CAPÍTULO 01

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Secuelas

Tres años después
(02/Febrero/2020)

Odette

Abro los ojos con brusquedad, dándome cuenta que, volvió a pasar. No reacciono tranquila con el peso de una mano sobre mi hombro y temo lo peor... pero la única persona a mi alrededor, es mi jefe de seguridad.

—Lo lamento, señorita Lambert —se disculpó Román, dando tres pasos atrás —. No quise asustarla.

El corazón galopa tan fuerte que temo se me salga del pecho. No sé si es por lo que acabo de hacer o, por lo que recordé.

—Señorita, ¿se encuentra bien?

Respiro y vuelvo a cerrar los ojos. Busco olvidar, convencerme de que nunca fue real, como otro mal sueño que pronto pasará.

—Sí, no te preocupes —respondo después de un rato —. ¿Ya es hora?

—Sí señorita.

Suspiro y le hago una seña con la mano.

Bastan tres minutos para que dos camionetas aparezcan en la hectárea donde me encuentro, del terreno perteneciente al Parc du Champs de Mars. Suelo ejercitarme con los rayos del sol, sin embargo el clima se puso de acuerdo con mi estado de ánimo: nubloso y frío.

Estoy sudada, desalineada y cansada, tengo que asearme con urgencia. Román abre la puerta de una de ellas, subo y lo primero que hago es tomar la botella de agua que había dejado anteriormente. Regresamos a mi casa, la mansión Lambert que está ubicada por el centro de la ciudad para darme una ducha caliente.

Tallo mi cuerpo de manera exigente, tanto que me provoco rojeces «Tengo que estar limpia siempre» repito todos los días.

Salgo envuelta en una toalla para cepillar mi melena larga, de un rubio casi blanco. Exótica herencia de mi madre al igual que el atractivo que según mi padre, es una maldición para las Devil. El espejo se encuentra empañado, paso la mano y cuando está lo suficiente claro, lo que veo es ese semblante amargado que sale cuando no tuvo un buen descanso.

Lo ignoro al igual que todo, concentrándome en desenredar mi cabello alejada de los vagos recuerdos.

Ya lista salgo en silencio. Pese la casa ser enorme no hay grandes ruidos a excepción de los míos cuando la visito. Bajo al solitario comedor a tomar el ramo de flores que compré para irme otra vez.

—Niña Odette. —Llega el ama de llaves, Dorotea, sostiene una charola metálica con algunas pastillas y vaso de agua —Salió sin su medicamento. Sabe que no puede perder el ritmo del tratamiento.

No alego y me apresuro a tragar las dos cápsulas blancas. Dorotea alza sus cejas con sorpresa al ver que las trago sin necesidad del agua.

—Saldré —aviso rodeándola.

—¡Ah!, niña. —Volteo antes de alcanzar el pasillo de salida —La secretaria de su padre llamó esta mañana, llegarán en un par de horas y quiere verla lo antes posible.

Máxime y Fatma se fueron al extranjero por razones desconocidas para mí. Las últimas seis semanas he estado sola, lo cual no es tan malo teniendo en cuenta que me ha servido para enfocarme en mis asuntos. Supuestamente a su regreso darían una importante noticia.

Le asiento a Dorotea continuando mi camino, Román espera afuera del jardín principal. Abre la puerta ayudándome a subir y con algunos minutos preparando la partida, termina alcanzándome para conducir.

Transitamos por las calles de París, que siempre están atestadas por turistas con gestos felices, muy diferentes a los locales que van de un lado a otro con prisa, llenos de intolerancia y gran apatía que es fácil distinguirla.

Destrucción (EN PAUSA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora