Qué tienes, nena? Es raro verte así.

Más allá de ser amigas, yo la considero como otra hermana. Nos conocimos a los seis años en un campamento de verano en Canadá. Después de un suceso que incluyó mi almuerzo embarrado en la cara de alguien nos volvimos inseparables.

De ahí aprendí que ella es más enérgica, no teme a decir lo que piensa y se enfrenta a lo que sea, en cambio yo desde pequeña vivo bajo las reglas que mi apellido me impone para ser perfecta.

-Nada, un poco casada. Esta semana fue pesada.

-¿Esta semana?, que yo sepa siempre son así tus semanas.

Reservo mis comentarios que terminarían por darle la razón.

-¿Cuántas veces te vi?, ¿dos? -sigue ella -Apenas regresé de Grecia y tu asistente me decía que tenías la agenda llena.

Sonrío con pena. Mi trabajo es demandante, tanto que hay ocasiones donde no duermo, literalmente.

A mi edad (que es corta a comparación del promedio dentro de esto) soy una reconocida diplomática con licencias en derecho, comercio y finanzas. Gracias a mis especialidades en ciencias políticas y relaciones internacionales, ejerzo como Embajadora Nacional. Sirvo a mi país en asuntos de estado Francés, tal como mis ancestros por parte de mi padre, Máxime Lambert lo hicieron.

Destrucción (EN PAUSA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora